Por Pedro Paneque Ruiz /Radio Cadena Agramonte.
Había escuchado en más de una ocasión, de personas muy cercanas al Comandante en Jefe Fidel Castro, que él era un hombre de pormenores, cualidad que pude corroborar en mis coberturas periodísticas durante sus visitas a Camagüey.
En varias oportunidades intercambié palabras con el líder de la Revolución cubana, ya fuera por algún interés noticioso o por la participación que siempre ha dado a los periodistas, con preguntas o búsqueda de criterios, al tratar diversos temas del acontecer económico o social de la región, de Cuba, o del mundo.
A modo de regalo de cumpleaños sirva este recordatorio de esas cosas de Fidel.
En marzo de 1987, Fidel recorrió Camagüey durante varios días, y entre sus acompañantes estaba nada más y nada menos que el noruego Thor Heyerdahl, el expedicionario de la Kon-Tiki.
Lucilo Tejera, colega de la AIN y compañero de correrías por cañaverales y llanuras camagüeyanas, vio las fotos del primer día de visitas y me alertó sobre el asunto, por lo que en la segunda jornada pregunté directamente sobre la persona, a lo cual Fidel respondió que lo había invitado, en calidad de amigo personal, a conocer la realidad cubana y los programas de desarrollo del Socialismo en esta porción del país.
Fidel pidió además, que no diéramos mucha divulgación al tema para que no tomaran represalias contra Heyerdahl, dado el recrudecimiento de las medidas extraterritorales yanquis respecto a Cuba.
Otra muestra de esas sutilezas del Comandante en Jefe fue la anécdota narrada el 25 de julio de 1989, en el teatro de la Universidad de Ciencias Médicas “Carlos J. Finlay”, al recordarle que a esa misma hora, hacía 36 años, había almorzado en Camagüey en vísperas del asalto al cuartel Moncada.
Comentó que el lugar estaba frente a un centro asistencial de salud, en ese entonces clínica Agramonte, hoy hospital militar “Dr. Octavio de la Concepción y de la Pedraja”, y que en la espera del almuerzo, pudo observar unos venados propiedad del dueño de la instalación, quien, por cierto, los había tratado muy bien, sin sospechar siquiera quienes eran tales comensales.
Allí Fidel narró que unas semanas antes, y en los trajines preparatorios de la acción, con el carro que conducía en la ciudad de Camagüey había rozado a un ciclista, al entrar a una gasolinera cercana al Casino Campestre, antigua Riverside, actual servicentro Libertad.
Ante el susto del hombre -ileso-, y el propio, por el daño que pudo haberle ocasionado, decidió sacar de su exigua billetera 20 pesos y entregárselos, algo que resarcía ampliamente lo hecho, pues en ese entonces una bicicleta nueva costaba más o menos esa suma.
Pero donde su meticulosidad nos impresionó sobremanera a cubanos y extranjeros, fue durante un recorrido previo al acto del 26 de julio de 1989, cuando orientó se ofreciera a los periodistas una merienda reforzada.
Ya en el lugar escogido, y en tanto degustábamos un pedazo de pollo frito y refrescos, llegó el Comandante en Jefe, se acercó a nuestra mesa e inquirió si se nos había tratado bien y si estábamos satisfechos.
Ante ese gesto, Charles, un fotógrafo de la AP con quien conversábamos, no salía de su asombro y decía que él había recorrido el mundo en sus labores, e intercambiado con muchos estadistas, pero que nunca ninguno se había interesado porque atendieran como es debido a los hombres y mujeres de la prensa, y menos aún comprobar si de verdad lo hacían, pues eso solo se le ocurría a un hombre de tan alta estatura humana como Fidel. (Fotos: Juan Afón Sánchez)
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