Margaret Thatcher, la ex primera ministra
británica que en 1982 condujo a Gran Bretaña en la guerra contra la
Argentina por las Islas Malvinas y ordenó sin titubeos el hundimiento
del Crucero General Belgrano, murió ayer de un derrame cerebral a los 87
años.
Apodada la “dama de hierro” por su fuerte carácter y mano dura, gobernó el Reino Unido entre 1979 y 1990, durante la Guerra Fría. De semblante duro, mirada fría y clásico peinado hacia atrás, no sólo fue la primera y hasta ahora única mujer en llegar a lo más alto del poder en su país sino también la persona que más tiempo se mantuvo en ese cargo.
“Con gran tristeza Mark y Carol Thatcher anunciaron que su madre, la baronesa Thatcher, ha muerto en paz tras una apoplejía esta mañana”, anunció el vocero Timothy Bell. A pedido de ella, su funeral no será una ceremonia de Estado pero sí recibirá honores militares.
Controvertida en vida –y como suele suceder con las personas que marcan para bien o para mal los destinos de una nación (e incluso más allá)– la noticia de su muerte provocó reacciones encontradas: mientras algunos lloran a “la gran líder” que colocó a Gran Bretaña en el centro de la escena mundial, como la calificó el primer ministro británico David Cameron, otros festejan el paso a la otra vida de la mujer que introdujo sin anestesia las recetas neoliberales de la Escuela de Chicago en tándem con Ronald Reagan al otro lado del Atlántico, con quien compartió además su implacable rechazo al comunismo.
Para los argentinos, no obstante, ha muerto la mujer que lideró a Gran Bretaña en la guerra contra la Argentina por las Islas Malvinas, conflicto que se extendió entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982 y que dejó un saldo de 649 soldados argentinos caídos. Ha muerto, sobre todo, la persona que decidió el hundimiento del Crucero General Belgrano el 2 de mayo de 1982, aun cuando éste se encontraba fuera de la zona de exclusión establecida, en un ataque que terminó con 323 argentinos muertos y que marcó el comienzo del fin de la dictadura militar de Leopoldo Galtieri.
“(El Belgrano) No estaba abandonando las Falkland, estaba en un área que representaba un riesgo para nuestros buques y para nuestra gente. He cumplido mi tarea y estoy orgullosa de eso”, fue la defensa que hizo de su cuestionada decisión la Dama de Hierro apenas meses después, en 1983, durante un programa de la BBC.
Thatcher, una “tory” de pura cepa, tuvo un rol determinante durante la guerra de Malvinas y fue ese triunfo el que le habilitó su reelección en 1983. La entonces primera ministra británica necesitaba recuperar la popularidad que venía perdiendo conforme el liberalismo económico a ultranza que aplicó dejaba a millones de británicos sin trabajo y el malestar social ponía en riesgo su continuidad.
Nacida en en el seno de una familia humilde en 1925, había estudiado en una selecta escuela pública y más tarde en la prestigiosa Universidad de Oxford, donde estudió Química y luego Derecho, ni bien descubrió su pasión por la política.
Como primera ministra y con el fin de lograr bajar una galopante inflación, privatizó los servicios públicos, redujo el gasto social al mínimo y realizó una flexibilización laboral sin precedentes. Reformó además los sindicatos quitándoles prácticamente todo el poder, mientras avanzaba con la desindustrialización británica.
Aunque logró la recuperación económica, su debacle llegaría hacia fines de los 80 debido a la imposición de un impuesto municipal muy impopular que castigaba a quien no lo pagara prohibiéndole el derecho al voto. Otra de sus impopulares decisiones fue la negación conti nua a la integración europea.
Apodada la “dama de hierro” por su fuerte carácter y mano dura, gobernó el Reino Unido entre 1979 y 1990, durante la Guerra Fría. De semblante duro, mirada fría y clásico peinado hacia atrás, no sólo fue la primera y hasta ahora única mujer en llegar a lo más alto del poder en su país sino también la persona que más tiempo se mantuvo en ese cargo.
“Con gran tristeza Mark y Carol Thatcher anunciaron que su madre, la baronesa Thatcher, ha muerto en paz tras una apoplejía esta mañana”, anunció el vocero Timothy Bell. A pedido de ella, su funeral no será una ceremonia de Estado pero sí recibirá honores militares.
Controvertida en vida –y como suele suceder con las personas que marcan para bien o para mal los destinos de una nación (e incluso más allá)– la noticia de su muerte provocó reacciones encontradas: mientras algunos lloran a “la gran líder” que colocó a Gran Bretaña en el centro de la escena mundial, como la calificó el primer ministro británico David Cameron, otros festejan el paso a la otra vida de la mujer que introdujo sin anestesia las recetas neoliberales de la Escuela de Chicago en tándem con Ronald Reagan al otro lado del Atlántico, con quien compartió además su implacable rechazo al comunismo.
Para los argentinos, no obstante, ha muerto la mujer que lideró a Gran Bretaña en la guerra contra la Argentina por las Islas Malvinas, conflicto que se extendió entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982 y que dejó un saldo de 649 soldados argentinos caídos. Ha muerto, sobre todo, la persona que decidió el hundimiento del Crucero General Belgrano el 2 de mayo de 1982, aun cuando éste se encontraba fuera de la zona de exclusión establecida, en un ataque que terminó con 323 argentinos muertos y que marcó el comienzo del fin de la dictadura militar de Leopoldo Galtieri.
“(El Belgrano) No estaba abandonando las Falkland, estaba en un área que representaba un riesgo para nuestros buques y para nuestra gente. He cumplido mi tarea y estoy orgullosa de eso”, fue la defensa que hizo de su cuestionada decisión la Dama de Hierro apenas meses después, en 1983, durante un programa de la BBC.
Thatcher, una “tory” de pura cepa, tuvo un rol determinante durante la guerra de Malvinas y fue ese triunfo el que le habilitó su reelección en 1983. La entonces primera ministra británica necesitaba recuperar la popularidad que venía perdiendo conforme el liberalismo económico a ultranza que aplicó dejaba a millones de británicos sin trabajo y el malestar social ponía en riesgo su continuidad.
Nacida en en el seno de una familia humilde en 1925, había estudiado en una selecta escuela pública y más tarde en la prestigiosa Universidad de Oxford, donde estudió Química y luego Derecho, ni bien descubrió su pasión por la política.
Como primera ministra y con el fin de lograr bajar una galopante inflación, privatizó los servicios públicos, redujo el gasto social al mínimo y realizó una flexibilización laboral sin precedentes. Reformó además los sindicatos quitándoles prácticamente todo el poder, mientras avanzaba con la desindustrialización británica.
Aunque logró la recuperación económica, su debacle llegaría hacia fines de los 80 debido a la imposición de un impuesto municipal muy impopular que castigaba a quien no lo pagara prohibiéndole el derecho al voto. Otra de sus impopulares decisiones fue la negación conti nua a la integración europea.
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