Por:
Patricio Montesinos
Eso de pretender ser el grande eternamente y para ello empeñarse en mantener a toda costa su hegemonía internacional conduce a Washington a cometer errores de cálculo estratégicos y tácticos que pueden llevar a Estados Unidos a dejar de ser la potencia que todavía es hoy.
Los cambios geopolíticos que se escenifican en el mundo actualmente, en el que otros países como Rusia y China muestran sus músculos económicos, militares y políticos, y ripostan a la Casa Blanca, son vistos con altanería por representantes de la administración norteamericana, lejos de considerarlos un llamado a su cordura.
Esa vanidad y actuación violenta de los sectores ultraconservadores norteamericanos pueden abocarlos a una guerra de grandes dimensiones, de la que Estados Unidos no necesariamente saldría triunfante, y por supuesto podría provocar la destrucción del planeta tierra.
Ni el Pentágono, ni Washington tienen el control que hace algunos años poseían en un mundo unipolar que ya dejó de serlo con el fortalecimiento cada vez mayor de Rusia y China, y la aparición de nuevas potencias emergentes y bloques regionales capaces de variar a mediano plazo el rumbo de la humanidad.
A su vez, la estrategia de crear el caos en diferentes países y regiones con el objetivo de sacar provechos, como reza el refrán “a río revuelto ganancia de pescador”, se le ha convertido en un boomerang a Estados Unidos en no poco lugares.
Su delirio de grandeza y su industria armamentista los tiene empantanados en guerras sin fin como las de Iraq, Afganistán, y en otros conflictos en naciones del Medio Oriente, en los que actúan indirectamente a través de sus cada vez más débiles aliados de la Unión Europea (UE), o grupos terroristas incontrolables como el Estado Islámico (EI)
En Latinoamérica, por su parte, contrario a actuar sin beligerancia luego de dar un paso histórico e importante con el restablecimiento de las relaciones con Cuba, Washington la emprende con Venezuela, Ecuador, El Salvador, Bolivia, Brasil y Argentina, para conseguir variar la correlación de fuerzas en favor de una derecha regional desprestigiada y sin credibilidad alguna.
Grave error de cálculo también. Estados Unidos debería armonizar con los gobiernos progresistas de la Patria Grande que hacen importantes transformaciones en favor de sus pueblos, pero que en ningún momento le han declarado la guerra, ni mucho menos.
Así se lo hicieron saber en la Cumbre de las Américas de Panamá al presidente Barack Obama, pero dicen que el hombre tropieza con la misma piedra tres veces, y todo indica que en el caso norteamericano es mucho más.
La agresiva campaña pre-electoral que se libra en Estados Unidos, especialmente entre los candidatos del Partido Republicano, es un presagio poco favorable para eventuales transformaciones en su política exterior, que puede aislarlos aun más y terminar como le ocurrió al Imperio Romano.
Washington podría abrirse al mundo en son de paz, aunque cuenta con poco tiempo para ello, y, dicho sea de paso, sofocar llamas internas que tiene encendidas, y con peligro de provocar otra guerra civil, similar a la de Secesión del siglo XIX.
No hay comentarios:
Publicar un comentario