El Comandante Camilo Cienfuegos cumplirá este 6 de febrero 84 años. Dicho así, en presente, pues no puede ser de otro modo, cuando su presencia se conserva viva en el seno del pueblo de donde surgió.
Y es que en poco más de tres años de participación en la vida pública del país, el joven y audaz guerrillero dejó una profunda e impresionante huella en la historia más reciente de la lucha por la liberación nacional.
Camilo, es evidente, supo empinarse, como pedía Mariana Grajales a sus hijos, y así, desde sencillo y típico muchacho de barrio y familia humilde, realizó hazañas extraordinarias. Y lo hizo con la naturalidad de los héroes genuinos, una razón más para calar profundo en el corazón de sus compatriotas, quienes le descubrieron el alma pura y noble de los buenos, de los elegidos.
El riguroso entrenamiento en México, la expedición del yate Granma, los azarosos primeros tiempos de la Sierra Maestra, las audaces operaciones en el llano, la invasión a Occidente, la toma y liberación de Yaguajay, y la firmeza y lealtad para enfrentar a traidores y enemigos, lo forjaron como combatiente y jefe capaz.
Esa intensa entrega a la causa revolucionaria le ofreció también la oportunidad de poner de manifiesto sus excepcionales dotes personales y virtudes humanas.
Con esa capacidad reconocida para penetrar en la esencia de las cosas y los hombres, Fidel le conoció la fibra y sin vacilación lo envió, el primero, a dominar el Llano, y más tarde a reeditar la epopeya invasora de 1895, persuadido de que con él iba la Revolución.
En el ¿Voy bien Camilo? de aquel memorable 8 de enero de 1959, estaba contenida toda la simpatía y confianza acumuladas desde los iniciales e inciertos días de la Sierra Maestra.
Dijo el Che de él: “En su renuevo continuo e inmortal Camilo es la imagen del pueblo”. Y Fidel, al anunciar su desaparición, lo señaló como paradigma revolucionario, cual indiscutible héroe popular y expresó su convicción de que en el pueblo había muchos Camilos. (ACN)
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