Toda una vida dedicada al judo necesariamente se traduce en éxitos. Este sábado el entrenador Ronaldo Veitía dijo hasta luego al calor de sus discípulas, esas que de su mano coronaron la gloria y encumbraron a Cuba en el Olimpo deportivo. Ya no saltará, estremecerá la esquina con su voz e indicaciones puntuales, abrirá sus brazos al cielo en señal de victoria.
Pero siempre seguirá latiendo al compás de un randori, una buena técnica de inmovilización o un ippon decretado a favor de una judoca antillana: “Es un momento histórico, lo más grande que me ha podido suceder, retirarme oficialmente con esos instantes de gloria frescos en el recuerdo, rodeado de varias generaciones de mis discípulas, coronando una vida por y para el judo. Hoy comprendo la importancia de edificar nuestro deporte desde la base.
Los exhorto a fortalecer el trabajo, sin sus esfuerzos no hubiese sido posible eslabonar semejante cadena de triunfos”, espetó el mentor, que entre otros resultados descollantes atesora 14 preseas en Juegos Olímpicos, incluida la corona por países en Sydney 2000 gracias a dos cetros y otras tantas platas; el cetro universal en Japón 1995; y todos los títulos en los Panamericanos de Mar del Plata en ese mismo año.
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