Creado el Viernes, 08 Abril 2016 09:04 | Jorge Wejebe Cobo| Foto Archivo
Después del Pacto del Zanjón y el fracaso de la Guerra Chiquita en
1880, en la Isla-destruida por 10 años de contienda-, parecía que el
programa independentista estaría relegado por largo tiempo ante el
desarrollo de las ideas demagógicas del autonomismo, de los recién
fundados partidos liberal, conservador y constitucional,
principalmente, todos representativos de una variante armónica al
sometimiento del poder colonial.
Es muy probable que ese hubiera sido el destino de Cuba, de no ser por la genialidad de José Martí.
En esa etapa conocida como la “Tregua Fecunda”, Martí va a contracorriente, exalta los valores de la lucha en la manigua y
califica
la Protesta de Baraguá “como lo más digno de nuestra historia”, con lo
que salva el baldón del Pacto del Zanjón e inicia una larga y
paciente labor de preparación de la nueva gesta libertaria sobre bases
organizativas nuevas y sin antecedente alguno para esa época.
El
10 de abril de 1892 el Apóstol culmina una importante etapa de trabajo
clandestino y anuncia la proclamación del Partido Revolucionario Cubano
(PRC), al cual se sumarían las asociaciones cubanas y puertorriqueñas
en el extranjero, para conducir al país a la independencia.
La
organización establece como objetivo primero lograr la independencia
de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico, y define la próxima
contienda como “generosa y breve”, encaminada a asegurar en la paz y el
trabajo, la felicidad de los habitantes de la Isla".
Propuesto y
concebido por el Héroe Nacional, este proyecto sería el primero que
dirigiría exitosamente un movimiento popular de insurrección nacional
contra una potencia colonialista como España, bajo bases civilizadas de
un alto contenido democrático y adelantado para la época.
Para
ello se perseguía “Fundar un pueblo nuevo y de sincera democracia,
capaz de vencer los peligros de la libertad, restaurar la hacienda y
salvar al país de los peligros internos y externos que lo amenacen”.
Además,
se proponía unir a todos los revolucionarios y recaudar los fondos
necesarios “sin compromisos inmorales ni con hombre, ni entidad alguna”.
La responsabilidad y vocación internacionalista de la
independencia cubana se reflejó en otro de sus propósitos: el de cumplir
en “la vida histórica del continente, los deberes difíciles que su
situación geográfica le señale”.
Igualmente incluía un
reglamento secreto, el cual especificaba que la organización del PRC
estaba basada principalmente en los clubes y asociaciones de emigrados,
los cuales por sus representantes elegirían anualmente o ratificarían a
la máxima dirección de Partido, y el Delegado rendiría cuentas de sus
funciones a esas instancias.
Tanto en ese documento como en el
Manifiesto de Montecristi y en toda la obra política del Maestro,
sobresale su objetivo de alcanzar una república libre de los errores
del caudillismo y de dictaduras con que nacieron las primeras naciones
de Nuestra América después de la independencia a principios del siglo
XIX; e impedir la expansión del naciente imperialismo norteamericano.
También
en una fecha tan temprana como 1882, Martí escribió al generalísimo
Máximo Gómez, sobre las tendencias anexionistas que afectarían la causa
emancipadora perturbada por el cercano fracaso del Pacto del Zanjón en
1878.
Le argumentó en su misiva a Gómez (…) “Pero si no está en
pie, elocuente y erguido, moderado, profundo, un partido revolucionario
que inspire, por la cohesión y modestia de sus hombres, ya la sensatez
de sus propósitos, una confianza suficiente para acallar el anhelo del
país, ¿A quién ha de volverse, sino a los hombres del partido
anexionista que surgirán entonces?(…)”
No obstante, la idea de
un Partido para dirigir la revolución no transitó por camino fácil y
requirió de Martí una actividad que en no en pocas ocasiones afectó su
quebrantada salud. Así asumió la dura decisión de separarse del plan
Máximo Gómez-Antonio Maceo en 1884, al considerar que llevaba el
peligro del caudillismo.
Sin embargo, ese rompimiento temporal
con los máximos líderes de la anterior contienda lo debió de llevar a
diseñar una organización política superior para la conducción de la
Guerra Necesaria y para unir a todos los patriotas, con el fin de salvar
a la Revolución de las divisiones que tanto afectaron a la primera
emancipación, la de los Diez Años.
Posteriormente, Gómez y Maceo
apoyaron el programa del PRC y serían decisivos en su consolidación y
la conducción de la guerra tras la caída del Apóstol, lo que probaría
cómo eran ajenos a cualquier tendencia sectaria en las filas
revolucionarias.
Cuando José Martí se aprestaba a organizar en
la manigua las estructuras del partido y a sentar las bases de sus
funciones de cara al escenario bélico después de su desembarco por
Playitas de Cajobabo, escribió la conocida carta a Manuel Mercado, poco
antes de caer en combate el 19 de mayo de 1895, en la cual deja
establecido que su misión era la de impedir que los EE.UU. realizaran su
destino imperialista en América Latina.
Era obvio que para su
fundador, el Partido Revolucionario Cubano sería el vehículo fundamental
para establecer la nueva patria cubana en la que plasmaría su programa
tan adelantado a su tiempo y no comprendido en todo su alcance por
muchos de sus seguidores.
Tras su muerte, el PRC dejó de tener
el alcance estratégico que su mentor le deparó y su función se redujo a
una necesaria instancia aglutinadora y de apoyo logístico efectivo a
la guerra desde el exterior y al final de la contienda, cuando quedó
ocupada la Isla por Estados Unidos, fue disuelto por Tomás Estrada Palma
en 1898, cuando fungía como Delegado sustituto.
Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.
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