Por Arthur González.
Han trascurrido 56 años y en Miami no dejan de soñar con cambios en Cuba; al espera de ellos se fueron de la Isla por seis meses y aun sus pronósticos de la caída del socialismo no se han cumplido.
Al ver el derrumbe del socialismo en Europa, en buena medida por los planes de la CIA bajo el gobierno de Ronald Reagan y su programa Democracia, con la ayuda del Vaticano y el reclutamiento de altos funcionarios y militares de esos países, Miami se apuraba a confeccionar posibles escenarios para cuando le tocara el turno a la Revolución cubana, pero ninguno de ellos dio en el blanco.
Estudios llevados a cabo a inicios de los años 2000 por eminentes académicos de Universidades de la Florida, integrantes de la catedra de Estudios cubanos y cubanos nacionalizados norteamericanos de la Universidad de Miami, avizoraban diferentes formas de gobierno post Castro, pero todos quedaron en los papeles.
Entre los escenarios diseñados, divagaron sobre los tipos de gobiernos que sucederían al de Fidel Castro, uno podría ser dirigido por sucesores de línea dura, centristas y/o reformistas. Otro dirigido por las fuerzas armadas y un tercero, denominado de transición, nada menos que encabezado por los asalariados de Washington con la etiqueta de “disidentes”.
¿Alguien pudiera imaginarse a Cuba gobernada por la inculta, grosera y corrupta Berta Soler, a Guillermo Fariñas como vicepresidente y a Ángel Moya, Manuel Cuesta Morua y Yoani Sánchez como ministros? Eso sería lo más parecido al Circo del Sol.
En sus ilusiones llegaron a plantear que, ante tales escenarios, “Estados Unidos tendría que adoptar una política proactiva, con el fin de acelerar la transición democrática en Cuba, llevando a cabo diferentes objetivos y estrategias, en correspondencia con el tipo de gobierno que alcanzara el poder después de la caída de Castro”.
Una de las acciones recomendadas era la de emplear el uso de la diplomacia coercitiva, la cual tendría como propósito lograr la sustitución de un régimen sucesor encabezado por partidarios de línea dura y/o centristas, o uno encabezado por las fuerzas armadas.
Para esto, “necesitarían el respaldo de Canadá, la Unión Europea y los gobiernos “democráticos” de Latinoamérica”.
Pasados tres quinquenios de esos estudios, ahora el Foresight Cuba, vuelve con el manido tema de los escenarios.
Pasados tres quinquenios de esos estudios, ahora el Foresight Cuba, vuelve con el manido tema de los escenarios.
En la nueva versión dada a conocer “casualmente” en Varsovia, Polonia”, recurren al gastado cuento de que “hoy la Isla se encuentra en un punto de inflexión. La infraestructura está destruida. Las arcas se hallan vacías”.
Por tanto, “los cubanos no tienen esperanzas de que la situación mejore y emigran masivamente. No hay cultura de trabajo ni recursos para echar a andar la economía”.
En este nuevo capítulo dejan entrever lo que sucedería realmente en una Cuba post Castro y que refleja el verdadero interés en derrocar a la Revolución socialista que le dio al pueblo lo que nunca tuvo bajo los gobiernos capitalistas.
Entre sus aspiraciones plantean:
Entre sus aspiraciones plantean:
“El Partido Comunista o algunos de sus representantes comienzan un proceso de reparación de daños por los errores cometidos durante los años anteriores. Comienzan un dialogo, ofreciendo algún tipo de compensación a los exiliados y proponiendo un borrón y cuenta nueva entre el Gobierno de Cuba y sus oponentes, tanto en Cuba como en el extranjero”.
“Hay un esfuerzo común para que firmas cubanoamericanas inviertan en el país y comience una auténtica unión económica en Latinoamérica, donde se realicen proyectos comunes con verdadero sentido económico”.
Para ellos el futuro cubano es bien preciso, el país tiene que retornar a manos de los anteriores dueños, pagarle por las nacionalizaciones y la economía volver a ser dominada absolutamente por Estados Unidos.
Para lograrlo persistirán en su Guerra Económica, con el objetivo de hacer fracasar el proyecto socialista e impedir que el Gobierno revolucionario pueda satisfacer las necesidades de la población, creando penurias y el cansancio del pueblo, con el fin de que sea este quien exija los cambios de sistema, tal y como propuso en 1960 el entonces sub secretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Lester Mallory:
“…el único medio previsible que tenemos hoy para enajenar el apoyo interno a la Revolución es a través del desencanto y el desaliento basado en la insatisfacción y las dificultades económicas. Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Negarle dinero y suministros a Cuba para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”. (Foreign Relations USA, tomo VI, p. 886)
Por eso José Martí expresó de Estados Unidos:
“Un deseo absorbente los anima siempre, rueda continua de esta tremenda máquina de adquirir tierras, dinero, subvenciones …”
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