"No sólo es una generación diferente, sino que es una realidad diferente. Muchos cambios son y serán necesarios".
La Habana, Cuba.-
En apenas ocho meses, dirigentes más jóvenes comenzarán a sustituir a
los líderes históricos de la revolución cubana, dando inicio a un
proceso de relevo generacional que debe culminar con la sucesión del
presidente Raúl Castro, en febrero de 2018.
Tienen entre 45 y 60 años, se los llama
los “hijos de Guillermo Tell”, y su desafío no será fácil, pues deberán
legitimarse ante una sociedad que se abre aceleradamente al mundo, y
busca mayor participación y prosperidad, según analistas.
“Los imperativos que tendrán que
enfrentar (…) son mucho más grandes que enfrentar una reforma
constitucional y otra ley electoral previstas” por el gobierno, dice a
AFP el sociólogo Luis Suárez.
“No sólo es una generación diferente,
sino que es una realidad diferente. Muchos cambios son y serán
necesarios”, dice a la AFP el cineasta Ernesto Daranas (53 años).
Los líderes salientes superan los 80
años, a lo que se suma el límite de 10 años para desempeñar un cargo,
establecido en 2012 por Raúl Castro (de 84 años).
Fidel, que cumplirá 89 años en un mes,
ya dejó sus cargos en el gobierno y el Partido Comunista (único), ahora
le toca al resto de los históricos.
Los “hijos de Guillermo Tell” encabezarán el gobierno a partir de febrero de 2018, cuando Raúl Castro deje la presidencia.
Pero antes, en abril de 2016, deben
llegar a los principales puestos en el Partido, que en su VII Congreso
debe lanzar una reforma política que armonice con la nueva realidad
económica de mayor apertura al sector privado y la inversión extranjera.
Esta generación toma su nombre de una
canción del cantautor cubano Carlos Varela (52 años), que menciona al
héroe legendario suizo: “Guillermo Tell, tu hijo creció, quiere tirar la
flecha, le toca a él probar su valor, usando tu ballesta”.
Llegaron a la juventud a mediados de los
años 70, cuando Fidel adoptó una constitución comunista, que marcó una
ruta diferente de los “tiempos heroicos y románticos” de los 60.
Esta es la tercera generación de la
revolución, tras los históricos y una segunda, de entre 60 y 80 años,
que están comenzando a jubilarse sin haber acariciado el poder.
Esta generación cuenta con tres hombres
en puestos claves: el vicepresidente Miguel Díaz-Canel (de 55 años), el
canciller Bruno Rodríguez (57) y el ministro de Economía, Marino Murillo
(54), todos miembros del selecto Buró Político del Partido.
Otras tres figuras a tener en cuenta son
los jefes del Partido en provincias: Lázaro Expósito (60 años, Santiago
de Cuba), Jorge Luis Tapia (52, Camagüey) y Mercedes López Acea (51, La
Habana).
Algunos auguran relevancia al coronel
Alejandro Castro, hijo del presidente, al igual que los cinco agentes
liberados por Estados Unidos, tras más de 15 años de prisión, que les
dieron legitimidad, con edades entre 50 y 59 años.
En estos dirigentes “se aprecia más
pragmatismo y una elevación de la importancia de lo económico”, señala
el analista Arturo López-Levy (46), quien reside en Estados Unidos.
“Hay una posición menos hostil (…) hacia
el mercado pero sin abandonar los valores de equidad social y soberanía
política”, añade.
“Tendrán que gobernar y satisfacer las
necesidades de una sociedad mucho más compleja que en la que crecieron
(…) empleando nuevos saberes que no les enseñaron en la etapa
‘dogmática’ de su educación”, opina Suárez.
La sexóloga Mariela Castro (52), hija
del presidente cubano y parte de esta nueva generación, dijo
recientemente: “Me siento en el deber de aportarle a ese proceso mis
conocimientos, mis aprendizajes, mis reflexiones, mi mirada crítica a lo
que se ha hecho; pero también mi propuesta y creo que esta generación
está trabajando fuertemente en eso”.
Miembros de esta generación fueron a la
guerra de Angola (1975-91) como sargentos y soldados, y pusieron la
mayor cantidad de muertos, heridos y mutilados.
Fue “su prueba de fuego”, señala Suárez.
“El clímax del altruismo de la
revolución, y al mismo tiempo el del desengaño. Después de Angola, nada
fue igual”, indica el artista plástico René Francisco Rodríguez (54),
premio Nacional de Artes Plásticas. Fue “una experiencia heroica y un
trauma”, señala López-Levy.
Darle una nueva interpretación a ese suceso, forma parte de su legitimidad.
Aún así, tendrán que enfrentar sus
desafíos. “Es una generación bien preparada, pero que a la hora de
concretar sus aspiraciones encontró pocas opciones de futuro”, dice
Daranas.
A ellos corresponderá “la creación de
instituciones para dirigir de modo más persuasivo y menos vertical, con
una relación más sancionada del poder civil sobre los militares. Si esa
realidad no se expresa en la Asamblea Nacional y otros órganos
representativos, se manifestará en las calles”, concluye López-Levy.

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