Melba
Hernández Rodríguez del Rey cumpliría hoy 94 años; una mujer tenaz y
valiente, aquella que desde las montañas ayudó a construir ese futuro
que sería posible para toda Cuba cuando el primero de enero de 1959
triunfó la Revolución
“Mi motor es Fidel… mi motor es la Patria. La Patria y Fidel”. Así se
confesaba Melba Hernández Rodríguez del Rey en una entrevista que le
hicieran en el año 1995, en fecha cercana al aniversario del Moncada; un
día que festejaba con la alegría del triunfo de las ideas que los
llevaron a aquel asalto glorioso, y como si fuera su verdadero
cumpleaños, aunque el suyo se celebrara dos días después.
Melba cumpliría hoy 94 años, pero hasta sus últimos momentos conservó una sonrisa como de niña, con quienes le gustaba compartir, quizá por esa fe inquebrantable en las nuevas generaciones que siempre mantuvo. “Tengo una gran confianza en los jóvenes, yo sí creo en ellos y estoy tan segura que si así no fuera no valdría la pena vivir”, confesaba.
Fue la de ella una infancia no exenta de limitaciones, con padres que le inculcaron sentimientos de justicia y amor a la Patria y los héroes que habían luchado por ella. La propia heroína contaría que en su casa aprendió los primeros conocimientos sobre sus raíces, los cuales luego complementó en su escuela, cuya directora había sido mambisa, mensajera en la Guerra del 95. “Esa base hogar-escuela fue la que me formó, a la que debo ser una cubana que tiene por encima de todo a su país y su Revolución: esta Revolución que sacia todos mis sueños…”, afirmaba.
Esa pasión por Cuba la unió a jóvenes como Fidel, Abel y Haydée, y la llevó a involucrarse en los preparativos de lo que sería el 26 de Julio. La misma que la hizo reclamar su participación en las acciones, aun cuando Fidel propuso que ambas mujeres permanecieran resguardadas.
Pero a pesar de haber estado bajo el fuego de las balas, de ver a tantos compañeros asesinados, de las torturas, Melba no pensó jamás en su participación como un acto de valentía, sino como un deber. Incluso luego cuando su actuar fue decisivo en la denuncia de los crímenes cometidos por la tiranía ante el juicio del Moncada, y para desenmascarar la farsa montada con el objetivo de impedir la presencia de Fidel; para ella solo estaba cumpliendo una tarea, y la llevaría a cabo a costa de cualquier sacrificio.
Es por eso que no resulta raro que a la salida de la cárcel no perdiera un instante y se dedicara a la reorganización del movimiento, a la lucha por la excarcelación de los moncadistas, la atención a los familiares de los caídos, la recaudación de fondos para la causa, los vínculos con los exiliados, y la más importante misión: la edición, impresión y distribución clandestina de La Historia me absolverá.
Estuvo entre aquellos que por primera vez escucharon el nombre que tendría ese movimiento: 26 de Julio, y como resultado de la confianza depositada en ella, se convirtió en integrante de su dirección nacional.
Después vino México, el exilio fecundo de donde regresarían para convertirse en libres o mártires y en el cual también estuvo su mano, preparándolo todo, en la despedida a los expedicionarios en el muelle de Tuxpan.
A mediados del año 58 se incorporó al Tercer Frente Oriental Mario Muñoz Monroy, dirigido por Juan Almeida Bosque. Entonces, sus estudios de Derecho, especialidad de la cual se había graduado en 1943, le sirvieron para enfrentar la responsabilidad de atender los asuntos legales, tanto en lo civil como en lo penal.
Al periódico Trabajadores le contaría en 1995: “Tuve que ver con la recaudación del impuesto al café, al ganado; y desde ese punto de vista militar atendía la distribución de las pocas armas que teníamos, la dinamita… Atendí algunos aspectos de la organización de la escuela que por instrucción de Fidel había creado Almeida para dar clases a los campesinos de la Sierra y a los propios compañeros de la tropa”.
Desde las montañas, Melba ayudó a construir ese futuro que sería posible para toda Cuba cuando el primero de enero de 1959 triunfara la Revolución, y todas sus fuerzas las dedicara a llevar adelante el programa del Moncada.
El mismo sitio donde cumplió su injusta condena junto a Haydée la vio desempeñarse en lo que fuera su primera misión. La cárcel de mujeres de Guanajay, a su cargo, dejó de ser un lugar para las vejaciones y se transformó en un espacio que permitió elevar la dignidad de las reclusas.
“Este trabajo es para mí motivo de orgullo porque sucede en el año 60 —no éramos socialistas todavía— y organizamos la vida en la prisión en la base del estudio y el trabajo. Sembramos vegetales y otros cultivos; hicimos un taller de artesanía; se fabricaron cestas para la venta de estos vegetales (…). Se confeccionó ropa para los campesinos de la Sierra Maestra que combatientes del Moncada y familiares de mártires llevaron y repartieron allá”, le contó a la periodista Carmen R. Alfonso.
Su capacidad e inteligencia la hicieron crecer ante las ta-reas que la Revolución puso en sus manos, entre las que se encontraban la subdirección del Instituto Cubano del Petróleo y la vicepresidencia del Banco Popular de Ahorro.
Conmovida su sensibilidad humana ante los horrores que vio en el heroico Vietnam —país que visitó por primera vez en 1962—, no pudo quedarse inmóvil y ante la petición de Fidel, no dudó en ser la principal promotora del movimiento de solidaridad con ese pueblo.
Melba fue desde septiembre de 1963, hasta 1975, año de la victoria de los vietnamitas, presidenta del Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam del Sur, primero, y luego con Vietnam, Cambodia y Laos. La labor de hombres y mujeres como ella, de diferentes organizaciones dentro del país, transformó el corazón de los cubanos y se extendió fuera de nuestras fronteras, ganando amigos para esa causa.
Secretaria general de la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina, miembro del Presidium del Consejo Mundial por la Paz, fundadora del Partido Comunista de Cuba e integrante de su Comité Central, diputada a la Asamblea Nacional, miembro de la dirección nacional de la Federación de Mujeres Cubanas, Heroína del trabajo y Héroe de la República de Cuba; se suman a la larga trayectoria de una martiana de vida fecunda, que no vio nunca de qué lado se vivía mejor, si no de qué lado se encontraban el deber, la fidelidad, el amor y el respeto por aquellos que hicieron posible la Revolución; en la cual depositó todos sus sueños.
Melba cumpliría hoy 94 años, pero hasta sus últimos momentos conservó una sonrisa como de niña, con quienes le gustaba compartir, quizá por esa fe inquebrantable en las nuevas generaciones que siempre mantuvo. “Tengo una gran confianza en los jóvenes, yo sí creo en ellos y estoy tan segura que si así no fuera no valdría la pena vivir”, confesaba.
Fue la de ella una infancia no exenta de limitaciones, con padres que le inculcaron sentimientos de justicia y amor a la Patria y los héroes que habían luchado por ella. La propia heroína contaría que en su casa aprendió los primeros conocimientos sobre sus raíces, los cuales luego complementó en su escuela, cuya directora había sido mambisa, mensajera en la Guerra del 95. “Esa base hogar-escuela fue la que me formó, a la que debo ser una cubana que tiene por encima de todo a su país y su Revolución: esta Revolución que sacia todos mis sueños…”, afirmaba.
Esa pasión por Cuba la unió a jóvenes como Fidel, Abel y Haydée, y la llevó a involucrarse en los preparativos de lo que sería el 26 de Julio. La misma que la hizo reclamar su participación en las acciones, aun cuando Fidel propuso que ambas mujeres permanecieran resguardadas.
Pero a pesar de haber estado bajo el fuego de las balas, de ver a tantos compañeros asesinados, de las torturas, Melba no pensó jamás en su participación como un acto de valentía, sino como un deber. Incluso luego cuando su actuar fue decisivo en la denuncia de los crímenes cometidos por la tiranía ante el juicio del Moncada, y para desenmascarar la farsa montada con el objetivo de impedir la presencia de Fidel; para ella solo estaba cumpliendo una tarea, y la llevaría a cabo a costa de cualquier sacrificio.
Es por eso que no resulta raro que a la salida de la cárcel no perdiera un instante y se dedicara a la reorganización del movimiento, a la lucha por la excarcelación de los moncadistas, la atención a los familiares de los caídos, la recaudación de fondos para la causa, los vínculos con los exiliados, y la más importante misión: la edición, impresión y distribución clandestina de La Historia me absolverá.
Estuvo entre aquellos que por primera vez escucharon el nombre que tendría ese movimiento: 26 de Julio, y como resultado de la confianza depositada en ella, se convirtió en integrante de su dirección nacional.
Después vino México, el exilio fecundo de donde regresarían para convertirse en libres o mártires y en el cual también estuvo su mano, preparándolo todo, en la despedida a los expedicionarios en el muelle de Tuxpan.
A mediados del año 58 se incorporó al Tercer Frente Oriental Mario Muñoz Monroy, dirigido por Juan Almeida Bosque. Entonces, sus estudios de Derecho, especialidad de la cual se había graduado en 1943, le sirvieron para enfrentar la responsabilidad de atender los asuntos legales, tanto en lo civil como en lo penal.
Al periódico Trabajadores le contaría en 1995: “Tuve que ver con la recaudación del impuesto al café, al ganado; y desde ese punto de vista militar atendía la distribución de las pocas armas que teníamos, la dinamita… Atendí algunos aspectos de la organización de la escuela que por instrucción de Fidel había creado Almeida para dar clases a los campesinos de la Sierra y a los propios compañeros de la tropa”.
Desde las montañas, Melba ayudó a construir ese futuro que sería posible para toda Cuba cuando el primero de enero de 1959 triunfara la Revolución, y todas sus fuerzas las dedicara a llevar adelante el programa del Moncada.
El mismo sitio donde cumplió su injusta condena junto a Haydée la vio desempeñarse en lo que fuera su primera misión. La cárcel de mujeres de Guanajay, a su cargo, dejó de ser un lugar para las vejaciones y se transformó en un espacio que permitió elevar la dignidad de las reclusas.
“Este trabajo es para mí motivo de orgullo porque sucede en el año 60 —no éramos socialistas todavía— y organizamos la vida en la prisión en la base del estudio y el trabajo. Sembramos vegetales y otros cultivos; hicimos un taller de artesanía; se fabricaron cestas para la venta de estos vegetales (…). Se confeccionó ropa para los campesinos de la Sierra Maestra que combatientes del Moncada y familiares de mártires llevaron y repartieron allá”, le contó a la periodista Carmen R. Alfonso.
Su capacidad e inteligencia la hicieron crecer ante las ta-reas que la Revolución puso en sus manos, entre las que se encontraban la subdirección del Instituto Cubano del Petróleo y la vicepresidencia del Banco Popular de Ahorro.
Conmovida su sensibilidad humana ante los horrores que vio en el heroico Vietnam —país que visitó por primera vez en 1962—, no pudo quedarse inmóvil y ante la petición de Fidel, no dudó en ser la principal promotora del movimiento de solidaridad con ese pueblo.
Melba fue desde septiembre de 1963, hasta 1975, año de la victoria de los vietnamitas, presidenta del Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam del Sur, primero, y luego con Vietnam, Cambodia y Laos. La labor de hombres y mujeres como ella, de diferentes organizaciones dentro del país, transformó el corazón de los cubanos y se extendió fuera de nuestras fronteras, ganando amigos para esa causa.
Secretaria general de la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina, miembro del Presidium del Consejo Mundial por la Paz, fundadora del Partido Comunista de Cuba e integrante de su Comité Central, diputada a la Asamblea Nacional, miembro de la dirección nacional de la Federación de Mujeres Cubanas, Heroína del trabajo y Héroe de la República de Cuba; se suman a la larga trayectoria de una martiana de vida fecunda, que no vio nunca de qué lado se vivía mejor, si no de qué lado se encontraban el deber, la fidelidad, el amor y el respeto por aquellos que hicieron posible la Revolución; en la cual depositó todos sus sueños.
Este 28 de julio Melba
Hernández cumpliría 94 años de una vida dedicada por entero a la
Revolución.
Así me contó sobre su incorporación a la lucha contra la dictadura de
Fulgencio Batista y su primer encuentro con Fidel Castro: “Desde el
instante mismo en que conocí del golpe del 10 de marzo, me hice el
propósito de no descansar hasta terminar con aquella traición al pueblo.
Empecé‚ a buscar en La Habana quiénes estaban decididos a luchar, y un
día la compañera Elda Pérez me dijo que había estado en casa de un
joven, que tenía una hermana, el cual le había impresionado mucho por su
forma de expresarse. Me llevó enseguida a conocerlo al apartamento de
25 y O, donde vivía. Ese joven era Abel, y su hermana, Haydee.
Estuvimos conversando y muy pronto comprendí que ese era el lugar que yo
buscaba y al que debía mantenerme vinculada. Abel me habló a su vez de
otro joven que había conocido recientemente y al que deseaba que yo
escuchara, porque pensaba que no había mejor jefe que ‚él para llevar
adelante los propósitos en los que estábamos empeñados. Se trataba de
Fidel Castro. Estaba yo en el apartamento de 25 y O cuando Fidel
apareció, e inmediatamente tocó mi conciencia por el modo en que
planteaba cómo debía ser la lucha contra el dictador Batista. A partir
de entonces quedé‚ incorporada a aquel grupo que se organizaba para
llevar adelante la Revolución.”
Ver más: Instantes en la vida de una heroína http://www.trabajadores.cu/20150728/instantes-en-la-vida-de-una-heroina/
Ver más: Instantes en la vida de una heroína http://www.trabajadores.cu/20150728/instantes-en-la-vida-de-una-heroina/
Este 28 de julio Melba
Hernández cumpliría 94 años de una vida dedicada por entero a la
Revolución.
Así me contó sobre su incorporación a la lucha contra la dictadura de
Fulgencio Batista y su primer encuentro con Fidel Castro: “Desde el
instante mismo en que conocí del golpe del 10 de marzo, me hice el
propósito de no descansar hasta terminar con aquella traición al pueblo.
Empecé‚ a buscar en La Habana quiénes estaban decididos a luchar, y un
día la compañera Elda Pérez me dijo que había estado en casa de un
joven, que tenía una hermana, el cual le había impresionado mucho por su
forma de expresarse. Me llevó enseguida a conocerlo al apartamento de
25 y O, donde vivía. Ese joven era Abel, y su hermana, Haydee.
Estuvimos conversando y muy pronto comprendí que ese era el lugar que yo
buscaba y al que debía mantenerme vinculada. Abel me habló a su vez de
otro joven que había conocido recientemente y al que deseaba que yo
escuchara, porque pensaba que no había mejor jefe que ‚él para llevar
adelante los propósitos en los que estábamos empeñados. Se trataba de
Fidel Castro. Estaba yo en el apartamento de 25 y O cuando Fidel
apareció, e inmediatamente tocó mi conciencia por el modo en que
planteaba cómo debía ser la lucha contra el dictador Batista. A partir
de entonces quedé‚ incorporada a aquel grupo que se organizaba para
llevar adelante la Revolución.”
Ver más: Instantes en la vida de una heroína http://www.trabajadores.cu/20150728/instantes-en-la-vida-de-una-heroina/
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