MATANZAS.— Decenas de estudiantes, niños, jóvenes y maestros en general recordarán en su tierra natal a Conrado Benítez, el joven vilmente asesinado un día como hoy de 1961 por bandas contrarrevolucionarias alzadas en la zona del Escambray al servicio de la CIA.
Con certeza, en muchas escuelas del país también le rendirán tributo a este joven que, al igual que otros muchos, se hizo maestro voluntario en 1960 para llevar la educación a las zonas más recónditas de la nación.
Odalys López, funcionaria del comité provincial del Partido, precisó que en la mañana de este martes habrá una ceremonia justo en frente de la casa donde nació el joven maestro, en el barrio de Pueblo Nuevo, en esta ciudad. Dijo que el acto constituirá un tributo a aquel muchacho cuyo asesinato conmovió a la opinión pública.
Como parte del homenaje se trasladará hacia esa residencia la muestra del mes acopiada en el Museo Provincial Palacio de Junco, realizarán una peregrinación hasta la tumba que guarda sus restos mortales en el cementerio local y entregarán un cuadro alegórico a Herminia Benítez López, una tía muy cercana a Conrado.
Reynaldo Nilo Chirino, quien representa a los maestros voluntarios en la provincia, manifestó que a la ceremonia de recordación acudirán además maestros voluntarios de Villa Clara y La Habana, así como alfabetizadores y compañeros de graduación en la Sierra Maestra.
Chirino, que lo conoció e intimó con él, lo recuerda como un joven muy humilde, callado y respetuoso, en quien todos admiraban su espíritu solidario y la disposición para acometer cualquier tarea.
Su tía Herminia Benítez, conocida por Miní, confiesa que fue de las personas que más quiso en este mundo. Cuando le dieron la noticia de su muerte se aferró desconsolada a uno de los horcones de su humilde casa. “Aquel día fue uno de los peores de mi vida”, evoca la ya nonagenaria mujer.
Todavía recuerda la cara de alegría de Conrado cuando se enteró del llamado de Fidel a los jóvenes que estaban dispuestos a dar clases en las montañas y lugares apartados. “Llegó a la casa muy contento. Comentó que iban a venir con unas planillas. ‘Yo las voy a llenar’, me dijo”.
Al repasar en su memoria, Miní rememora que los campesinos lo querían mucho. “Salió con ellos incluso a cortar la madera para hacer los pupitres de su escuelita. Tenía apenas 18 años de edad cuando lo mataron, por el delito de enseñar a leer y escribir. No me olvido de él ni un minuto. Siempre lo llevo grabado en mi corazón”.
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