Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

lunes, 6 de julio de 2015

Nuestro pueblo no olvida a los caidos

Entre 1959 y 1965, con el propósito de evitar la consolidación de la Revolución, sembrar el pánico entre los habitantes de las zonas rurales y crear una situación de inestabilidad, en nuestro país, la dirección de los servicios de subversión y espionaje del gobierno de los Estados Unidos, principalmente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), administró unas 300 bandas de alzados y organizaciones contrarrevolucionarias que se dedicaron a realizar sabotajes contra objetivos económicos y sociales y cometer actos terroristas, a todo lo largo y ancho de nuestro país. Uno de los hechos más deleznables cometidos por estos bandidos ocurrió en la antigua provincia de Camagüey.

En julio de 1961, cuando el enfrentamiento a las bandas de alzados en Cuba tenía más de dos años de existencia, la CIA, utilizando los servicios de una de las organizaciones contrarrevolucionarias más activas en el apoyo a las bandas, abrió un nuevo foco de bandidos al Norte de la antigua provincia de Las Villas. Como consecuencia de la persecución de que fueron objeto por parte de las unidades de Lucha Contra Bandidos, a finales de 1962 la banda de Everardo Díaz Brunet, Frías, fue enviada hacia el Noroeste de la antigua provincia de Camagüey con el propósito de crear una red de colaboradores y establecerse en la Sierra de Cubitas, donde pensaban preparar condiciones para ocultarse y recuperar fuerzas. Como otros cabecillas, Frías se caracterizaba para evadir el enfrentamiento con las fuerzas armadas y las milicias campesinas, mientras ejecutaba sabotajes, asaltaba milicianos aislados y asesinaba civiles inocentes incluyendo maestros rurales, campesinos, trabajadores agrícolas y sus familiares. Las acciones de esta banda en tierras agramontinas, estarían a tono con la virulencia que caracterizaba a estos individuos.

AI comenzar el año 1963 las bandas de alzados se encontraban en una situación harto difícil como consecuencia de la sistemática batida que habían sufrido por parte de las fuerzas revolucionarias.

En busca de un guía que los ayudara a moverse para un territorio desconocido, alrededor de las diez de la noche del 21 de marzo de 1963, la banda de Frías arribó a las inmediaciones de la finca La Fe, en la granja «Benito Viñales», en la Sierra de Cubitas, donde sorprendieron a Emilio Pisco Sánchez, un joven de solo 16 años de edad que regresaba a su hogar acompañado de su pequeño hermanito de apenas 7 años. Después de interrogar a los muchachos y conocer donde vivían, el cabecilla decidió conducirlos hasta su casa y al irrumpir sorpresivamente en el lugar, en una forma descompuesta y desafiante le comunicó a sus padres que les entregaría al más pequeño, pero se llevaría al jovencito para que les sirviera de práctico.

Conociendo que los alzados ya habían cometido numerosos crímenes en otras regiones del país y presintiendo que algo muy grave estaba a punto de suceder, el padre Ramón Pisco Barranca, un sencillo hombre de campo, respondió tajantemente que el los acompañaría a donde fuera necesario, pero que dejaran tranquilos a sus hijos. Ante la actitud viril de este padre que por defender a su familia era capaz de enfrentarse a un grupo de bandidos armadas, Frías respondió histéricamente que entonces se los llevaría a los dos. Acto seguido, en presencia de la madre y los hermanos, aprovechando su superioridad numérica y hacienda uso de sus armas, los bandidos se retiraron llevándose al padre y al hijo mayor de los Pisco. Mientras se perdían en la oscuridad de la noche, dejaban tras de sí a una humilde familia campesina sacudida par los dramáticos momentos vividos y por la incertidumbre que a partir de ese instante se cernía sobre el destino de sus seres queridos.

Cerca de un kilómetro de la casa los bandidos detuvieron la marcha y arrastraron a los dos campesinos hasta el pie de un frondoso árbol. Cuando Ramón Pisco comprendió aterrado que iban a ahorcar al hijo en su presencia, se abalanzó sobre sus captores y forcejeó y gritó desesperadamente que lo ahorcaran a él, pero que no le mataran al muchacho, que era sólo un niño. Sin embargo, sus esfuerzos fueron inútiles y mientras varios alzados los mantenían sujetado fuertemente, tuvo que sufrir la inmensa amargura de presenciar el asesinato de su querido hijo. Unos minutos después, mientras Pisco se abrazaba desconsoladamente al cadáver, los bandidos prepararon un lazo con el otro extremo de la misma saga y se lo colocaron en el cuello. A pesar de lo conmovedor de la escena, no se compadecieron del profundo dolor que embargaba al campesino, lo arrancaron a la fuerza del cuerpo inerte que abrazaba... y lo ahorcaron.

Una vez consumado este horrible crimen, los bandidos se dirigieron inmediatamente hacia una escuelita rural construida para la Revolución en la finca La Ciega, en la propia granja, y la incendiaron.

No satisfechos con los crímenes cometidos, se encaminaron directamente hacia la casa de José Hidalgo Oliva, administrador de la granja «Benito Viñales», en la finca Santa Fe y lo secuestraron. A unos setenta metros de distancia de la vivienda, lo acribillaron a balazos. Inmediatamente, ante el temor de que las fuerzas revolucionarias acudieran al ruido de los disparos, se lanzaron en veloz carrera para evitar un encuentro armado. Cuando las autoridades arribaron al lugar, observaron que el cuerpo de este humilde trabajador había sido golpeado brutalmente y tenías más de veinticinco orificios de bala.

Al conocerse estos hechos, mientras los habitantes de los alrededores expresaban su indignación y cooperaban con las fuerzas revolucionarias en la persecución de los criminales, los Órganos de la Seguridad del Estado detuvieron a varios colaboradores de estos alzados, entre ellos a un individuo que había tenido el cinismo de asistir al velorio de Hidalgo Oliva, en cuyo asesinato había participado.

Durante un año esta banda continuó huyendo en su afán por tratar de evadir a las fuerzas revolucionarias, que los persiguieron tenazmente y mediante varias operaciones militares les fueron causando bajas hasta reducirlos a unos pocos efectivos. El 10 de junio de 1964, los pocos alzados que quedaban de esta banda fueron cercados y Frías resultó muerto en un encuentro con un pelotón de milicias a la entrada de una cueva en la zona de Nogueras, del barrio Meneses, en el municipio de Yaguajay, en Las Villas, donde pretendía esconderse con sus secuaces, que al cabo de varios días terminaron entregándose sin ofrecer resistencia […].

 De acuerdo con las investigaciones realizadas, como consecuencia directa de las acciones terroristas de las bandas de alzados en diferentes circunstancias perdieron la vida diez niños y otros diez resultaron heridos. Además, muchos menores de edad y adolescentes presenciaron el asesinato de sus padres y hermanos y el saqueo y la desnutrición de sus propiedades.

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