Había nacido el 3 de julio de 1915 en Santa Fe, La Habana, y acumulaba ya un expediente revolucionario de respeto y consideración, porque desde muy joven se sumó a la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado y también contra el primer Gobierno de Batista.
Fue fundador del Partido Ortodoxo junto a Eduardo Chibás y cuando se realiza el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, es uno de los cubanos que lo repudia. El 29 de diciembre de 1953, en la escalerilla del avión cuando va a partir rumbo a Estados Unidos, es apresado por los cuerpos represivos, y tiene que postergar su viaje hasta el 2 de enero de 1954.
Sin duda, el asalto al Moncada encabezado por Fidel le abrió, como a muchos cubanos, el camino de la insurrección ante la despiadada dictadura.
El 4 de junio de 1955 fue arrestado nuevamente y torturado en la 17 Estación de Policía. El diario El Sol, de Marianao, en el cual escribía junto a Félix Elmuza y otros periodistas progresistas, publicó un editorial censurando la acción.
Fue en la clínica marianense Santa Emilia, y Fidel, recién liberado de la prisión de Isla de Pinos, lo fue a ver. De esta visita surge el compromiso definitivo de Juan Manuel Márquez con el Movimiento fidelista.
Junto a Fidel en Estados Unidos fundó los clubes revolucionarios 26 de Julio y se entrenó en México para venir a liberar a Cuba.
Tras el desembarco y el combate de Alegría de Pío, se quedó solo diez días, recorrió los entornos de la zona; enfermo, agotado por el hambre y la sed cayó de bruces y sin conocimiento a la orilla de un camino y fue objeto de una delación.
Detenido e identificado, sufrió salvajes torturas y lo dieron ya por muerto, pero al comprobar que aún estaba vivo, le dieron tres tiros definitivos, el 15 de diciembre de 1956, en una guardarraya de la Finca La Norma, cercana al pueblo de San Ramón, en el municipio de Campechuela, hoy de la actual provincia de Granma.
Cuando un Tribunal Revolucionario juzgó a sus asesinos en 1959, ellos confesaron que pese a los descomunales golpes, no delató a nadie. Hizo realidad lo que en carta a un amigo había dicho en su momento: «Sabemos que nuestro destino es vencer o caer».
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