El
9 de abril de 1958, lo mejor de la juventud cubana se levantó, como
tantas veces ha hecho a través de la historia, para poner fin a la
oprobiosa dictadura de Batista
Villa Clara.—El 9 de abril de 1958, lo mejor de la
juventud cubana se levantó, como tantas veces ha hecho a través de la
historia, para poner fin a la oprobiosa dictadura de Batista, la misma
que hizo regar la sangre generosa de muchos de sus mejores hijos.
Ese día, tal como se había acordado de manera previa, a las 11 de la mañana una canción de moda comenzó a escucharse de manera simultánea en varias emisoras del país: “Ricordati Marcelino, sole pane y sole vino...”. Tras un breve silencio, las notas iniciales del Himno Invasor preludiaron la arenga: “¡Atención, cubanos! ¡Atención! Es el 26 de Julio llamando a la Huelga General Revolucionaria. Adelante cubanos. Desde este momento comienza en toda Cuba la lucha final que solo terminará con el derrocamiento de la dictadura...” Había comenzado la Huelga del 9 de abril de 1958.
A partir de ese instante dieron inicio las acciones en gran parte del país. Descontando las numerosas arremetidas de los frentes guerrilleros en apoyo a la huelga, que incluyeron la presencia de Camilo Cienfuegos en los llanos del Cauto, hubo hechos de mayor o menor envergadura en varias provincias cubanas.
Fue así como se produjo el asalto a emisoras nacionales y provinciales, a la armería de La Habana Vieja, la voladura de registros de electricidad, paros y sabotajes en varias terminales del transporte, la quema de gasolineras y de vehículos, descarrilamiento de trenes, ataques a cuarteles de la tiranía y a la cárcel de Boniato y la interrupción del tránsito en diversos sitios, entre otras actividades desarrolladas.
A pesar de que aquel día hubo combates y se derramó sangre cubana en casi toda la Isla, fue en Sagua la Grande donde por más tiempo logró tomarse el control de la ciudad, y alcanzó mayor dimensión la Huelga General Revolucionaria convocada por el Movimiento 26 de Julio.
Por unas 24 horas la urbe villaclareña estuvo bajo dominio de las huestes rebeldes, que lograron tomar varios sitios de importancia de la ciudad y saborear de manera anticipada el néctar de la libertad. Sin embargo, tras el fracaso de la acción en la capital y otros territorios de la nación, las tropas de la tiranía se concentraron en barrer el más importante reducto de resistencia que quedaba en el país.
La metralla cayó sobre el Monte Lucas, donde se había refugiado la mayoría de los amotinados, y otros sitios de la Villa del Undoso, ocasionando la muerte de muchos de los mejores hijos de ese pueblo.
Con razón el Comandante en Jefe, años más tarde al valorar aquel gesto de heroísmo de los sagüeros, expresó: “(...) resultaba realmente extraordinario cómo un número tan reducido de hombres, apoyados por el pueblo, habían podido mantener bajo control durante 24 horas una ciudad del tamaño y de la importancia de Sagua la Grande. (...) no hay duda de ninguna clase de que en la historia de nuestra Revolución aquel día la ciudad de Sagua escribió una página imborrable de heroísmo”.
La derrota de la huelga constituyó uno de los sucesos más dolorosos de la última etapa de lucha del pueblo cubano por su liberación, y cobró en todo el país más de un centenar de víctimas; entre ellos Marcelo Salado, Antonio Aúcar Jiménez, Héctor Martínez Valladares, David Díaz Guadarrama, Neftalí Martínez, Mario Garrido, Raúl Valencia y otra pléyade de jóvenes.
Mas, como afirmara el líder de la Revolución al valorar los acontecimientos, el fracaso contribuyó a acelerar el triunfo que llegaría apenas ocho meses después, el Primero de enero de 1959, pues además del ejemplo que dejaran tantas manifestaciones de heroísmo, sirvió de experiencia para enrumbar mejor la lucha contra la dictadura de Batista y unificar el mando revolucionario, bajo la acertada conducción de Fidel.
Fue una lección bien dura que demostró la importancia de la unidad revolucionaria, aprendida a costa de la sangre derramada de lo mejor de la juventud cubana de entonces; mas constituyó un hito en nuestra historia y momento de reflexión y diálogo entre los revolucionarios reunidos el 3 de mayo de 1958 en Altos de Mompié, en la Sierra Maestra.
Ese día, tal como se había acordado de manera previa, a las 11 de la mañana una canción de moda comenzó a escucharse de manera simultánea en varias emisoras del país: “Ricordati Marcelino, sole pane y sole vino...”. Tras un breve silencio, las notas iniciales del Himno Invasor preludiaron la arenga: “¡Atención, cubanos! ¡Atención! Es el 26 de Julio llamando a la Huelga General Revolucionaria. Adelante cubanos. Desde este momento comienza en toda Cuba la lucha final que solo terminará con el derrocamiento de la dictadura...” Había comenzado la Huelga del 9 de abril de 1958.
A partir de ese instante dieron inicio las acciones en gran parte del país. Descontando las numerosas arremetidas de los frentes guerrilleros en apoyo a la huelga, que incluyeron la presencia de Camilo Cienfuegos en los llanos del Cauto, hubo hechos de mayor o menor envergadura en varias provincias cubanas.
Fue así como se produjo el asalto a emisoras nacionales y provinciales, a la armería de La Habana Vieja, la voladura de registros de electricidad, paros y sabotajes en varias terminales del transporte, la quema de gasolineras y de vehículos, descarrilamiento de trenes, ataques a cuarteles de la tiranía y a la cárcel de Boniato y la interrupción del tránsito en diversos sitios, entre otras actividades desarrolladas.
A pesar de que aquel día hubo combates y se derramó sangre cubana en casi toda la Isla, fue en Sagua la Grande donde por más tiempo logró tomarse el control de la ciudad, y alcanzó mayor dimensión la Huelga General Revolucionaria convocada por el Movimiento 26 de Julio.
Por unas 24 horas la urbe villaclareña estuvo bajo dominio de las huestes rebeldes, que lograron tomar varios sitios de importancia de la ciudad y saborear de manera anticipada el néctar de la libertad. Sin embargo, tras el fracaso de la acción en la capital y otros territorios de la nación, las tropas de la tiranía se concentraron en barrer el más importante reducto de resistencia que quedaba en el país.
La metralla cayó sobre el Monte Lucas, donde se había refugiado la mayoría de los amotinados, y otros sitios de la Villa del Undoso, ocasionando la muerte de muchos de los mejores hijos de ese pueblo.
Con razón el Comandante en Jefe, años más tarde al valorar aquel gesto de heroísmo de los sagüeros, expresó: “(...) resultaba realmente extraordinario cómo un número tan reducido de hombres, apoyados por el pueblo, habían podido mantener bajo control durante 24 horas una ciudad del tamaño y de la importancia de Sagua la Grande. (...) no hay duda de ninguna clase de que en la historia de nuestra Revolución aquel día la ciudad de Sagua escribió una página imborrable de heroísmo”.
La derrota de la huelga constituyó uno de los sucesos más dolorosos de la última etapa de lucha del pueblo cubano por su liberación, y cobró en todo el país más de un centenar de víctimas; entre ellos Marcelo Salado, Antonio Aúcar Jiménez, Héctor Martínez Valladares, David Díaz Guadarrama, Neftalí Martínez, Mario Garrido, Raúl Valencia y otra pléyade de jóvenes.
Mas, como afirmara el líder de la Revolución al valorar los acontecimientos, el fracaso contribuyó a acelerar el triunfo que llegaría apenas ocho meses después, el Primero de enero de 1959, pues además del ejemplo que dejaran tantas manifestaciones de heroísmo, sirvió de experiencia para enrumbar mejor la lucha contra la dictadura de Batista y unificar el mando revolucionario, bajo la acertada conducción de Fidel.
Fue una lección bien dura que demostró la importancia de la unidad revolucionaria, aprendida a costa de la sangre derramada de lo mejor de la juventud cubana de entonces; mas constituyó un hito en nuestra historia y momento de reflexión y diálogo entre los revolucionarios reunidos el 3 de mayo de 1958 en Altos de Mompié, en la Sierra Maestra.
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