Esta semana el presidente norteamericano Barack Obama presentó al Congreso de su país un proyecto para cerrar la cárcel de la ilegal base de Guantánamo, Cuba.
La idea lleva más de ocho años de lanzada públicamente, pues el actual gobernante, en su campaña electoral para el primer mandato, puso el tema de Guantánamo entre sus prioridades. Pero…
Ahora, cuando falta menos de un mes para que Obama se convierta en el primer presidente de Estados Unidos en visitar Cuba en los últimos 80 años, el cierre de la cárcel de Guantánamo ha vuelto al centro mediático, cuando se sabe que un Congreso totalmente contrario ha reiterado la negativa en aceptar tal medida.
En tal caso, el tema de los reos que aún quedan en aquel reclusorio donde muchos fueron torturados y hasta murieron por las salvajes prácticas usadas contra ellos, está en un limbo jurídico.
Obama pretende que unos 60 sean llevados a prisiones norteamericanas. Pero los republicanos se niegan a ello.
En cuanto al resto de los reclusos, a cuentagotas se han ido ubicando en terceros países.
Según la agencia EFE, el presidente contempla 13 prisiones diferentes dentro de Estados Unidos; y el presupuesto estimado por el Gobierno para acomodar a los detenidos de Guantánamo en suelo estadounidense va de 290 millones a 475 millones de dólares, en función de cuántos sean reubicados finalmente y de la instalación elegida.
De los 91 reos que alberga actualmente Guantánamo, un total de 35 han recibido la aprobación para ser enviados a terceros países “en los próximos meses”, sostuvo el mandatario.
Vale recordar que la instalación carcelera en la ilegal base de Guantánamo fue creada por el expresidente de Estados Unidos George W. Bush, quien envió al lugar a más de 800 prisioneros de varios países por el solo hecho de tener facciones árabes.
Esa historia estuvo acompañada con los vuelos secretos de la CIA estadounidense que involucraron a algunos países europeos que permitieron el tránsito de las naves aéreas con la ilegal carga humana.
Los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos, fueron el pretexto de Bush para lanzar lo que llamó una “cruzada antiterrorista”, convertida de hecho en una siniestra maquinaria en la que se violaban los más elementales derechos humanos.
Las bárbaras torturas a que fueron sometidos los detenidos en la cárcel de Guantánamo; el hecho de que la mayoría de ellos no tuvo acusación alguna que lo pusiera en evidencia como supuesto terrorista; y el no permitírsele abogados defensores ni otros instrumentos jurídicos contenidos en las leyes internacionales; hicieron del tema una verdadera pesadilla moral para los siguientes gobiernos de Estados Unidos.
Llegó al poder entonces, en el 2008, Barack Obama, y entre sus compromisos de campaña, con verdadero apoyo de la población norteamericana y de muchos países e instituciones del mundo; sostuvo que cerraría la cárcel de Guantánamo por constituir un desprestigio para Estados Unidos.
No lo ha podido hacer, principalmente por la férrea oposición de la bancada republicana del Congreso, cuando solo le queda menos de un año como inquilino de la Casa Blanca.
Sin embargo, dio pasos verdaderamente comprometidos al restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba y se pronunció por la eliminación del bloqueo.
Pero, de cerrarse la cárcel de Guantánamo, la visita de Obama a Cuba deberá seguir contribuyendo al objetivo de verdaderas relaciones entre ambos países, algo que pasaría necesariamente por algo más que la existencia de esa instalación convertida en verdadero centro de tortura.
Estados Unidos, sea en época de Obama o de quien lo sustituya en la Casa Blanca, debe devolver a Cuba la base naval de Guantánamo, ese cáncer enquistado en la parte más oriental de la Isla de la Libertad.
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