Los
reporteros de guerra Guillermo Miró y Manolo García fueron testigos
excepcionales de cómo fueron aplastados los invasores en menos de 72
horas
MATANZAS.—La mayoría de los periodistas no domina el
arte de saber esperar y armarse de paciencia. Eso podría explicar la
actitud de Guillermo Miró y Manolo García cuando el 17 de abril de 1961
llegaron al escenario de la Ciénaga de Zapata, en medio de un total
clímax revolucionario, pero todavía entre rumores y noticias
imprecisas.
Con su energía habitual, los reporteros matanceros fueron de los primeros enviados de los medios de prensa en llegar al central Australia. El objetivo, claro está, era reportar sobre la invasión mercenaria que pretendía segar de golpe a la revolución triunfante. Desde aquel lugar, que se conocería como
La Comandancia, la jefatura de las fuerzas revolucionarias organizaba la respuesta a los invasores, bajo una gran agitación.
Sin conocer el límite de sus facultades en el episodio bélico, uno de los dos se acercó al oficial al mando y se presentó como corresponsal del diario Revolución en Matanzas. Luego preguntó dominado por una mezcla de vacilación y de la bravuconería que nos caracteriza: “Capitán, ¿hasta dónde podemos llegar?”.
Hasta donde les permitan sus pantalones, dicen que respondió el oficial, quien debió presentir más formalidad que otra cosa en la inesperada pregunta y supuso que la verdadera finalidad de los reporteros era dejar en claro su presunta intrepidez.
Real o leyenda, la anécdota perdura y la ven con simpatía las distintas generaciones de periodistas matanceros. Fueron apenas dos de los reporteros cubanos convocados por un suceso de suma importancia para la suerte futura del país y testigos excepcionales de cómo fueron aplastados los invasores en menos de 72 horas.
El acontecimiento, de gran conmoción en los círculos de poder de los Estados Unidos, según reseñan expertos, fue bastante publicitado en su momento y más tarde generó cientos de análisis, artículos y libros.
Miró fue un hombre reservado, de muy buena memoria y con la apariencia de una perfecta serenidad, que seguía atentamente el curso de los acontecimientos políticos. Y como no quitaba ojo a lo que sucedía en su entorno, captó las imágenes del asalto al cuartel Goicuría durante la dictadura de Fulgencio Batista, y algunas de aquellas fotos, publicadas en la revista Life, evidenciaron la felonía de los sicarios del régimen.
Sus reportes gráficos comprendieron infinidad de momentos importantes asociados a la vida del pueblo matancero, como la visita de Ernest Hemingway a la ciudad, la lucha contra bandidos y la presencia de Fidel en múltiples oportunidades.
Manolo García, Premio Nacional de Periodismo José Martí, se mantuvo en activo por siete décadas y falleció a la edad de 91 años. Recibió infinidad de premios y condecoraciones, como la de Héroe del Trabajo, la Distinción por la Cultura Nacional y la réplica del Machete de Máximo Gómez.
A lo largo de su vida no cesó de atribuir una significación particular a los acontecimientos de abril del 61, sobre todo a la firmeza heroica del pueblo, decidido a resistir y vencer la agresión norteamericana. Quedamos impresionados por la cantidad de hombres presentándose para marchar al interior de la Ciénaga y enfrentar a los invasores, diría el experimentado periodista.
También los conmovió el virtuosismo de Fidel, quien mostró su capacidad para conducir, hasta el detalle, la defensa para exterminar la invasión, y cuya presencia en el escenario de combate alentó a los combatientes y contribuyó a la victoria.
Pude constatar que el pueblo era mayoritariamente revolucionario y se demostró su disposición de hacer lo que fuera necesario. Esa es una característica de los cubanos, que frente a las situaciones difíciles nos levantamos más firmes que nunca, explicó en una de las tantas tertulias del gremio ante un grupo de jóvenes universitarios.
Entre el grupo de periodistas, fotógrafos y camarógrafos cubanos que dieron cobertura a la epopeya de Girón, sobresalieron también Luis Font Tió, y José González Rivas, este último Premio Nacional de Periodismo, hábil cazador de noticias que a la sazón se encontraba en Ciénaga de Zapata y fungía como jefe de compras del Plan Centro Turístico Laguna del Tesoro.
Todos se ufanaron de haber reportado para el mundo la victoria del pueblo cubano en las arenas de Playa Girón, así como reflejar la prédica de Fidel y el denuedo con que lucharon las fuerzas revolucionarias.
Manolo y Miró regresaron sanos y salvos, aunque a la postre se armaron de valor y llegaron hasta el frente de batalla, donde no había por cierto suficiente garantía dado lo llano del territorio, lo cual impedía guarecerse convenientemente.
En cada encuentro para conmemorar el Día de la Victoria, Manolo y Miró repetían la frase legendaria (“Capitán, ¿hasta dónde podemos llegar?”), y acto seguido daban riendas sueltas a infinidad de anécdotas que enaltecen el prestigio moral de nuestros combatientes en Girón.
Del manojo de recuerdos se deriva que aquellos reporteros matanceros, de los primeros en llegar al escenario de los sucesos, llevaban bien puestos los calzones.
Con su energía habitual, los reporteros matanceros fueron de los primeros enviados de los medios de prensa en llegar al central Australia. El objetivo, claro está, era reportar sobre la invasión mercenaria que pretendía segar de golpe a la revolución triunfante. Desde aquel lugar, que se conocería como
La Comandancia, la jefatura de las fuerzas revolucionarias organizaba la respuesta a los invasores, bajo una gran agitación.
Sin conocer el límite de sus facultades en el episodio bélico, uno de los dos se acercó al oficial al mando y se presentó como corresponsal del diario Revolución en Matanzas. Luego preguntó dominado por una mezcla de vacilación y de la bravuconería que nos caracteriza: “Capitán, ¿hasta dónde podemos llegar?”.
Hasta donde les permitan sus pantalones, dicen que respondió el oficial, quien debió presentir más formalidad que otra cosa en la inesperada pregunta y supuso que la verdadera finalidad de los reporteros era dejar en claro su presunta intrepidez.
Real o leyenda, la anécdota perdura y la ven con simpatía las distintas generaciones de periodistas matanceros. Fueron apenas dos de los reporteros cubanos convocados por un suceso de suma importancia para la suerte futura del país y testigos excepcionales de cómo fueron aplastados los invasores en menos de 72 horas.
El acontecimiento, de gran conmoción en los círculos de poder de los Estados Unidos, según reseñan expertos, fue bastante publicitado en su momento y más tarde generó cientos de análisis, artículos y libros.
Miró fue un hombre reservado, de muy buena memoria y con la apariencia de una perfecta serenidad, que seguía atentamente el curso de los acontecimientos políticos. Y como no quitaba ojo a lo que sucedía en su entorno, captó las imágenes del asalto al cuartel Goicuría durante la dictadura de Fulgencio Batista, y algunas de aquellas fotos, publicadas en la revista Life, evidenciaron la felonía de los sicarios del régimen.
Sus reportes gráficos comprendieron infinidad de momentos importantes asociados a la vida del pueblo matancero, como la visita de Ernest Hemingway a la ciudad, la lucha contra bandidos y la presencia de Fidel en múltiples oportunidades.
Manolo García, Premio Nacional de Periodismo José Martí, se mantuvo en activo por siete décadas y falleció a la edad de 91 años. Recibió infinidad de premios y condecoraciones, como la de Héroe del Trabajo, la Distinción por la Cultura Nacional y la réplica del Machete de Máximo Gómez.
A lo largo de su vida no cesó de atribuir una significación particular a los acontecimientos de abril del 61, sobre todo a la firmeza heroica del pueblo, decidido a resistir y vencer la agresión norteamericana. Quedamos impresionados por la cantidad de hombres presentándose para marchar al interior de la Ciénaga y enfrentar a los invasores, diría el experimentado periodista.
También los conmovió el virtuosismo de Fidel, quien mostró su capacidad para conducir, hasta el detalle, la defensa para exterminar la invasión, y cuya presencia en el escenario de combate alentó a los combatientes y contribuyó a la victoria.
Pude constatar que el pueblo era mayoritariamente revolucionario y se demostró su disposición de hacer lo que fuera necesario. Esa es una característica de los cubanos, que frente a las situaciones difíciles nos levantamos más firmes que nunca, explicó en una de las tantas tertulias del gremio ante un grupo de jóvenes universitarios.
Entre el grupo de periodistas, fotógrafos y camarógrafos cubanos que dieron cobertura a la epopeya de Girón, sobresalieron también Luis Font Tió, y José González Rivas, este último Premio Nacional de Periodismo, hábil cazador de noticias que a la sazón se encontraba en Ciénaga de Zapata y fungía como jefe de compras del Plan Centro Turístico Laguna del Tesoro.
Todos se ufanaron de haber reportado para el mundo la victoria del pueblo cubano en las arenas de Playa Girón, así como reflejar la prédica de Fidel y el denuedo con que lucharon las fuerzas revolucionarias.
Manolo y Miró regresaron sanos y salvos, aunque a la postre se armaron de valor y llegaron hasta el frente de batalla, donde no había por cierto suficiente garantía dado lo llano del territorio, lo cual impedía guarecerse convenientemente.
En cada encuentro para conmemorar el Día de la Victoria, Manolo y Miró repetían la frase legendaria (“Capitán, ¿hasta dónde podemos llegar?”), y acto seguido daban riendas sueltas a infinidad de anécdotas que enaltecen el prestigio moral de nuestros combatientes en Girón.
Del manojo de recuerdos se deriva que aquellos reporteros matanceros, de los primeros en llegar al escenario de los sucesos, llevaban bien puestos los calzones.
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