En 2014, (número 78, abril-junio), la revista Temas
conversó con una variada muestra de políticos y estudiosos de lo
político cubanos y extranjeros sobre liderazgo, ingeniería del consenso,
el significado del disentimiento, la supuesta tendencia a la
despolitización, la dimensión de género en la gestión política, entre
otros aspectos claves a tener en cuenta en función de concebir y
materializar un modelo socialista avanzado. Entre los dirigentes
entrevistados estaba Yuniasky Crespo Baquero, Primera Secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas. A propósito del X Congreso de la UJC, Temas retoma sus respuestas en su espacio digital y de allí la traemos a La pupila insomne.
¿Qué distingue a un dirigente político socialista? ¿Su capacidad técnica, administrativa, de hacer que se cumpla lo establecido, su autoridad para decidir? ¿Qué lo define?
Yuniasky Crespo: El dirigente socialista es parte del propio pueblo; nace de él. Lo distingue su compromiso con el proceso de construcción social, su sensibilidad humana, su capacidad para captar e incidir en la transformación de los fenómenos sociales, sus habilidades para dialogar y persuadir, pero sobre todo —como un revolucionario verdadero y siguiendo el precepto guevariano— debe estar guiado por grandes sentimientos de amor, los cuales se hacen patentes en su apego al pueblo, sin descuidar por ello las habilidades técnico-profesionales necesarias para conducir y guiar las tareas organizativas y de la administración de los bienes del Estado.
En este empeño es preciso no obviar algo certeramente definido por Frei Betto: «los nacidos en una sociedad socialista no son necesariamente socialistas». De ahí que en el sistema que construimos, los que ocupemos algún cargo directivo debamos estar siempre ante el escrutinio del pueblo que es quien identifica y acepta el liderazgo de sus dirigentes cuando estos son auténticos y poseen la moral suficiente que emana del ejemplo y la modestia, cualidades con las que nuestro pueblo es muy exigente, por haberlas apreciado cotidianamente en sus líderes históricos.
¿Cuáles son los mecanismos que pueden asegurar la comunicación entre dirigentes y dirigidos?
Yuniasky Crespo: Antes que todo el contacto directo, el diálogo personal y la capacidad de escuchar. Muchas veces oímos a Fidel hablar de la labor hombre a hombre, de la necesidad de entender que en ocasiones es imposible persuadir o convencer a todo el mundo con un solo argumento, sin tomar en cuenta que dentro de los que escuchan existen formas de pensar, niveles intelectuales o culturales muy diversos. Sin conocer lo que ellos tienen que decir es muy probable que estemos gastando tiempo y energía en vano, y lo que es peor, que perdamos credibilidad; entonces aquellos a quienes queremos dirigir terminan por caer en la apatía. Lógicamente, a veces es imposible, desde los niveles superiores de dirección, conversar con todo el mundo, pero para ello existen los dirigentes de base, que son los más importantes. Sin embargo, no los preparamos lo suficiente para esa comunicación, y ese eslabón débil impide que la retroalimentación fluya y la gente se sienta escuchada.
En la práctica política real del dirigente socialista, ¿qué peso tiene y qué significa construir el consenso?
Yuniasky Crespo: Nuestra sociedad se encuentra en un proceso de construcción constante, en el que la conciencia individual y colectiva desempeña un gran papel. Por ello es tan necesaria una participación efectiva y sistemática de todos los ciudadanos, que permita desarrollar un consenso amplio e inclusivo. Ahora bien, ese concepto no es más que el acuerdo entre dos o más personas sobre un tema determinado, y ello no implica el consentimiento activo de cada parte, ni su negación. En nuestro país hay innumerables ejemplos de consenso en el ámbito político. Por otra parte, se ha dado en llamar disenso a las acciones contrarrevolucionarias de algunos individuos orientados y financiados desde el exterior. En mi criterio, no son parte del disenso, porque su agenda es impuesta desde un acuerdo mercenario. En la medida en que utilicemos con más efectividad los resortes participativos existentes, desarrollaremos una democracia más socialista, como expresó el presidente Raúl Castro en la clausura de la Primera Conferencia del PCC:
“Si hemos escogido soberanamente, con la participación y respaldo del pueblo, la opción martiana del partido único, lo que nos corresponde es promover la mayor democracia en nuestra sociedad, empezando por dar el ejemplo dentro de las filas del Partido, lo que presupone fomentar un clima de máxima confianza y la creación de las condiciones requeridas en todos los niveles para el más amplio y sincero intercambio de opiniones.”
Ello está en consonancia con las ideas que la UJC tiene en relación con propiciar un mayor diálogo con los jóvenes, sean o no militantes: escucharlos, tenerlos en cuenta, aun cuando puedan diferir con respeto a algunas de nuestras formas de organizar la labor juvenil.
¿En qué medida la expresión del disentimiento es necesaria para una política democrática? ¿Es deseable, por ejemplo, que un sistema socialista dé cabida a una «oposición leal» (definida por su propósito de mejorar el sistema, no de liquidarlo)?
Yuniasky Crespo: El disenso es lo opuesto al consenso. Un disenso entre revolucionarios es muy necesario pues se convierte en la base para el desarrollo. En Cuba pareciera que nunca lo hubo, lo cual no es real, y abundan los ejemplos. En relación con si existe «oposición leal» en el socialismo, es importante clarificar primero ciertos términos. En la actualidad, la palabra oposición es utilizada para definir a un grupo que, con un programa político, y estructura organizativa, bajo la legalidad de un país, se propone tomar el poder mediante un proceso eleccionario. Este grupo también comparte el poder mediante otras estructuras como parlamentos, asambleas, ministerios, etc. Entonces, ¿existe en algún lugar la «oposición leal»? No creo que el término encuentre ejemplos donde sustentarse. Es fácil apreciar que en Cuba todavía no conocemos esa oposición, porque, como mencionaba antes, las personas financiadas por un gobierno extranjero para derrocar la Revolución no pueden llamarse sino mercenarios. No creo tampoco que hayamos alcanzado la democracia ideal; aún faltan muchos recursos por explotar para desarrollar este complejo proceso. No descarto ninguna fórmula que se lleve a cabo para más socialismo; la dialéctica propia del proceso conducirá necesariamente al perfeccionamiento de nuestro sistema.
Se habla insistentemente de la despolitización, en particular, de la juventud. Si es así, ¿en qué consiste? ¿Y cómo asegurar la participación de los ciudadanos, sobre todo de los más jóvenes, en el proceso político?
Yuniasky Crespo: Sobre este tema, con motivo del reciente aniversario de la UJC, el 4 de abril, expresé en Juventud Rebelde que la apatía política y la falta de compromiso son tal vez las armas a las que más apuesta el enemigo y no me refiero solo al enemigo de la Revolución cubana, sino al de las fuerzas progresistas en el mundo. A este le conviene que los jóvenes no se comprometan con la amarga realidad de nuestro mundo, le interesa tenerlos al margen, sumergidos en sus asuntos personales, hipnotizados con la pseudocultura, presos del mercado o de las drogas. No creo que, en nuestro país, la despolitización sea un fenómeno afianzado en la juventud como sector social, porque los elevados niveles de instrucción que hoy tenemos han potenciado la existencia de una cultura política que es real, tangible, y que se aprecia en nuestras universidades, en los debates que se generan entre los más jóvenes, en diferentes niveles. Es nuestra responsabilidad que las nuevas generaciones se entusiasmen y formen parte, no como espectadores, sino como protagonistas del proyecto nacional. Para eso tienen que estar dotados de argumentos que no pueden ser formales ni aprendidos de memoria; conocer la realidad del mundo, y nuestra historia, no como sucesión cronológica de hechos, sino con todas sus aristas, logros y errores.
¿Existe una dimensión de género en el quehacer político de dirigentes y dirigidos? ¿Cuál es su importancia práctica en el ejercicio de una política socialista?
Yuniasky Crespo: En materia de género, creo que es una de las cosas en las que más se ha avanzado, sin que aún estemos satisfechos. Si se compara la situación actual con la existente hace solo unas décadas será posible constatar que el salto es significativo, que los tabúes van desapareciendo, que se va haciendo más común la presencia femenina, con sus rasgos y su estilo, en los diferentes niveles de dirección del país. Por solo citar dos ejemplos, de los miembros del Consejo de Estado, 41% son mujeres, y en la propia UJC, en más de noventa municipios del país son mujeres las primeras secretarias. A mi entender, esos son pasos consolidados y en ascenso.
Tomado de La Pupila Insomne
¿Qué distingue a un dirigente político socialista? ¿Su capacidad técnica, administrativa, de hacer que se cumpla lo establecido, su autoridad para decidir? ¿Qué lo define?
Yuniasky Crespo: El dirigente socialista es parte del propio pueblo; nace de él. Lo distingue su compromiso con el proceso de construcción social, su sensibilidad humana, su capacidad para captar e incidir en la transformación de los fenómenos sociales, sus habilidades para dialogar y persuadir, pero sobre todo —como un revolucionario verdadero y siguiendo el precepto guevariano— debe estar guiado por grandes sentimientos de amor, los cuales se hacen patentes en su apego al pueblo, sin descuidar por ello las habilidades técnico-profesionales necesarias para conducir y guiar las tareas organizativas y de la administración de los bienes del Estado.
En este empeño es preciso no obviar algo certeramente definido por Frei Betto: «los nacidos en una sociedad socialista no son necesariamente socialistas». De ahí que en el sistema que construimos, los que ocupemos algún cargo directivo debamos estar siempre ante el escrutinio del pueblo que es quien identifica y acepta el liderazgo de sus dirigentes cuando estos son auténticos y poseen la moral suficiente que emana del ejemplo y la modestia, cualidades con las que nuestro pueblo es muy exigente, por haberlas apreciado cotidianamente en sus líderes históricos.
¿Cuáles son los mecanismos que pueden asegurar la comunicación entre dirigentes y dirigidos?
Yuniasky Crespo: Antes que todo el contacto directo, el diálogo personal y la capacidad de escuchar. Muchas veces oímos a Fidel hablar de la labor hombre a hombre, de la necesidad de entender que en ocasiones es imposible persuadir o convencer a todo el mundo con un solo argumento, sin tomar en cuenta que dentro de los que escuchan existen formas de pensar, niveles intelectuales o culturales muy diversos. Sin conocer lo que ellos tienen que decir es muy probable que estemos gastando tiempo y energía en vano, y lo que es peor, que perdamos credibilidad; entonces aquellos a quienes queremos dirigir terminan por caer en la apatía. Lógicamente, a veces es imposible, desde los niveles superiores de dirección, conversar con todo el mundo, pero para ello existen los dirigentes de base, que son los más importantes. Sin embargo, no los preparamos lo suficiente para esa comunicación, y ese eslabón débil impide que la retroalimentación fluya y la gente se sienta escuchada.
En la práctica política real del dirigente socialista, ¿qué peso tiene y qué significa construir el consenso?
Yuniasky Crespo: Nuestra sociedad se encuentra en un proceso de construcción constante, en el que la conciencia individual y colectiva desempeña un gran papel. Por ello es tan necesaria una participación efectiva y sistemática de todos los ciudadanos, que permita desarrollar un consenso amplio e inclusivo. Ahora bien, ese concepto no es más que el acuerdo entre dos o más personas sobre un tema determinado, y ello no implica el consentimiento activo de cada parte, ni su negación. En nuestro país hay innumerables ejemplos de consenso en el ámbito político. Por otra parte, se ha dado en llamar disenso a las acciones contrarrevolucionarias de algunos individuos orientados y financiados desde el exterior. En mi criterio, no son parte del disenso, porque su agenda es impuesta desde un acuerdo mercenario. En la medida en que utilicemos con más efectividad los resortes participativos existentes, desarrollaremos una democracia más socialista, como expresó el presidente Raúl Castro en la clausura de la Primera Conferencia del PCC:
“Si hemos escogido soberanamente, con la participación y respaldo del pueblo, la opción martiana del partido único, lo que nos corresponde es promover la mayor democracia en nuestra sociedad, empezando por dar el ejemplo dentro de las filas del Partido, lo que presupone fomentar un clima de máxima confianza y la creación de las condiciones requeridas en todos los niveles para el más amplio y sincero intercambio de opiniones.”
Ello está en consonancia con las ideas que la UJC tiene en relación con propiciar un mayor diálogo con los jóvenes, sean o no militantes: escucharlos, tenerlos en cuenta, aun cuando puedan diferir con respeto a algunas de nuestras formas de organizar la labor juvenil.
¿En qué medida la expresión del disentimiento es necesaria para una política democrática? ¿Es deseable, por ejemplo, que un sistema socialista dé cabida a una «oposición leal» (definida por su propósito de mejorar el sistema, no de liquidarlo)?
Yuniasky Crespo: El disenso es lo opuesto al consenso. Un disenso entre revolucionarios es muy necesario pues se convierte en la base para el desarrollo. En Cuba pareciera que nunca lo hubo, lo cual no es real, y abundan los ejemplos. En relación con si existe «oposición leal» en el socialismo, es importante clarificar primero ciertos términos. En la actualidad, la palabra oposición es utilizada para definir a un grupo que, con un programa político, y estructura organizativa, bajo la legalidad de un país, se propone tomar el poder mediante un proceso eleccionario. Este grupo también comparte el poder mediante otras estructuras como parlamentos, asambleas, ministerios, etc. Entonces, ¿existe en algún lugar la «oposición leal»? No creo que el término encuentre ejemplos donde sustentarse. Es fácil apreciar que en Cuba todavía no conocemos esa oposición, porque, como mencionaba antes, las personas financiadas por un gobierno extranjero para derrocar la Revolución no pueden llamarse sino mercenarios. No creo tampoco que hayamos alcanzado la democracia ideal; aún faltan muchos recursos por explotar para desarrollar este complejo proceso. No descarto ninguna fórmula que se lleve a cabo para más socialismo; la dialéctica propia del proceso conducirá necesariamente al perfeccionamiento de nuestro sistema.
Se habla insistentemente de la despolitización, en particular, de la juventud. Si es así, ¿en qué consiste? ¿Y cómo asegurar la participación de los ciudadanos, sobre todo de los más jóvenes, en el proceso político?
Yuniasky Crespo: Sobre este tema, con motivo del reciente aniversario de la UJC, el 4 de abril, expresé en Juventud Rebelde que la apatía política y la falta de compromiso son tal vez las armas a las que más apuesta el enemigo y no me refiero solo al enemigo de la Revolución cubana, sino al de las fuerzas progresistas en el mundo. A este le conviene que los jóvenes no se comprometan con la amarga realidad de nuestro mundo, le interesa tenerlos al margen, sumergidos en sus asuntos personales, hipnotizados con la pseudocultura, presos del mercado o de las drogas. No creo que, en nuestro país, la despolitización sea un fenómeno afianzado en la juventud como sector social, porque los elevados niveles de instrucción que hoy tenemos han potenciado la existencia de una cultura política que es real, tangible, y que se aprecia en nuestras universidades, en los debates que se generan entre los más jóvenes, en diferentes niveles. Es nuestra responsabilidad que las nuevas generaciones se entusiasmen y formen parte, no como espectadores, sino como protagonistas del proyecto nacional. Para eso tienen que estar dotados de argumentos que no pueden ser formales ni aprendidos de memoria; conocer la realidad del mundo, y nuestra historia, no como sucesión cronológica de hechos, sino con todas sus aristas, logros y errores.
¿Existe una dimensión de género en el quehacer político de dirigentes y dirigidos? ¿Cuál es su importancia práctica en el ejercicio de una política socialista?
Yuniasky Crespo: En materia de género, creo que es una de las cosas en las que más se ha avanzado, sin que aún estemos satisfechos. Si se compara la situación actual con la existente hace solo unas décadas será posible constatar que el salto es significativo, que los tabúes van desapareciendo, que se va haciendo más común la presencia femenina, con sus rasgos y su estilo, en los diferentes niveles de dirección del país. Por solo citar dos ejemplos, de los miembros del Consejo de Estado, 41% son mujeres, y en la propia UJC, en más de noventa municipios del país son mujeres las primeras secretarias. A mi entender, esos son pasos consolidados y en ascenso.
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