Como parte de esa estrategia el 25 de marzo de 1895 salen de Costa Rica en el vapor inglés Adirondack, que cubría la ruta entre Centroamérica y Nueva York, 23 expedicionarios, encabezados por los mayores generales Antonio Maceo, José Maceo y Flor Crombet.
La noticia de la partida de Costa Rica del General Antonio y sus compañeros con destino a Cuba, inquietó a las autoridades españolas, por lo que representaba el Titán de Bronce entre las tropas mambisas. Como respuesta el gobierno peninsular designó a Arsenio Martínez Campos Capitán General de la isla de Cuba y general en jefe del ejército español en operaciones, a la vez que aumentó sus efectivos en la codiciada colonia.
Después de un azaroso viaje que los llevó a Kingston (Jamaica) y Fortune Island (Bahamas), donde alquilan la goleta Honor, los expedicionarios desembarcan en la madrugada del primero de abril de ese año por playa Duaba, Baracoa. Con ellos lograron traer solo 11 fusiles, con 75 cartuchos cada uno, 23 revólveres y 15 machetes.
Empapados de agua de mar, sin conocer el lugar que pisaban, salvo la seguridad de estar en tierra cubana, los independentistas se pusieron en marcha envueltos aún en las sombras del amanecer. Llegaron a un rancho habitado por un camagüeyano, Santos Rodríguez, quien les informó que se encontraban en la desembocadura del río Duaba, cerca de la ciudad de Baracoa.
Luego se dirigieron al caserío del lugar y acamparon en Alto del Pino, una pequeña elevación donde estaba situada una tienda, propiedad de Pedro Godoy. Allí, a pesar del cansancio de todos, Maceo estableció las guardias y organizó a sus hombres para no ser sorprendidos y poder repeler cualquier ataque.
A las tres horas de haber establecido el campamento, los centinelas avisaron que tropas españolas se dirigían hacia ellos.
Era una compañía de infantería, incompleta, 75 soldados y clases, del Regimiento Simancas No. 64, al mando del teniente Fernández. Delante de la casa que ocupaban, dominando el camino por donde avanzaban los españoles, Maceo situó convenientemente a los expedicionarios armados de rifles (bravos luchadores y expertos guerrilleros de la Guerra Grande), mientras el resto, bisoños, jóvenes y mal armados, servían de retén y cubrían la retaguardia.
Cuando los españoles se acercaron a tiro de fusil, ordenó hacer fuego, cayendo algunos soldados a la primera descarga cubana. La tropa retrocedió amparándose en una cerca, desde donde ripostaron con descargas cerradas, intentando atacar de nuevo, pero fueron rechazados, retirándose ante la certera puntería de los tiradores mambises, que gritaban entusiasmados: ¡Aquí está Maceo! ¡Viva Cuba Libre! La acción de guerra duró cerca de media hora. Los españoles, derrotados, se retiraron llevándose dos muertos y nueve heridos. Fue un éxito franco para los cubanos.
El regreso a Baracoa de la tropa española, con sus muertos y heridos, causó enorme sensación en la ciudad. Esa misma tarde Félix Ruenes se sublevó en el barrio La Playa, yendo a incorporarse al grupo del General Maceo, que había trasladado su campamento a la finca El Juncal.
Mientras tanto, los rumores que circulaban en la antiquísima urbe hicieron temer a la guarnición española que Maceo la asaltara esa misma noche. El cañonero Nueva España se colocó en zafarrancho de combate, y su comandante, teniente de fragata Francisco Javier Cavestany, anunció públicamente que si Maceo se apoderaba de Baracoa bombardearía la ciudad hasta no dejar en pie una sola casa.
La acción victoriosa de Alto del Pino se esparció como pólvora por todo el país, que glorificó el regreso de Maceo a la Patria. El Titán de Bronce envió un mensajero al General mambí Pedro Agustín Pérez (sublevado en Guantánamo desde el 24 de febrero) para contactar con él y decidió que Ruenes y sus hombres permanecieran en predios baracoenses en espera de otros desembarcos de revolucionarios.
Perseguido insistentemente por los españoles, el General Antonio marchó con su tropa por las montañas hacia Guantánamo, abriéndose camino a machete limpio por el tupido monte, hasta que el 8 de abril, tras ser sorprendidos por fuerzas enemigas en la comunidad de La Alegría, Yateras, quedaron divididos en tres grupos.
El de Flor Crombet y José Maceo llegó el día 10 al Alto de Palmarito y comenzó a bajar por un camino en zigzag, de los construidos a principios del siglo XIX por los colonos franceses. Sus integrantes vieron venir a los soldados españoles en dirección opuesta y se produjo el combate donde caen Flor y otros combatientes. José Maceo salvó su vida lanzándose por un barranco, mientras otros jefes mambises son hechos prisioneros. A partir de ese momento comenzó una verdadera odisea para los expedicionarios.
Por su parte, Antonio Maceo y su grupo logran escapar, siempre perseguidos muy de cerca, con el enemigo pisándole los talones, pasando por múltiples penalidades y caminando 186 kilómetros, desde el punto de desembarco, hasta que lograron hacer contacto con un campamento cubano el 18 de abril. Al llegar al campamento el jefe mambí tenía un grado de deterioro físico tal que no fue reconocido en un primer momento.
De los 23 expedicionarios de la goleta Honor solo nueve lograron reunirse con las tropas insurrectas, entre ellos Antonio y José Maceo. En su libro La expedición del Honor el historiador Hugo Crombet (nieto del General Flor), refleja que con la llegada de estos dos generales a las fuerzas mambisas, no solo Oriente, sino todo el espacio de la Cuba insurrecta comienza a organizarse, sucediéndose una serie de combates victoriosos en toda la región, con la participación de las huestes guantanameras.
Transcurridos apenas diez días del desembarco por Duaba, el 11 de abril de 1895, llegaron por Playita de Cajobabo, Imías, José Martí, Máximo Gómez y otros patriotas para participar en la contienda. Cerca de un año después, el 24 de marzo de 1896, el General Calixto García arriba a la playa de Maraví, en Baracoa, al frente de una poderosa expedición, tanto en hombres como en armas.
De esta forma se cumplía con la estrategia martiana concebida para la Guerra Necesaria de que las expediciones militares a Cuba jugaran un importante papel, trasladando pertrechos, combatientes y, sobre todo, líderes reconocidos de las contiendas anteriores, que movilizaran a los cubanos a derrocar al régimen colonial español.
Desde 1903, en lo que se considera la peregrinación más antigua de Cuba, los baracoenses marchan a pie varios kilómetros, desde el sitio donde el Coronel Félix Ruenes dio el grito de ¡Viva Cuba libre!, para ponerse a las órdenes de Maceo, hasta el monumento que perpetúa el desembarco en Duaba.
Fuentes:
EcuRed
César García del Pino: Expediciones de la Guerra de Independencia. 1895-1898, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1996.
Hugo Crombet Bravo: La expedición del Honor. Editorial Oriente, 2003.
Archivo del autor.
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