2015-08-18 18:23:20 / web@radiorebelde.icrt.cu / Iván Morales Morales
La aparición en el entorno capitalino de unas pequeñas guaguas amarillas y negras, climatizadas y confortables, cambió el panorama del transporte público en esta ciudad. Ya trasladarse de un punto a otro de la geografía habanera no era un “problema” costoso y mucho menos incómodo.Por el módico precio de cinco pesos en moneda nacional usted acorta las distancias y se ahorra los incómodos y complejos viajes en los ómnibus metropolitanos. Las largas colas y las interminables esperas desaparecieron para dar paso a la agilidad y al trato amable. Al menos así fue en sus momentos iniciales.
El fijador de este servicio tampoco duró mucho –más bien casi nada- en dicha forma de gestión no estatal. Pocos meses habían transcurrido cuando comenzaron a aflorar las primeras indisciplinas.
Pasajeros de pie y apiñados unos sobre otros y cuyos importes no ingresan en los bolsillos de los socios de la cooperativa, cambios de piquera sin la información previa y demoras entre carros fueron algunos de los fenómenos más recurrentes.
Incontables fueron las quejas, y con razón, de los asiduos a este necesario medio de transporte. Si bien es cierto que el costo del viaje es muy asequible al bolsillo, no por ello los clientes están obligados a soportar malos tratos y, por consiguiente, pagar por ellos.
Solo fue necesaria la aparición del problema en diversos medios de prensa nacionales para que de inmediato surgiera una solución. Desaparecieron las personas sin asientos en las guagüitas y el resto de los problemas… pero solo por un breve –casi brevísimo- tiempo.
Así, como renace la mala hierba cuando no se le erradica de una vez, resurgieron estos y otros fenómenos en los tan necesitados taxi rutero. Tras la “tempestad” no regresó precisamente la calma. Todo lo contrario.
Una vez más los choferes comenzaron a hacer de las suyas con total impunidad. Y, claro, los pasajeros se ven obligados a recurrir a ellos, pues no hay muchas alternativas donde escoger y que sean igual de asequibles al bolsillo promedio.
¿Quién toma cartas en el asunto? ¿Qué está haciendo la directiva de esta cooperativa de transporte radicada en el municipio capitalino de la Lisa para velar por el correcto quehacer de sus trabajadores? Si es un secreto a voces el malestar entre la población por estos y otros fenómenos, ¿por qué siguen floreciendo ante la mirada del pueblo?
En fin, urge ponerse manos a la obra para erradicar de una vez y por todas cualquier lastre que entorpezca el buen desempeño de esta forma de gestión, la cual, sin duda, llegó al entorno nacional para quedarse. Y, ojo, aunque los choferes y asociados se rijan un por un reglamento diferente al de antaño, sigue siendo el Estado el principal dueño de los medios de producción. Ello implica que, como mismo se le dio, se le puede quitar. Un sugerencia para tener en cuenta.
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