Por MSc Dr. Arnaldo Rodríguez León, Especialista de I y II Grado en Cardiología. (CAT Guaicaipuro La Misión Médica Cubana ha transcurrido a la par de la Revolución Bolivariana fruto de la cooperación sur-sur entre dos naciones hermanas. La historia nos remonta hasta el 16 de Abril del 2003 cuando se recibe la primera brigada médica de 53 galenos cubanoslos cuales son ubicados en diez de las parroquias más pobres del municipio Libertador del Distrito Capital, de esta manera el gobierno bolivariano asumía un deber olvidado durante la cuarta república, garantizar la salud de los sectores más pobres de la población. Era la primera vez que en este país un médico trabajaba en improvisadas consultas en los cerros a la vez que convivía con sus humildes anfitriones bajo los mismos techos de cartón que en el pasado inspiraran al cantor del pueblo venezolano Alí Primera, surge así Barrio Adentro.
Este tímido pero esperanzador comienzo propició un beneficio incuestionable y motivó la idea de extender Barrio Adentro hacia todos los confines de los 24 estados que integran la República Bolivariana de Venezuela, se desata entonces un huracán de batas blancas a través de toda la nación y el 21 de Octubre del 2003 llega la primera brigada médica de 25 colaboradores a Amazonas, uno de los dos estados selváticos junto al Delta Amacuro.
Para trasladarse por tierra desde el Aeropuerto de Maiquetía hasta Puerto Ayacucho, capital del estado, deben recorrerse aproximadamente 850 kms en un lapso de 12 horas cuyo principal inconveniente esta en Puerto Páez, el paso sobre el majestuoso e imponente Río Orinoco que a finales de la década del 70 nos llegara a través de la excelente serie televisiva “El Hombre y la Tierra” dirigida por el desaparecido Félix Rodríguez de la Fuente. Muchos de nosotros, niños entonces, jamás pensamos que tendríamos la oportunidad de experimentar las emociones de las que nos hablaba el popular naturalista ibérico.
Llegar hasta Puerto Ayacucho, municipio Atures, es apenas el comienzo de la travesía para aquellos misioneros que deberán trasladarse hasta el resto de los seis municipios selváticos del estado, unos por aire con la ayuda de la Fuerza Aérea Nacional y sus diestros pilotos y otros por agua en rústicas embarcaciones llamadas bongos a través de los ríos Orinoco y Negro. Es tan accidentada la geografía en este hermoso paraje de la tierra que aquellos que se dirigen hacia Maroa, un municipio intermedio, deben primero arribar a San Carlos de Río Negro, último municipio fronterizo con Brasil, para después regresar vía fluvial río arriba.
Si difícil era imaginar un médico dando consulta en un cerro antes de Barrio Adentro, mucho más difícil era pensar que en plena selva serían construidos confortables Centros Diagnósticos Integrales (CDI) para atender la hasta entonces desamparada población indígena compuesta por 17 etnias entre las que se destacan las Yanomami, Guahibo, Piaroa y Yekuana, cada una de ellas con su lenguaje y tradiciones diferentes. Hasta ahí llegan nuestros abnegados colaboradores cual émulos de frailes franciscanos del siglo XXI, llenos de amor y convencidos de la importancia de su trabajo, pensando solo en el bien que pueden brindar a cambio de recibir una sonrisa como agradecimiento. Allí viven modestamente despertando cada mañana con el asombroso paradigma de ver cómo era nuestra civilización antes de la despiadada colonización de los españoles, logrando dominar asombrosamente rápido algunos vocablos de los principales dialectos para comunicarse con los enfermos, pues el castellano solo lo hablan algunos hombres en las tribus.
A pesar de lo anterior, el reto mayor no es la travesía, ni las lógicas limitaciones en la comunicación, ni las necesarias modificaciones en la alimentación o las pocas horas con energía eléctrica. Lo más difícil de todo es acostumbrarse al clima de la selva con épocas de lluvia intensa en primavera a la cual los nativos llaman “invierno”, o el excesivo calor a partir de Noviembre al desaparecer las lluvias y que ellos llaman “verano”, a la inversa de lo que vivimos en nuestra isla o hemos aprendido a través de la enseñanza escolar. Alguien dijo en un ocasión que ellos estaban al revés del mundo, sin embargo si nos detenernos a reflexionar, quizás los que estamos al revés somos nosotros.
En la selva cada mañana al levantarte debes seguir la rutina de sacudir tu ropa y revisar el calzado, debes vestir de manera que cubras casi todo tu cuerpo independientemente del calor para evitar las picaduras de insectos. Al salir a la calle camino al CDI o a tu regreso a casa, puedes ver lo mismo pasar volando una bandada de tucanes por encima de ti, que ver un mono de la mano de un indígena, o una culebra venenosa cruzando la calle “asustada” al sentir tus pasos o presencias el hecho casi imposible de hacerle creer a alguno de tus profesores de pregrado, al ver a una india yanomami pariendo de pie.
El trabajo posee la intensidad de la cotidianidad, no hay día de descanso sea sábado o domingo, no obstante una de las cuestiones más complejas es resolver en la práctica médica situaciones que culturalmente son inimaginables para nosotros; partos que demoran y la familia de la embarazada busca la partera de la tribu para que intervenga y nuestro personal debe colaborar cediendo el espacio o más triste aún presenciar como el shaman de la etnia decide que no se puede hacer más nada por el enfermo y la familia acepta la decisión inapelable del gurú agradeciendo a nuestros médicos por la atención prestada y consolándolos a la vez al ver sus ojos llenos de lágrimas.
Estas desgarradoras anécdotas no amilanan el ímpetu de nuestros colaboradores en la amazonía venezolana porque están consientes de que su labor en este apartado paraje está marcada por la entrega, el respeto a una cultura milenaria y la humildad, el rigor de ser capaces de trabajar en las mínimas condiciones, de cuidarse y cuidar a sus compañeros, sin embargo lo que más destacaríamos de ellos es su entusiasmo por saberse capaces de representar dignamente la patria y la medicina cubana, cumpliendo con el deber sagrado de ser internacionalistas y saldar nuestra propia deuda con la humanidad como nos enseñara el Comandante Fidel.uro I, Puerto Ayacucho, Amazonas, Venezuela.)
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