Por Arthur González.
Para aquellos convencidos de la democracia y los derechos humanos que Estados Unidos pregona a los cuatro vientos, deben saber que eso es pura propaganda, pues en la práctica son los menos democráticos cuando se trata de ahogar pensamientos diferentes a los que ellos imponen.
Así se materializó en Venezuela después que Hugo Rafael Chávez Frías, resultó electo por el voto popular y se enfrentó ideológicamente a las doctrinas dictadas por la Casa Blanca.
No importaron 18 elecciones totalmente transparente, en las que el pueblo lo eligió como su Comandante; para Estados Unidos eso no bastaba y por tanto había que hacerle lo mismo que a Fidel Castro, cuando venció a las fuerzas batistianas, apoyadas y abastecidas por el Departamento de Estado y el Pentágono: una guerra económica total para evitar que el modelo socialista fuera un “mal ejemplo” para América Latina.
Al morir Chávez de un sospechoso cáncer fulminante, los yanquis pensaron que Nicolás Maduro, sin el mismo magnetismo sobre las masas, no podría sostenerse en el poder. Por eso, al conocer que en las urnas el pueblo lo elegía como el Presidente sustituto del Comandante Hugo Chávez, las acciones subversivas se elevaron hasta la violencia callejera, siguiendo los principios de Gene Sharp, aunque tampoco les dio los resultados esperados.
Contra Maduro se ha desplegado todo el arsenal de actividades subversivas conocidas y ejecutadas por la CIA contra numerosos gobiernos no aceptables para ellos y no han podido derrocarlo.
Ahora, ante el temor de que gane las elecciones del domingo 6 de diciembre, se han gastado millones de dólares para sobornar y comprar a cuanto ciudadano les sea útil.
Entre esos comprados está Rosa María Payá Acevedo, hija de un contrarrevolucionario al servicio de Estados Unidos y de algunos de sus aliados europeos.
Para no dejar dudas de que detrás del andamiaje propagandístico contra Maduro está la CIA, enviaron a Caracas a esa contrarrevolucionaria cubana, “refugiada política” en Miami, para apoyar las acciones contra la juventud venezolana, en coordinación con la democracia cristiana y los sectores más reaccionarios de la iglesia católica.
Rosa María está apadrinada por elementos de la mafia terrorista anticubana de Miami, como Ileana Ros-Lehtinen y el senador Marco Rubio, y de política sabe tanto como Maduro de Astrología, por tanto, su presencia en Venezuela solo tiene por objetivo fomentar acciones violentas y desestabilizadoras entre la juventud, mediante el pago de fuertes sumas de dinero entregadas por la CIA.
Para darle un disfraz de política, recientemente fue elegida presidenta de la Red de Jóvenes Latinoamericanos por la Democracia, durante el congreso de la organización celebrado en Costa Rica y con ese pretexto es una “invitada de honor” en Venezuela, del Senador chileno Patricio Walker, con quien también viajó a Caracas.
Después que sus vínculos dentro de los grupos laicos de la iglesia católica en la Habana, no digan que no sabía que Rosa María cumple órdenes de las agencias de inteligencia de Estados Unidos, como es la organización desde Miami del proyecto contrarrevolucionario “Cuba Decide”, que cuenta con apoyo de varias personas dentro del Centro Loyola, adjunto a la Iglesia Sagrado Corazón, de los padres jesuitas en la Habana.
Con esa acción en Venezuela, Rosa María se quitó la careta y de ahora en lo adelante le será imposible demostrar su inocencia como una asalariada más de la extrema derecha de Miami, dirigida por oficiales CIA que le acaban de impartir una rápida preparación especializada de la situación interna de Caracas y las actividades que deberá ejecutar, cómo y con quiénes hacerlas.
Las fuerzas populares venezolanas seguidoras de Chávez, deberán tener los ojos bien abiertos, ubicar su paradero para saber en casa de que opositor está residiendo y alertar a los jóvenes revolucionarios para detectar su presencia entre aquellos que se oponen al socialismo venezolano.
Pero como dijo José Martí:
“Son muchos los vendidos y muchos los venales, pero de un bufido del honor puede echarse atrás a los que, por hábitos de rebaño, o el apetito de las lentejas, se salen de las filas en cuanto oyen el, látigo que los convoca, o ven el plato servido.”