- Creado en Martes, 11 Agosto 2015 13:29
- Escrito por Jorge Wejebe Cobo / AIN
Quizás ya no se llegue a saber si el presidente Gerardo Machado construyó su finca de recreo La Nenita en los alrededores de Santiago de las Vegas, en las afueras La Habana, por la belleza del entorno donde los venados salvajes se podían ver desde la terraza de la casa, o por la cercanía al aeropuerto de Boyeros, previendo una posible fuga precipitada, como ocurrió el 12 de agosto de 1933. Ese día estalló la Revolución del 33, provocada por años de represión, asesinatos, violaciones de la Constitución, entreguismo a Estados Unidos, privilegios y corrupción, que conllevaron a que emergieran como enemigos del régimen, además de la izquierda, los partidos tradicionales y hasta los simpatizantes del fascismo agrupados en la organización secreta ABC:
La huelga obrera, iniciada el cinco de julio de 1933 y dirigida por el Partido Comunista en los Ómnibus Cuba, sería el detonante para una acción nacional que se extendería como pólvora a toda la sociedad y provocaría que fueran en vano todas las componendas e intentos para salvar el régimen.
En medio de la crisis final, EE.UU. nombró como nuevo embajador a Benjamin Sumner Welles, quien venía aplicando la fórmula de la mediación entre el Gobierno y la oposición de los partidos burgueses, pero ante un estado insurreccional se vio obligado a considerar como única solución la salida del poder de Machado.
Siguiendo ese guión, el dictador esperaba en su casa de campo La Nenita el anuncio de su renuncia y la asunción al poder de Carlos Manuel de Céspedes, hijo del iniciador de la independencia cubana en 1868 y designado por él para sustituirle, apoyado por el general Alberto Herrera, jefe del ejército, con el fin de preservar la continuidad del sistema neocolonial, inaugurado con la proclamación de la República en 1901, solución diseñada a la medida de los cabildeos de Sumner Welles.
Céspedes realmente pudo acceder a la presidencia solo por 23 días, cuando fue derrocado el cuatro de septiembre por el alzamiento de sargentos y soldados dirigidos por el entonces sargento Fulgencio Batista, que acabarían con el gobierno diseñado por la mediación y la tiranía.
Para Machado, la espera en los campos de Santiago de las Vegas debe haberle traído los recuerdos de mejores tiempos en que disfrutaba del apoyo del poderoso vecino, cuando en esos mismos salones fue anfitrión del estirado mandatario norteamericano Calvin Coolidge, de visita en 1928 para asistir a la VI Conferencia Panamericana, y a quien los obsequiosos sirvientes asediaban con daiquiris helados que gentilmente rechazaba ante la inquisitiva mirada de periodistas.
Ese año, el dictador interpretó correctamente la aprobación de Calvin Coolidge como una luz verde a su continuidad en el poder en un segundo mandato, aunque tuviera que cambiar la Constitución de 1901, escrita bajo la supervisión de La Unión, que no contemplaba esa posibilidad para entrar en colisión con el juego supuestamente democrático de alternancia en el poder de la llamada oposición legal.
Pero mientras el primer magistrado recordaba ese pasado y analizaba su situación actual, en La Habana el pueblo al comprobar que la dictadura había concluido y sin que el ejército o la policía en la calle les recordara los límites de sus anhelos, la muchedumbre se dedicó a ajusticiar o poner presos a los machadistas e incendiar y saquear sus viviendas, en un clima de anarquía y frenesí que tomó la vida de inocentes y que no tardaría en irrumpir también en el todavía tranquilo ambiente de Santiago de las Vegas.
A las 3:20 de la tarde del propio día 12, Machado arribó al aeropuerto de Rancho Boyeros en su Lincoln blindado, junto con funcionarios del régimen depuesto y la escolta presidencial, pero solo pudieron acompañar al tirano en la fuga cinco de ellos pues el único avión disponible era un Sikorski N. M., anfibio, de de seis plazas perteneciente a la Pan American Airways y con tripulación norteamericana que dispuso Sumner Welles, el embajador norteamericano.
Fue un viaje sin regreso para el dictador e inclusive el congreso cubano posterior a su gobierno emitió un decreto prohibiendo que ni sus restos pudieran descansar algún día en la Isla.
Con la caída de la dictadura y la fuga de Machado se iniciaba la Revolución del 33, que aunque terminó en frustración cambió la historia cubana en el siglo XX.
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