Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

viernes, 1 de abril de 2016

¡Aquí está Maceo! ¡Viva Cuba Libre!

Monumento que recuerda el desembarco de Maceo por Duaba el 1ro. de abril de 1895. Foto: Escalona Furones, Leonel
GUANTÁNAMO.—Tras el fracaso del plan La Fernandina, que debió enviar a Cuba a los más reconocidos líderes independentistas para in­corporarse a la Gue­rra Necesaria, José Martí rea­­lizó con apremio los reajustes imprescindibles para traerlos a la Patria.
Como parte de esa estrategia el 25 de marzo de 1895 salen de Costa Rica en el vapor inglés Adirondack, que cubría la ruta entre Cen­tro­am­é­rica y Nueva York, 23 expedicionarios, en­ca­be­zados por los mayores generales Antonio Ma­ceo, José Maceo y Flor Crombet.
La noticia de la partida de Costa Rica del Ge­neral Antonio y sus compañeros con destino a Cuba, inquietó a las autoridades españolas, por lo que representaba el Titán de Bronce entre las tropas mambisas. Como respuesta el gobierno peninsular designó a Arsenio Martínez Cam­pos Capitán General de la isla de Cuba y general en jefe del ejército español en operaciones, a la vez que aumentó sus efectivos en la codiciada colonia.
Después de un azaroso viaje que los llevó a Kingston (Jamaica) y Fortune Island (Baha­mas), donde alquilan la goleta Honor, los expedicionarios desembarcan en la madrugada del primero de abril de ese año por playa Duaba, Baracoa. Con ellos lograron traer solo 11 fusiles, con 75 cartuchos cada uno, 23 revólveres y 15 machetes.
Empapados de agua de mar, sin conocer el lu­gar que pisaban, salvo la seguridad de estar en tierra cubana, los independentistas se pusieron en marcha envueltos aún en las sombras del amanecer. Llegaron a un rancho habitado por un camagüeyano, Santos Rodríguez, quien les informó que se encontraban en la desembocadura del río Duaba, cerca de la ciudad de Ba­racoa.
Luego se dirigieron al caserío del lugar y acamparon en Alto del Pino, una pequeña elevación donde estaba situada una tienda, propiedad de Pedro Godoy. Allí, a pesar del cansancio de to­dos, Maceo estableció las guardias y organizó a sus hombres para no ser sorprendidos y poder repeler cualquier ataque.
A las tres horas de haber establecido el campamento, los centinelas avisaron que tropas es­pañolas se dirigían hacia ellos.
Era una compañía de infantería, incompleta, 75 soldados y cla­ses, del Regimiento Simancas No. 64, al man­do del teniente Fernández. Delante de la casa que ocupaban, dominando el camino por don­de avan­zaban los españoles, Maceo situó convenientemente a los expedicionarios armados de rifles (bravos luchadores y expertos guerrilleros de la Guerra Grande), mientras el res­to, bi­soños, jóvenes y mal armados, servían de retén y cubrían la retaguardia.
Cuando los españoles se acercaron a tiro de fusil, ordenó hacer fuego, cayendo algunos soldados a la primera descarga cubana. La tropa retrocedió amparándose en una cerca, desde donde ripostaron con descargas cerradas, in­tentando atacar de nuevo, pero fueron rechazados, retirándose ante la certera puntería de los tiradores mambises, que gritaban entusiasmados: ¡Aquí está Maceo! ¡Viva Cuba Libre! La acción de guerra duró cerca de media hora. Los españoles, derrotados, se retiraron llevándose dos muertos y nueve heridos. Fue un éxi­to franco para los cubanos.
El regreso a Baracoa de la tropa española, con sus muertos y heridos, causó enorme sen­sa­ción en la ciudad. Esa misma tarde Félix Rue­nes se sublevó en el barrio La Playa, yendo a in­cor­po­rarse al grupo del General Maceo, que ha­bía trasladado su campamento a la finca El Juncal.
Mientras tanto, los rumores que circulaban en la antiquísima urbe hicieron temer a la guar­nición española que Maceo la asaltara esa mis­ma noche. El cañonero Nueva España se colocó en zafarrancho de combate, y su comandante, teniente de fragata Francisco Javier Ca­ves­tany, anunció públicamente que si Ma­ceo se apoderaba de Baracoa bombardearía la ciudad hasta no dejar en pie una sola casa.
La acción victoriosa de Alto del Pino se es­parció como pólvora por todo el país, que glorificó el regreso de Maceo a la Patria. El Titán de Bronce envió un mensajero al General mambí Pedro Agustín Pérez (sublevado en Guan­tá­namo desde el 24 de febrero) para contactar con él y decidió que Ruenes y sus hombres permanecieran en predios baracoenses en espera de otros desembarcos de revolucionarios.
Perseguido insistentemente por los españoles, el General Antonio marchó con su tropa por las montañas hacia Guantánamo, abriéndose camino a machete limpio por el tupido mon­te, hasta que el 8 de abril, tras ser sorprendidos por fuerzas enemigas en la comunidad de La Ale­gría, Yateras, quedaron divididos en tres grupos.
El de Flor Crombet y José Maceo llegó el día 10 al Alto de Palmarito y comenzó a bajar por un camino en zigzag, de los construidos a principios del siglo XIX por los colonos franceses. Sus integrantes vieron venir a los soldados es­pañoles en dirección opuesta y se produjo el combate donde caen Flor y otros comba­tien­tes. José Maceo salvó su vida lanzándo­se por un barranco, mientras otros jefes mambises son hechos prisioneros. A partir de ese mo­men­to co­menzó una verdadera odisea pa­ra los ex­pedicionarios.
Por su parte, Antonio Maceo y su grupo lo­gran escapar, siempre perseguidos muy de cer­ca, con el enemigo pisándole los talones, pa­sando por múltiples penalidades y caminando 186 kilómetros, desde el punto de desembarco, hasta que lograron hacer contacto con un campamento cubano el 18 de abril. Al llegar al campamento el jefe mambí tenía un grado de deterioro físico tal que no fue reconocido en un primer momento.
De los 23 expedicionarios de la goleta Ho­nor solo nueve lograron reunirse con las tropas insurrectas, entre ellos Antonio y José Maceo. En su libro La expedición del Honor el historiador Hugo Crombet (nieto del General Flor), refleja que con la llegada de estos dos generales a las fuerzas mambisas, no solo Oriente, sino todo el espacio de la Cuba insurrecta comienza a organizarse, sucediéndose una serie de combates victoriosos en toda la región, con la participación de las huestes guantanameras.
Transcurridos apenas diez días del desembarco por Duaba, el 11 de abril de 1895, llegaron por Playita de Cajobabo, Imías, José Martí, Máximo Gómez y otros patriotas para participar en la contienda. Cerca de un año después, el 24 de marzo de 1896, el General Calixto Gar­cía arriba a la playa de Maraví, en Baracoa, al frente de una poderosa expedición, tanto en hombres como en armas.
De esta forma se cumplía con la estrategia martiana concebida para la Guerra Necesaria de que las expediciones militares a Cuba jugaran un importante papel, trasladando pertrechos, combatientes y, sobre todo, líderes reconocidos de las contiendas anteriores, que mo­vilizaran a los cubanos a derrocar al régimen co­lonial español.
Desde 1903, en lo que se considera la peregrinación más antigua de Cuba, los baracoenses marchan a pie varios kilómetros, desde el sitio donde el Coronel Félix Ruenes dio el grito de ¡Viva Cuba libre!, para ponerse a las órdenes de Maceo, hasta el monumento que perpetúa el desembarco en Duaba.


Fuentes:
EcuRed
César García del Pino: Expediciones de la Guerra de Independencia. 1895-1898, Edi­torial de Ciencias Sociales, La Habana, 1996.
Hugo Crombet Bravo: La expedición del Ho­n­or. Editorial Oriente, 2003.
Archivo del autor.

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