Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

jueves, 14 de abril de 2016

Fidel y los días de Girón (I)




Fidel, con su liderazgo, fue el gran artífice de la victoria frente a la invasión. Foto: Archivo
Desde los primeros días de 1959, el gobierno de Estados Uni­dos estuvo dispuesto a destruir la Revolución Cubana. La invasión militar al territorio nacional estuvo precedida de una serie de agresiones económicas; de una enorme campaña de propaganda contra la Revolución en todo el mundo; y de una política dirigida a dividir y a debilitar las fuerzas de la Revolución.
“Ya desde el 11 de diciembre de 1959 —expresó Fidel en el acto por el XV aniversario de la Victoria de Girón—, el jefe de la Agencia Central de Inteligencia propuso al gobierno de Esta­dos Unidos el plan para destruir la Revolución. Y en fecha también tan temprana como el 17 de marzo de 1960, el presidente Eisenhower ordenó la organización y los preparativos de la agre­sión. Naturalmente que esto no lo sabíamos en aquella época; lo supimos después, cuando los propios autores y participantes hicieron la historia de sus fechorías”.
El presidente Eisenhower pretendía invadir a Cuba antes de que John F. Kennedy asumiera la presidencia el 18 de enero de 1961, de modo que el nuevo mandatario encontrara un hecho consumado. Pero, al no lograrlo, Kennedy heredó el proyecto y con él a cientos de mercenarios entrenándose en Centroamérica.
El 28 de enero, a solo diez días de ocupar la presidencia, Ken­nedy asumió la política de su antecesor y, el 30 de enero anunció ante el Congreso la conjura fraguada contra Cuba.

OPERACIONES DEL PROYECTO CUBA
En la medida que transcurrían los primeros meses de 1961, se intensificaron las agresiones terroristas y provocadoras. El gobierno de Estados Unidos ya tenía elaborado su proyecto para destruir a la Revolución por medio de una invasión armada. Este proyecto lo denominaron con el nombre de Cuba y comprendía cinco operaciones:
Operación Generosa: encargada de organizar una quinta columna dentro del país, con elementos contrarrevolucionarios. No tuvieron tiempo de llevarla a cabo por la ac­ción del pueblo organizado en Comités de Defensa de la Re­volución junto a la Seguridad del Estado.
Operación Puma: consistía en atacar aeropuertos cubanos, para destruir los aviones de la Fuerza Aérea en tierra. Ese ataque se realizó al amanecer del 15 de abril de 1961 en tres aeropuertos y, aunque hicieron mucho daño, la acción no tuvo el éxito que esperaban pues Fidel había orientado dispersar los pocos aviones de combate del aeropuerto militar de San Antonio de los Baños.
Operación Marte: pretendía realizar un desembarco de mercenarios por las costas de Baracoa, la noche antes de la invasión, es decir el 17 de abril. Su objetivo era hacer creer que esa sería la dirección principal de la invasión. Una vez desembarcada esta fuerza, se desplazaría en dirección a la ilegal base naval de Est­a­dos Unidos en Guantánamo. Sin embargo, como las costas de la provincia oriental estaban tan protegidas por las fuerzas revolucionarias, el desembarco no pudo efectuarse y tuvieron que dar una vuelta tan grande para regresar a su lugar de origen que aún, jocosamente, los historiadores la llaman “el bojeo a Cuba”.
Operación Pluto: era la invasión a Cuba con fuerzas mercenarias bien armadas y equipadas que contaban con el apoyo del Pen­tágono y de la CIA. En su concepción, la Operación Pluto tenía el objetivo de ocupar un territorio, donde pudiese arribar un gobierno provisional que, al establecerse, Estados Unidos reconocería y apoyaría.
Operación 40: preveía desembarcar a un grupo de hombres bien escogidos para detener, interrogar y liquidar físicamente a los principales jefes militares y civiles del Gobierno Revo­lu­cio­nario, hacerse cargo del gobierno civil y ocupar los archivos del Go­bier­no Revolucionario y del Partido. Esa operación no se realizó.

LA OPERACIÓN PLUTO
En un principio, Isla de Pinos fue el lugar escogido en la Ope­ración Pluto para invadir a Cuba. Por su escasa concentración de población y su condición insular, ese territorio sería muy difícil de recuperar después de su ocupación y tenía entre sus ventajas la posibilidad de aumentar sus tropas, tras poner en libertad a los criminales de guerra y contrarrevolucionarios que cumplían condena en las circulares de lo que un día fuera el Presidio Modelo.
Consciente de la vulnerabilidad de ese territorio, Fidel ordenó reforzar las defensas de Isla de Pinos enviando equipos, armas y uni­dades de combate que la convirtieron en invulnerable.
En Trinidad, otro lugar previsto como posible cabeza de playa, planeaban desembarcar por Casilda y que se unieran a sus tropas las bandas contrarrevolucionarias alzadas en el Escambray (Gua­muhaya). Pero los combatientes de Lucha Contra Bandidos, tras una fuerte batida, aniquilaron esas bandas a mediados de marzo de 1961. En estas circunstancias, no les quedó más remedio que cambiar el sitio escogido para la invasión y, al final, decidieron ocupar el sur de la península de Zapata.
La concepción del enemigo era conquistar un territorio con las condiciones necesarias, ocuparlo y mantenerlo para instalar un “go­bierno provisional” que solicitaría apoyo de los Estados Uni­­dos. Mientras, una agrupación naval norteamericana se man­tendría en las aguas de las Islas Caimán, al sur de la zona de de­sembarco, para acudir en apoyo a ese “gobierno” tan pronto fue­se re­co­­nocido.
Integraban esa agrupación naval el portahelicópteros de asal­to anfibio LPH-4 Boxer, desde donde sería transportado el gobierno provisional a la cabeza de playa. Dos portaaviones: el CVS-0 Essex en el que se hallaban 40 aviones de combate y el CVA Sangri La con capacidad para 70 aviones. Cinco destructores DD-507 Conway, DD-756 Murray, el USS Wailer, el USS Cony y el DD-701 Eaton. Además, en el archipiélago de las Baha­mas, cerca de la isla Bimini, estaba fondeado un buque de mando, donde se encontraba el Comando de la Segunda Flota del Atlántico.
En el Pentágono, radicaba el cuartel general de la operación.
La brigada mercenaria estaba compuesta por 1 511 hombres en siete batallones, de ellos cinco de infantería, uno de paracaidistas y uno de armas pesadas (tanques, artillería).
La invasión que comenzó la madrugada del 17 de abril fue vencida la tarde del día 19. Fueron tres días y dos noches de continuos combates, donde hubo por la parte cubana arrojo, valentía y decisión de vencer. El enemigo sufrió una aplastante derrota y se le hicieron 1 214 prisioneros.

PERCIBÍAMOS LA INMINENCIA DEL ATAQUE
El triunfo de Cuba sobre las fuerzas mercenarias y los planes del gobierno de Estados Unidos en Playa Girón tuvo dos grandes protagonistas. El primero fue el pueblo que, durante meses, se preparó en el manejo de las armas dispuesto a defender su obra. Ese pueblo que en el momento de la agresión —representado en el Ejército Rebelde, en las milicias obreras, campesinas y estudiantiles, en el Batallón de la Policía, en la Escuela de Responsables de Milicias, en la Fuerza Aérea Revolucionaria, en los tanques de Managua—, corrió a sus puestos de combate solo con una idea: defender la Revolución Socialista.
El otro gran protagonista del triunfo fue el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. No solo por la dirección exitosa de la batalla, sino por haber avizorado la invasión con suficiente antelación. A él se debe el mérito de haber organizado, preparado y armado al pueblo para que, junto al Ejército Rebelde, enfrentase cualquier fuerza que nos invadiera. Pues, como el propio Fidel reconociera en el acto por el segundo aniversario de Girón: “la victoria que hoy conmemoramos se forjó antes de la victoria, mucho antes. Y eso es algo que debe enseñarnos, porque las victorias no se forjan en el momento de la batalla, sino mucho antes de la batalla”.
Juan Carlos Rodríguez, en su libro Girón. La batalla inevitable, cita las palabras del general Douglas MacArthur —uno de los militares estadounidenses más destacados durante la Se­gunda Guerra Mundial—, quien en una ocasión expresó que “la historia de los fracasos en la guerra puede resumirse en dos palabras: Demasiado tarde. Demasiado tarde la comprensión del propósito del enemigo, demasiado tarde en tener conciencia del mortal peligro; demasiado tarde en la unión de todas las fuerzas posibles para resistir”.1 Esas palabras, aplicadas a nuestro contexto histórico, nos llevan a reflexionar que las acciones de Fidel nunca fueron “demasiado tarde”.
Oportunamente, Fidel comprendió el propósito del enemigo; del mortal peligro que corríamos si la invasión triunfaba; y unió y concentró en el lugar preciso a todas las fuerzas necesarias para rechazar la invasión.
Fidel desconocía cuándo y dónde el enemigo nos invadiría, pero estaba convencido que su objetivo era apoderarse de un territorio desde el cual, pasadas 72 horas, arribaría Miró Car­dona como presidente del gobierno provisional y, ya en tierra cubana, solicitaría apoyo a Estados Unidos y a la OEA.
Muchos años después, en el acto central por el aniversario 35 de la victoria de Girón, Fidel reflexionó sobre lo acontecido: “Cuan­do el imperialismo vio que la Revolución resistía, aceleró los planes de la invasión mercenaria, y nosotros sabíamos ya, después de todas las medidas que habían tomado contra Cuba en to­dos los sentidos, de tipo subversivo, sabotaje, acciones armadas, que ellos, tan pronto tuvieran la primera oportunidad o la primera fuerza organizada, lanzarían el zarpazo, para hacer en Cu­ba al­go parecido a lo de Guatemala; pero nadie podía saber cuándo ni có­mo. Sí comprendimos que iban a utilizar esa variante, y mientras, nos organizábamos febrilmente a lo largo y a lo ancho del país”.

EL COMIENZO DE LA AGRESIÓN
El 15 de abril de 1961 —cuando ocho aviones B-26 camuflados con insignias de la fuerza aérea cubana atacaron simultáneamente la base aérea de San Antonio de los Baños, la pista de Ciu­dad Li­bertad y el aeropuerto de Santiago de Cuba—, Fidel se percató que era el comienzo de la agresión y no un ataque de hostigamiento:
“El cálculo que nosotros hicimos —precisó—,  fue que ese ataque no podía ser de hostigamiento, porque para hostigar, para sabotear, hubieran podido atacar otros puntos industriales con el objeto de hacer daño. Ese era un ataque aéreo […] con un objetivo militar. El objetivo militar era destruir nuestros aviones. Por lo tanto, sacamos la conclusión que era cuestión de ho­ras el ataque”.2 También, ese ataque aéreo permitió “que dispusiéramos de cuarenta y ocho horas a fin de movilizarnos y prepararnos para la agresión que estaba a la vista”.3
El 16 de abril de 1961, en las honras fúnebres de los cubanos caídos por la agresión aérea, la proclamación del carácter socialista de la Revolución constituyó una nueva fuerza espiritual pa­ra los que irían a defender el suelo patrio. “Cuando llegan las ho­ras de las agresiones y cuando llega la hora del combate —dijo Fidel— es cuando hay que levantar más alto las banderas. Ha­bía que poner más alta que nunca la bandera revolucionaria frente al enemigo artero y cobarde que nos atacaba, frente al po­deroso gobierno imperialista que preparaba la invasión”.4
“Y se proclamó el carácter socialista …], para que no dijeran después que era un pueblo engañado el que estaba combatiendo contra los mercenarios del imperialismo”.5
Fidel reiteró que los combatientes fueron a Girón no solo a defender la soberanía, la patria y sus intereses sino fueron también a defender sus ideas y un proceso definido como socialista, porque los hombres que decididos iban a combatir junto a la bandera de la estrella solitaria enarbolaron la bandera del socialismo, dispuesto a pagar el precio que fuera necesario por la causa del socialismo.

1 Juan Carlos Rodríguez: Girón La batalla inevitable. Editorial Capitán San Luis, 2012, p.113.
2 Fidel Castro Ruz: Obra Revolucionaria. Imprenta Nacional, 26 de abril de 1961, p. 32.
3 Fidel habla de playa Girón. Discurso 19 de abril de 1962. Ocean Press, 2001, p. 157.
4 Ibídem, p. 246.
5 Ibídem, p. 302.

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