El 29 de mayo el agente de la CIA Antonio Cuesta Valle, cabecilla de la organización contrarrevolucionaria Comandos L, zarpó hacia Cuba, desde Tony Roof, en Cayo Marathon, Florida, a bordo de una lancha rápida de 23 pies de eslora fuertemente artillada. Lo acompañaban cinco terroristas, entre ellos Sandalio Herminio Díaz García, connotado elemento gangsteril, con una larga historia de crímenes al servicio de la mafia dentro del territorio cubano, acostumbrado a realizar “acciones ejecutivas”, eufemismo con el que la Agencia acostumbraba a mencionar los planes de atentado contra la vida de líderes extranjeros.
Alrededor de las 11 de la noche, la embarcación se detuvo frente a Monte Barreto, en La Habana y por una de sus bandas bajaron un bote de goma. Después descendieron varios hombres armados cargando maletines. Al llegar a tierra hicieron emplazamientos de bazukas, y colocaron el armamento en completa disposición combativa.
Cerca del lugar, los combatientes de una batería antiaérea ante el probable desembarco enemigo, lanzaron varias luces de bengala provocando la estampida de los infiltrados. Los dos terroristas que estaban cerca del mar, arrojaron sus respectivas subametralladoras M-3 y nadaron hasta la lancha, mientras otros dos corrieron hacia el monte en dirección al hotel Comodoro, y no se detuvieron, ni ante el disparo de advertencia realizado desde la batería.
Mientras tanto, la patrulla de recorrido de la escuela de pesca Adolfo López Mateo ubicada en el mencionado hotel, e integrada por el instructor Juan Galarraga Díaz y los alumnos Tomás Quesada Rosales de 19 años y Eduardo Martín Hernández, de 15, al escuchar el disparo de advertencia, redoblaron las medidas de seguridad, dirigiéndose al aula, distante del bloque principal del edificio. Al salir, los dos infiltrados corrían en dirección a ese punto y los combatientes les dieron el alto, pero no se detuvieron, y tras el primer disparo volvieron a internarse en el monte. Otro disparo al aire alertó de nuevo a la batería antiaérea, que con luces de bengala, iluminándolos, advertía que no tenían oportunidad de escapar.
Internados en el monte los infiltrados se encontraron con los artilleros que habían salido en su busca, y para tratar de engañarlos le dieron el alto y la orden de que se identificaran, pero el subjefe de la batería, viejo combatiente de la lucha contra bandidos y conocedor de los ardides que utilizaban, les contestó: ¡El que se tiene que identificar eres tú! La respuesta del enemigo fue un disparo y después una granada, generalizándose el tiroteo, pues los capitanes Toledo y Rebellón, de las tropas guardafronteras, se habían incorporado al cerco.
Al mismo tiempo, en la esquina de la calle 70 comenzó la concentración de patrulleros de la Policía Nacional Revolucionaria y combatientes de las FAR con sus respectivos equipos, bajo el mando del comandante Raúl Menéndez Tomasevich en compañía de varios oficiales, mientras que en el monte, los infiltrados continuaban disparando y revelando su posición. Una llamarada que sobresalía de unos arbustos, hizo saltar al capitán Toledo a lo alto de una pequeña elevación, y desde allí comenzó a disparar. Una ráfaga fue a impactar directamente en el cuerpo del último terrorista capturado en tierra. De esta forma, Sandalio Herminio Díaz y Armando Romero no pudieron retornar a la lancha. Unos minutos antes habían emplazado dos rampas con cohetes reactivos de un radio de acción de tres a cinco kilómetros. Uno de esos artefactos fue desactivado, pero el otro no fue localizado y funcionó; afortunadamente explotó en los terrenos aledaños al hotel Comodoro.
Mientras esto sucedía en tierra, en el mar la Lancha Torpedera Konsomol (LTK 128) al conocer la aparición de la embarcación pirata, apenas unas pocas millas navegadas, divisó al enemigo por la banda de babor, decretó el zafarrancho de combate y abrió fuego con una de las piezas de artillería y una de las armas automáticas ligeras. La lancha enemiga maniobró eficazmente, huyendo primero y apareciendo súbitamente después. En medio del encuentro, se trabó la pieza principal de la Konsomol por lo que continuaron los disparos con las piezas ligeras y de mano. También, el sargento de primera Eduardo Garcés recibió una herida en la cara, de la cual el comandante de la embarcación que combatía a su lado solo se enteró, cuando hundida la embarcación enemiga, el mismo le informó: “…El enemigo ha sido aniquilado; estoy herido”.
La otra embarcación de la Marina de Guerra Revolucionaria que participó en los hechos, la LTK 141, llevaba a bordo al jefe de la flotilla, el teniente de flotilla José Luis Cuza Téllez-Girón, al alférez de navío Pedro Perera Ruiz y a los oficiales Martínez Prieto y Valdés Rosado. Al llegar al lugar de los sucesos pidieron identificación sin obtener respuesta, lanzaron una bengala verde captada solo por una de las dos embarcaciones que combatían, y se dirigieron hacia la que no se identificó pensando que era la embarcación enemiga, pero se trataba de la LTK 128, la pasaron a gran velocidad, y se percataron que a babor de ella, una lancha rápida navegaba a oscuras y haciendo fuego con armas automáticas.
Desde la LTK 141 el artillero Carlos Mayoral ripostó con el fuego de su pieza de artillería, al igual que el combatiente del Ministerio del Interior José Benavides. La embarcación enemiga maniobró rápidamente simulando que huía hacia la costa cuando en realidad ponía rumbo norte. La LTK 141 trató de colisionar con ella por la proa; Perera, Martínez Prieto y Cuza abrieron fuego con las ametralladoras UZI, y Dionisio González desde la LTK 128 les disparó con una pieza de artillería.
Entre dos fuegos, la lancha pirata volvió a tratar de escapar, entonces la LTK 141 logró incendiarla, pero al plantear la rendición de sus tripulantes estos volvieron a responder con el fuego de sus armas automáticas. Mientras tanto, la LTK 128 les provocó un segundo incendio a bordo y dos de los infiltrados heridos se lanzaron al agua, quedando sujetos a la lancha hasta que fueron capturados y trasladados a la LTK 141.
Durante la operación naval el avión IL-14 R con el capitán Francisco Corbea al frente de la tripulación se mantuvo sobrevolando la zona y lanzando bombas lumínicas; más tarde se incorporó un avión de la Fuerza Aérea Revolucionaria a cargo del capitán Armando Ramos Pagán. El segundo avión IL se encontraba precisando con el radar el rumbo de la lancha pirata, pero ya las operaciones marítimas habían concluido.
En esta operación los terroristas Herminio Díaz, Armando Romero, Roberto Anta y Guillermo Sánchez murieron. “Tony” Cuesta y Eugenio Zaldívar fueron capturados heridos. Fue hundida la lancha enemiga y ocupada gran cantidad de armas y pertrechos bélicos. Por parte de las fuerzas revolucionarias resultaron heridos el sargento de primera Leonardo Garcés y el Jefe de la Escuadrilla alférez de fragata Leonardo Díaz.
“Tony” Cuesta había quedado gravemente herido al lanzar una granada, y a pesar de que recibió la atención médica necesaria, como consecuencia de las heridas quedó ciego y perdió la mano izquierda. Fue sancionado a 30 años de privación de libertad. Zaldívar Cárdenas recibió la misma condena. Ambos detenidos hicieron importantes revelaciones que permitieron conocer nuevos elementos sobre las actividades de la CIA y las organizaciones terroristas, las características de los buques madre, sus bases en Miami y Puerto Rico, las diferentes rutas que seguían durante sus operaciones para introducir armas y hombres, la composición de los teams de infiltración, los métodos utilizados para ocultar armas y explosivos, y el modus operandi del enemigo durante las infiltraciones y los ataques piratas contra objetivos en nuestras costas. En diciembre de 1978 los dos detenidos fueron puestos en libertad y regresaron a la Florida.
Durante su estancia en prisión, en decenas de ocasiones el enemigo intentó penetrar clandestinamente por nuestras costas, pero siempre encontró la misma respuesta.
* Investigador del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado e Historiadora Naval de la Aduana General de la República, respectivamente.
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