Lisandra Fariñas Acosta
A sus casi dos años de edad, el pequeño Félix Luis no entiende por qué papá se ausentó de casa tantos días, ni comprenderá por qué se marchará de nuevo. Extrañará la seguridad de sus brazos cuando lo sostienen y la ternura que le impregna en cada beso.
Pero este niño cubano un día sabrá lo que es capaz de hacer un hombre que ama la profesión que escogió: salvar vidas. Conocerá entonces la historia de Félix Báez Sarría, uno de los médicos de la Brigada del Contingente Internacional Henry Reeve, quien contrajo el virus del Ébola en el cumplimiento de su misión en Sierra Leona, cuando junto a otros 255 compañeros partió a África Occidental a combatir esta epidemia, la más grave de la historia desde el descubrimiento de la enfermedad en 1976.
Y no hay dudas, podrá decir con orgullo: “Ese es mi padre”, la misma admiración que sienten y sentirán los hijos y familiares de estos hombres, que vieron en ayudar al pueblo africano un deber con la humanidad.
Con este galeno de 43 años, especialista en Medicina Interna, conversó con Granma. “Me siento muy bien desde el punto de vista físico y emocional, la recuperación ha sido buena, estoy descansando, disfrutando la compañía de la familia. Y para más fortuna, a pocos días de estar en Cuba la noticia del regreso a la Patria de Gerardo, Ramón, Antonio”, nos cuenta animado.
De inmediato Félix, quien apenas unos minutos después de llegar a Cuba —y luego de estar hospitalizado varios días a causa del virus—, dijo con firmeza que regresaba a Sierra Leona a terminar lo que empezó, nos dice: “vuelvo en los primeros días de enero”.
¿Tan pronto?, le indago, y me sorprende la respuesta certera de su esposa, Vania Ferrer: “Por supuesto, lo conozco, y no podía ser de otra manera; y lo apoyamos en su decisión”.
“Ese fue el compromiso, periodista, de allá regresamos todos sanos y salvos y con la misión cumplida, porque el aporte de Cuba para contener esta epidemia es esencial. Siempre estuve convencido de que superaría esta enfermedad y le dije a mis compañeros, no se preocupen que yo regreso”, agrega Félix.
Su esposa cuenta cómo escuchar cada día su voz la mantuvo confiada y tranquila, y agradece a las autoridades de salud su constante preocupación, la información diaria y transparente sobre su estado. “Félix es un hombre fuerte”, sostiene con un amor traslúcido y agrega que “siempre supe antes de él irse que era un riesgo, pero soy médico también y entiendo nuestra responsabilidad y lo que somos capaces de hacer por salvar vidas”.
Entonces Félix rememora su estancia en el Hospital Cantonal Universitario de Ginebra y la magnífica atención recibida allí. “Recuerdo que me despertaban y me decían, ¿cómo te sientes?, y ¿de qué te ríes? No se preocupen, me siento bien, les contestaba. Me ayudó mucho el calor humano que me brindaron cada uno de los médicos y enfermeras que me atendieron”.
También comentó las incontables muestras de cariño y apoyo de un pueblo entero y de cientos de personas en el mundo hacia él y su familia, que inundaron los principales espacios digitales de la Isla y redes sociales como Twitter y Facebook. “El doctor Jorge Pérez me mantuvo al tanto de esta solidaridad”, dijo refiriéndose al director del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, quien lo acompañó en Ginebra.
Pero, agrega, “esas muestras de apoyo, esos homenajes que he recibido no los creo propios, sino parte del reconocimiento que merecen todos nuestros colaboradores cubanos en África, y en el resto de los países del mundo. Los profesionales de la salud cubana día a día ofrecen más que profesionalidad, afecto y cariño. La palma de la mano en el hombro de un enfermo a veces ayuda más que cualquier medicina”.
(Tomado de Granma)
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