Por Arthur González
Se puede pensar diferente, tener
opiniones contrarias, pero a la larga se descubren las mentiras y es lo
que está pasando con la falsamente declarada como refugiada política,
Rosa María Payá Acevedo, quien pactó con diplomáticos estadounidenses en
La Habana una visa de refugiada política, a cambio de acusar a las
autoridades cubanas de ser responsables de la muerte de su padre, Oswaldo Paya Sardiñas.
Después de recorrer Europa intentando converse a todos de lo que nunca
ha podido demostrar, Rosa María fue enviada nuevamente a la Habana para
repetir lo que su padre en vida no logró, que fue solicitar un
plebiscito a partir de un grupo de firmas que dice haber obtenido de más
de 35 mil ciudadanos y entregarlas en la Asamblea Nacional.
Con ese hecho trata de opacar la repercusión que ha tenido su regreso a
Cuba, después que hizo campañas de prensa de que su vida corría peligro y
por eso se marchaba a Miami.
¿Si fuera realmente una perseguida como explica a la prensa que circula
libremente por las calles y plazas habaneras sin ser molestada e incluso
dirige el grupo que exige el plebiscito?
¿Por qué la prensa de Miami no le pregunta al Departamento de Estado los motivos que poseen para mantenerle la categoría de perseguida política y le exigen una respuesta a ella de cómo puede vivir a plenitud de libertad en Cuba y a la vez disfrutar de las ventajas que le concede tener el estatus de refugiada política en Estados Unidos y los beneficios económicos que este le otorga?
Rosa María es una más de las decenas de “disidentes” que han engañado a
la opinión pública con similares argumentos, como ya lo hizo la vetusta
Martha Beatriz Roque Cabello con su “huelga del aguacate” o el
desprestigiado Elizardo Sánchez Santa Cruz y Pacheco, cuando enviaba al
extranjero listados de presos con los nombres de futbolistas españoles,
latinoamericanos y poetas del siglo XIX.
Ser contrarrevolucionario en Cuba es un oficio muy bien pagado y se ha
convertido en un negocio jugoso, el cual permite a varios personajes
vivir sin sudar la camisa, como ahora sucede con esta huérfana que a
costa del padre viaja por medio mundo y hasta ha sido recibida y
apadrinada por senadores y representantes a la cámara de Estados Unidos.
Evidentemente, esta muchacha al igual que los viejos asalariados de
Estados Unidos, ha perdido la vergüenza y sin el más mínimo pudor posee
la condición de refugiada política y a la vez disfruta de la seguridad y
tranquilidad ciudadana de la Cuba que dejó ante el supuesto “temor de
perder la vida”.
Esos son los personajes que utiliza Estados Unidos en su fracasado
intento de desmontar el socialismo y precisamente es ahí donde está su
fracaso, porque personas sin moral nunca podrán convencer al pueblo
cubano para que abandone el sistema que les alfabetizó, le sano su
cuerpo de enfermedades curables y de las que antes morían por no poder
pagar la asistencia médica, le dio cultura y sobre todo dignidad para
enfrentarse al imperio más poderoso de la tierra.
Por eso ante las cruzadas de prensa, falsas acusaciones y patrañas
tejidas desde Miami, los cubanos se mantienen unidos y firmes, porque
como dijera José Martí:
“La dignidad nunca muere”.