Muy acertadas resultaron las palabras emitidas por el académico Enrique Saínz en el coloquio que se le dedicó a la poeta Lina de Feria, en la sala Nicolás Guillén de La Cabaña. Al titularlas Lina de Feria o de la Poesía, no exagera el ensayista porque esta dama, que impulsada por la necesidad de escribirla tiene ya 29 libros publicados, vive en permanente confabulación con el verso, que como se sabe, es una de sus más auténticas formas.
Un panel moderado por el escritor Jesús David Curbelo tomó como punto de referencia la obra de Lina, una figura imprescindible de las letras cubanas, para dejar al público participante el sabor del regreso a sus libros, y el sincero agradecimiento por el legado poético con que ha deleitado a varias generaciones de amantes de la lírica.
Caridad Atencio valoró el primero de los poemarios de Lina, Casa que no existía, como un libro mítico, y destacó cómo resplandece en Lina el respeto por la obra de los otros, fundamentalmente la de los jóvenes, lo que lo hace posible la nobleza y la sencillez de su alma. Particularmente se detuvo en su poemario País sin abedules, enmarcado en un espacio de claroscuros donde el tiempo vive y muere en una metáfora.
El poeta tiene una profesión siempre a prueba de fuego, expresó Roberto Manzano quien resumió los que consideró los méritos artísticos de Lina, de la que valoró el modo en que ella conservara la línea del intimismo cubano cuando se le hizo bien difícil defenderla después durante décadas. Destacó que los poetas que tienen vena íntima la han visto como un paradigma y es ese el secreto de su fascinación. Destacó como otra de sus fortalezas que tomara el coloquialismo de la época y lo convirtiera en una expresión existencial y que supiera mantener la base surreal, mantenida por la poesía cubana desde los años 30.
Adianys González, filóloga recién graduada, cuya tesis tuvo como tema una arista poco tratada en la ensayística contemporánea —el sujeto lírico femenino que ella desbroza en la obra de Lina— expresó que la humildad es acaso el saldo mayor que le llega del corpus poético de la autora, defendido a capa y espada en el apotegma: “No temas recoger la piedra del camino. La humildad es el único camino para trascender”.
Leonardo Sarría abordó una zona de su obra, la crítica, resumida en tres volúmenes. Espacios imaginarios fue el texto seleccionado para referirse a esta escritura también valiosa, que recuerda “la lógica otra de Lezama”, porque “no se trata de enunciar y juzgar positivamente con instrumentos y modelos teóricos que han de robar su eficacia, sino de adentrarse en el hecho artístico participando, haciendo de la crítica un espacio también imaginario, que no falaz, una actividad igualmente esencial y sanguínea”.
Lina puso fin al coloquio, visiblemente emocionada y agradecida por sus colegas y por la crítica, que, según dice, la explica y le dice qué pasa con ella.
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