Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

sábado, 5 de diciembre de 2015

La mochila o la caja de balas

Montané (Jesús) y yo estábamos recostados contra un tronco, hablando de nuestros respectivos hijos; comíamos la magra ración —medio chorizo y dos galletas— cuando sonó un disparo; una diferencia de segundos solamente y un huracán de balas —al menos eso pareció a nuestro angustiado espíritu durante aquella prueba de fuego— se cernía sobre el grupo de 82 hombres. Mi fusil no era de los mejores, deliberadamente lo había pedido así porque mis condiciones físicas eran deplorables después de un largo ataque de asma soportado durante toda la travesía marítima y no quería que se fuera a perder un arma buena en mis manos. No sé en qué momento ni cómo sucedieron las cosas; los recuerdos ya son borrosos. Me acuerdo que, en medio del tiroteo, Almeida —en ese entonces capitán— vino a mi lado para preguntar las órdenes que había, pero ya no había nadie allí para darlas. Según me enteré después, Fidel trató en vano de agrupar a la gente en el cañaveral cercano, al que había que llegar cruzando la guardarraya solamente. La sorpresa había sido demasiado grande, las balas demasiado nutridas. Almeida volvió a hacerse cargo de su grupo, en ese momento un compañero dejó una caja de balas casi a mis pies, se lo indiqué y el hombre me contestó con cara que recuerdo perfectamente, por la angustia que reflejaba, algo así como “no es hora para cajas de balas”, e inmediatamente siguió el camino del cañaveral. Después murió asesinado por uno de los esbirros de Batista.
Quizás esa fue la primera vez que tuve planteado prácticamente ante mí el dilema de mi dedicación a la medicina o a mi deber de soldado revolucionario. Tenía delante una mochila llena de medicamentos y una caja de balas, las dos eran mucho peso para transportarlas juntas; tomé la caja de balas, dejando la mochila para cruzar el claro que me separaba de las cañas. Recuerdo perfectamente a Faustino Pérez, de rodillas en la guardarraya, disparando su pistola ametralladora. Cerca de mí un compañero llamado Al­bentosa, caminaba hacia el cañaveral.
Así recordó el Comandante Ernesto Che Guevara, en su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria, el impacto que recibió la tropa de 82 hombres que llegaron el día 2 de diciembre por Playa las Coloradas, en la actual provincia de Granma, dispuestos a ser libres o mártires, por la Revolución que traían en sus pechos. Tres días después del desembarco del Granma, el 5, fueron sorprendidos, tras una traición y por la novel condición de soldados, en la zona conocida como Alegría de Pío. El primer combate de lo que sería luego el Ejército Rebelde, dejo solo a dos grupos de expedicionarios, que 13 jornadas más tarde le escucharon decir a su Jefe, con solo 12 hombres y siete fusiles, “ahora sí ganamos la guerra”.

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