Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

miércoles, 29 de julio de 2015

Haydée: un retrato a cinco manos


En recordación a la heroína del Moncada en el aniversario 35 de su desaparición física

Foto: Archivo
Un retrato del carácter, con sus perfiles esenciales y emotivos, se ofrece en estos fragmentos de cinco testimonios de personas que conocieron a Haydée Santamaría hasta el día en que se cortó su vida el 28 de julio de 1980. Fina García Marruz describe su físico y su alma con creyón poético, pues no puede ser de otra manera tratándose de Fina:
Qué viva en el retrato. / Que imposible / que haya huido de ti ya toda vida. / Y estés en un papel frágil tan viva. / Como es posible tanto lo imposible. / Tu pelo rizadillo, descuidado / siempre un poco, tu blusa americana. / La boca aún entreabierta a la palabra, / los ojos, aún del crimen alarmados. / Tu voz chillada escucho, malcriada / del dolor, de la patria consentida. / Tu voz tenía cadencia larga. / Del clarín, que una sola nota aguda / por el héroe muerto en la batalla / Hace falta tu voz, amiga, hoy muda.
Y Fidel dice  de ella, en presente, en el discurso, que inaugura el poligráfico que llevará el nombre de Haydée Santamaría, en Palma So­riano, Santiago de Cuba: “Haydée tiene una historia revolucionaria realmente hermosa, que comenzó desde la fundación del Movimiento 26 de Julio; cuando Abel se incorporó al Mo­vimiento, ella se incorporó desde el primer instante, desempeñando un papel extraordinario en toda aquella etapa que precedió al 26 de julio de 1953”.
“Haydée una compañera modesta, trabajadora, incansable, muy humilde, se consagró por entero desde entonces a la causa revolucionaria, nos ayudó extraordinariamente, y tuvo una conducta brillante, un valor extraordinario, no solo en el trasiego de armas —y en aquellos días precedentes al 26  ¡miren que hubo que trasegar armas y balas!, en maletas, en condiciones de clandestinidad—, sino también en los días del Moncada, en los días posteriores  al Moncada, en la cárcel, en la clandestinidad, en la organización del Movimiento; el 30 de no­viembre, de nuevo en la clandestinidad, en la Sierra Maestra y en la Revolución. El nombre de Yeyé está indisolublemente unido al prestigio de la Revolución, en Cuba y en América Latina”.
Y dice más, acerca de la Casa de las Américas de la cual fue fundadora: “respecto a esa institución, dio a conocer también la obra de la Re­vo­lución, la obra general de la Revolución y la obra literaria y cultural de la Revolución; a esa obra consagró sus mayores esfuerzos Haydée Santamaría. Por eso nada más lógico, nada más adecuado, nada más justo que una institución como esta, donde se produce algo tan valioso como es el libro, y llamada a tener una importancia tan grande en el desarrollo educacional y cultural de nuestro pueblo, lleve el glorioso nombre, Haydée Santamaría”.
El Che, en vísperas de su partida hacia Bolivia, le escribió una carta singular en la cual le dice: “Te agradezco los envíos medicamentoso-literarios. Veo que te has convertido en una literata con dominio de la síntesis, pero te confieso que como más me gustas es en un día de fin de año, a nuevo, con todos los fusiles disparados y tirando cañonazos a la redonda. Esa imagen, y la de la Sierra (hasta nuestras peleas de aquellos días me son gratas en el recuerdo) son las que llevaré de ti para uso propio. El cariño y la decisión de todos ustedes nos ayudarán en los momentos difíciles que se avecinan”.
El eminente intelectual y político, comunista consagrado desde su juventud, doctor Carlos Ra­fael Rodríguez, evaluó su inteligencia de ma­nera profunda al escribir sobre Haydée Santa­maría un artículo en 1985 que tituló: “Haydée, fuego y luz”:
“Recordar a Haydée es contemplar el paso de un relámpago, escuchar la crepitación de bosques incendiados. Así quedó su imagen en no-sotros. No la de estéril serenidad, sino la del bullir quemante. Fuego y luz”.
“Se lanzaba a hablar como quien desata un torbellino, como si la palabra no le surgiera de la mente —que tan bien sabía usar—, sino le brotara de los ‘redaños del alma’ unamunescos. (…) Al oírla hablar de literatura, de arte, disintiendo más de una vez de sus juicios, se recordaba aquella designación tan acertada de la Cul­tura no como un cúmulo de datos, sino co­mo expresión interna de un modo de ver las cosas. No requirió ni de Universidad ni de la Academia —de las que no renegamos nunca, pese a sus frutos con frecuencia infértiles— para hablar de los griegos, de Miguel Ángel o de Picasso. Los manejaba con sabia, intuitiva comprensión, la misma que generó mucho de sus vivaces criterios políticos sobre los complejos problemas de la creación revolucionaria que la tuvo como protagonista excepcional”.
El poeta Cintio Vitier tenía fijo un recuerdo tenaz de Haydée. Escribió Cintio:
“Cuando Haydée hablaba del Moncada no lo hacía solo como participante en un hecho histórico, sino también en un hecho biológico y espiritual, como una madre habla de un parto. El símil es de ella, y solo podía ser de ella porque no era un símil. Cada vez que hablaba del Moncada (lo que constituye uno de los acontecimientos políticos más profundos de la Re­vo­lución), asistíamos sobrecogidos al nacimiento sangrante de un suceso mayor que todos sus recuerdos, y que solo se podía revelar de nuevo a ella y a nosotros por la parición de un detalle arrasador o por el torrente irritado de sus palabras, con un grito insomne adentro, que arrastraba peñascos rotos, duros de decir, o indecibles (…) Haydée se fue acercando a la muerte que le restaba por morir desde que sonó el penúltimo disparo del Moncada”.
Nada casual que decidiera su muerte dos días después de un 26 de Julio.
Una compilación de otros testimonios, igualmente importantes, que completan el retrato de Haydée, aparecen en el libro Haydée, falta tu voz, de la editorial Ojalá y con la colaboración de la Sociedad Cultural José Martí, y en un reciente documental que toma su nombre, de la realizadora de la televisión Esther Barroso, es­trenado hace poco en la Casa de las Américas y en el cine Infanta capitalino.

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