A finales de mayo de 1966 la Agencia Central de
Inteligencia desencadenó una operación clandestina contra la Revolución
cubana, que intentaba crear las condiciones necesarias para ejecutar
nuevas acciones subversivas, una de estas incluía la ejecución de un
plan de atentado contra la vida del Comandante en Jefe Fidel Castro
Ruz. La acción conjunta de unidades de la Marina de Guerra
Revolucionaria y la Fuerza Aérea, un grupo de soldados de una batería
antiaérea, y varios combatientes de tropas guardafronteras frustraron la
operación enemiga.
El 29 de mayo el agente de la CIA Antonio Cuesta Valle, cabecilla de
la organización contrarrevolucionaria Comandos L, zarpó hacia Cuba,
desde Tony Roof, en Cayo Marathon, Florida, a bordo de una lancha rápida
de 23 pies de eslora fuertemente artillada. Lo acompañaban cinco
terroristas, entre ellos Sandalio Herminio Díaz García, connotado
elemento gangsteril, con una larga historia de crímenes al servicio de
la mafia dentro del territorio cubano, acostumbrado a realizar
“acciones ejecutivas”, eufemismo con el que la Agencia acostumbraba a
mencionar los planes de atentado contra la vida de líderes extranjeros.
Alrededor de las 11 de la noche, la embarcación se detuvo frente a
Monte Barreto, en La Habana y por una de sus bandas bajaron un bote de
goma. Después descendieron varios hombres armados cargando maletines.
Al llegar a tierra hicieron emplazamientos de bazukas, y colocaron el
armamento en completa disposición combativa.
Cerca del lugar, los combatientes de una batería antiaérea ante el
probable desembarco enemigo, lanzaron varias luces de bengala provocando
la estampida de los infiltrados. Los dos terroristas que estaban cerca
del mar, arrojaron sus respectivas subametralladoras M-3 y nadaron hasta
la lancha, mientras otros dos corrieron hacia el monte en dirección al
hotel Comodoro, y no se detuvieron, ni ante el disparo de advertencia
realizado desde la batería.
Mientras tanto, la patrulla de recorrido de la escuela de pesca
Adolfo López Mateo ubicada en el mencionado hotel, e integrada por el
instructor Juan Galarraga Díaz y los alumnos Tomás Quesada Rosales de 19
años y Eduardo Martín Hernández, de 15, al escuchar el disparo de
advertencia, redoblaron las medidas de seguridad, dirigiéndose al aula,
distante del bloque principal del edificio. Al salir, los dos
infiltrados corrían en dirección a ese punto y los combatientes les
dieron el alto, pero no se detuvieron, y tras el primer disparo
volvieron a internarse en el monte. Otro disparo al aire alertó de nuevo
a la batería antiaérea, que con luces de bengala, iluminándolos,
advertía que no tenían oportunidad de escapar.
Internados en el monte los infiltrados se encontraron con los
artilleros que habían salido en su busca, y para tratar de engañarlos le
dieron el alto y la orden de que se identificaran, pero el subjefe de
la batería, viejo combatiente de la lucha contra bandidos y conocedor de
los ardides que utilizaban, les contestó: ¡El que se tiene que
identificar eres tú! La respuesta del enemigo fue un disparo y después
una granada, generalizándose el tiroteo, pues los capitanes Toledo y
Rebellón, de las tropas guardafronteras, se habían incorporado al cerco.
Al mismo tiempo, en la esquina de la calle 70 comenzó la
concentración de patrulleros de la Policía Nacional Revolucionaria y
combatientes de las FAR con sus respectivos equipos, bajo el mando del
comandante Raúl Menéndez Tomasevich en compañía de varios oficiales,
mientras que en el monte, los infiltrados continuaban disparando y
revelando su posición. Una llamarada que sobresalía de unos arbustos,
hizo saltar al capitán Toledo a lo alto de una pequeña elevación, y
desde allí comenzó a disparar. Una ráfaga fue a impactar directamente en
el cuerpo del último terrorista capturado en tierra. De esta forma,
Sandalio Herminio Díaz y Armando Romero no pudieron retornar a la
lancha. Unos minutos antes habían emplazado dos rampas con cohetes
reactivos de un radio de acción de tres a cinco kilómetros. Uno de esos
artefactos fue desactivado, pero el otro no fue localizado y funcionó;
afortunadamente explotó en los terrenos aledaños al hotel Comodoro.
Mientras esto sucedía en tierra, en el mar la Lancha Torpedera
Konsomol (LTK 128) al conocer la aparición de la embarcación pirata,
apenas unas pocas millas navegadas, divisó al enemigo por la banda de
babor, decretó el zafarrancho de combate y abrió fuego con una de las
piezas de artillería y una de las armas automáticas ligeras. La lancha
enemiga maniobró eficazmente, huyendo primero y apareciendo súbitamente
después. En medio del encuentro, se trabó la pieza principal de la
Konsomol por lo que continuaron los disparos con las piezas ligeras y de
mano. También, el sargento de primera Eduardo Garcés recibió una
herida en la cara, de la cual el comandante de la embarcación que
combatía a su lado solo se enteró, cuando hundida la embarcación
enemiga, el mismo le informó: “…El enemigo ha sido aniquilado; estoy
herido”.
La otra embarcación de la Marina de Guerra Revolucionaria que
participó en los hechos, la LTK 141, llevaba a bordo al jefe de la
flotilla, el teniente de flotilla José Luis Cuza Téllez-Girón, al
alférez de navío Pedro Perera Ruiz y a los oficiales Martínez Prieto y
Valdés Rosado. Al llegar al lugar de los sucesos pidieron identificación
sin obtener respuesta, lanzaron una bengala verde captada solo por una
de las dos embarcaciones que combatían, y se dirigieron hacia la que no
se identificó pensando que era la embarcación enemiga, pero se trataba
de la LTK 128, la pasaron a gran velocidad, y se percataron que a babor
de ella, una lancha rápida navegaba a oscuras y haciendo fuego con armas
automáticas.
Desde la LTK 141 el artillero Carlos Mayoral ripostó con el fuego de
su pieza de artillería, al igual que el combatiente del Ministerio del
Interior José Benavides. La embarcación enemiga maniobró rápidamente
simulando que huía hacia la costa cuando en realidad ponía rumbo norte.
La LTK 141 trató de colisionar con ella por la proa; Perera, Martínez
Prieto y Cuza abrieron fuego con las ametralladoras UZI, y Dionisio
González desde la LTK 128 les disparó con una pieza de artillería.
Entre dos fuegos, la lancha pirata volvió a tratar de escapar,
entonces la LTK 141 logró incendiarla, pero al plantear la rendición de
sus tripulantes estos volvieron a responder con el fuego de sus armas
automáticas. Mientras tanto, la LTK 128 les provocó un segundo incendio a
bordo y dos de los infiltrados heridos se lanzaron al agua, quedando
sujetos a la lancha hasta que fueron capturados y trasladados a la LTK
141.
Durante la operación naval el avión IL-14 R con el capitán Francisco
Corbea al frente de la tripulación se mantuvo sobrevolando la zona y
lanzando bombas lumínicas; más tarde se incorporó un avión de la Fuerza
Aérea Revolucionaria a cargo del capitán Armando Ramos Pagán. El
segundo avión IL se encontraba precisando con el radar el rumbo de la
lancha pirata, pero ya las operaciones marítimas habían concluido.
En esta operación los terroristas Herminio Díaz, Armando Romero,
Roberto Anta y Guillermo Sánchez murieron. “Tony” Cuesta y Eugenio
Zaldívar fueron capturados heridos. Fue hundida la lancha enemiga y
ocupada gran cantidad de armas y pertrechos bélicos. Por parte de las
fuerzas revolucionarias resultaron heridos el sargento de primera
Leonardo Garcés y el Jefe de la Escuadrilla alférez de fragata
Leonardo Díaz.
“Tony” Cuesta había quedado gravemente herido al lanzar una granada, y
a pesar de que recibió la atención médica necesaria, como consecuencia
de las heridas quedó ciego y perdió la mano izquierda. Fue sancionado a
30 años de privación de libertad. Zaldívar Cárdenas recibió la misma
condena. Ambos detenidos hicieron importantes revelaciones que
permitieron conocer nuevos elementos sobre las actividades de la CIA y
las organizaciones terroristas, las características de los buques
madre, sus bases en Miami y Puerto Rico, las diferentes rutas que
seguían durante sus operaciones para introducir armas y hombres, la
composición de los teams de infiltración, los métodos utilizados para
ocultar armas y explosivos, y el modus operandi del enemigo durante las
infiltraciones y los ataques piratas contra objetivos en nuestras
costas. En diciembre de 1978 los dos detenidos fueron puestos en
libertad y regresaron a la Florida.
Durante su estancia en prisión, en decenas de ocasiones el enemigo
intentó penetrar clandestinamente por nuestras costas, pero siempre
encontró la misma respuesta.
* Investigador del Centro de Investigaciones Históricas
de la Seguridad del Estado e Historiadora Naval de la Aduana General
de la República, respectivamente.