Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

martes, 7 de junio de 2016

Me fui por la libre

General de Brigada (r) Rolando Kindelán Bles
El General de Brigada Rolando Kindelán Bles es una persona extraordinariamente introvertida. Las palabras hay que sacárselas con un tirabuzón, como si se fuera a extraer un corcho de una botella de vino. La entrevista no fue nada fácil. Hombre con una hermosa trayectoria, lo único que ha hecho en la vida es trabajar. Ahora lo hace con entusiasmo desde su cargo de dirigente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. Considera que la educación patriótico-militar es algo muy atractivo y es del criterio que es importante enseñarle a las nuevas generaciones, desde la primaria, la historia de la Patria. En eso labora con el mismo entusiasmo de cuando se incorporó a la Sierra Maestra
LUIS BÁEZ
¿Cuénteme sus primeros años de vida?
Nací en Santiago de Cuba el 8 de enero de 1928. Mi padre era albañil. También trabajaba como carpintero. Mi madre laboraba en una fábrica de fideos. Éramos cuatro hermanos.
La educación patriótico-militar, la tarea que ahora desempeña con el mismo entusiasmo que en la Sierra Maestra.
Malamente pude cursar los primeros grados. La situación económica se puso muy difícil en Santiago y mis padres emigraron a Guaro, pueblito ubicado en Mayarí Abajo, entre Cueto y Mayarí. Tuve que empezar a trabajar muy temprano.
¿A qué edad?
A los trece años. En esos tiempos el menor de edad no ganaba jornal. Las personas mayores a las cuales ayudaba me daban algún dinerito. Hasta que arribé a los dieciocho años.
¿En qué tareas?
En lo que apareciera. Corté, limpié y alcé mucha caña. También en la ganadería.
La zafra duraba entre dos y tres meses. Inclusive, tuve que cortar caña de noche y alzarla a mano. El guardacampo venía repartiendo los cortes y a eso de las nueve o diez de la mañana los paraba porque había mucha caña en el suelo.
Tenía que aprovecharse la noche, la madrugada, para poder reunir un bulto de caña. Era la única manera de poder subsistir.
Cuando se acababa la zafra en Oriente había que irse para Camagüey. Muchas personas al terminar la contienda azucarera se iban a trabajar a los cafetales.
El obrero agrícola no tenía descanso. Era la única forma de ganar algún sustento para alimentar a la familia. Así era la vida en aquellos tiempos.
¿A quién pertenecían esos campos?
A la United Fruit Company. El central se llamaba Preston. Hoy es Frank País.
En mi juventud tuve una vida muy dura. Hasta que me fui para la Sierra Maestra.
¿En qué momento ocurrió eso?
En junio de 1957.
¿Usted pertenecía al Movimiento 26 de Julio?
No.
¿Quién lo llevó?
Nadie. Me fui por la libre. Ya había hecho una tentativa con anterioridad.
¿Qué pasó?
Mi primer proyecto fue en mayo de 1957. Oí decir que Fidel Castro estaba en la Sierra Maestra y decidí incorporarme a la lucha. Fui solo. Me lancé a caminar por el monte para encontrar a los alzados.
¿Los encontró?
¡Qué va! Me cogieron preso los guardias en un lugar que le llaman Marea del Portillo. Estaba tomando agua en un arroyo cuando de repente escuché el traquetear de unos rifles. Cuando me viro veo a dos soldados apuntándome.
¿Qué hicieron con usted?
Me llevaron detenido a Manzanillo. Me golpearon. De ahí me condujeron al Vivac de Santiago de Cuba.
En el interrogatorio negué siempre a lo que iba. Les decía que mi objetivo era buscar trabajo.
En la prisión conocí a varios jóvenes revolucionarios. Hablando con ellos fue que hice contacto con los compañeros del Movimiento 26 de Julio.
Finalmente, ¿qué pasó?
Me celebraron juicio. Me defendió Talia Fung, una abogada bajita, chinita que está ahora en La Habana. Ella logró que saliera absuelto.
Ya en libertad, ¿qué hizo?
Me fui para Manzanillo. Los compañeros en el Vivac me habían hablado de un lugar conocido como Blanquizar, donde se congregaban personas que posteriormente subían para la Sierra. Allí me dirigí. Al llegar, me encontré algunos de los jóvenes que estaban en la prisión conmigo. En total nos reunimos unos veinte.
A los pocos días emprendimos viaje a la Sierra Maestra. En el camino, algunos se agotaron y decidieron regresar a la ciudad. Era mucha el hambre, la lluvia, el cansancio.
Yo pensaba: no puedo bajar. Tengo que llegar. Si bajo y me agarran me van a matar. Y seguí loma arriba.
¿En qué momento vio a Fidel?
El 30 de julio de 1957. Exactamente el mismo día que mataron a Frank País en las calles de Santiago de Cuba.
¿Cómo fue el encuentro?
Yo llevaba un fusil viejo y tenía puesta una gorrita. Fidel me preguntó por qué quería alzarme. Le respondí: por un ideal. Realmente en esa época no conocía el contenido de aquella frase, pero la había escuchado tantas veces que pensé: debe ser algo bueno.
El Comandante en Jefe me planteó que le entregara el fusil, pues había gente que llevaba algún tiempo en las montañas y estaban desarmados. Se lo di. A cambio me entregó un revólver. También me dio un sombrero.
¿Se quedó con Fidel?
No. Como estaban escasos de armamentos, me mandó para la loma de Caracas. Ahí conocí a varios compañeros, entre ellos, a Antonio Sánchez Díaz (Pinares) y Roberto Rodríguez (el Vaquerito) que se encontraba enfermo.
¿Permaneció mucho tiempo en este campamento?
Muy poco. Pues un buen día, que llovía a cantaros, Pinares, que era muy inquieto, me dijo: "vámonos para el Hombrito". Y sin pedirle permiso a nadie me fui con él. Era increíble como subía y bajaba lomas cargado. No sentía nada. Hasta que me incorporé a la tropa del Che.
¿Cómo lo recibió el Che?
Me metió tremenda descarga por haberme ido de la loma de Caracas sin la autorización de Fidel. Fue un encuentro complicado.
Ahí, en esa columna, que era la 4, se encontraba Camilo Cienfuegos. Me incorporaron al pelotón de Raúl Castro Mercader.
¿Con qué jefe rebelde estuvo más tiempo?
Con Camilo. La segunda vez que él bajó al llano lo acompañé y después formé parte de la Columna Antonio Maceo en la Invasión a Occidente.
¿Cómo hizo la invasión?
Formaba parte del pelotón de retaguardia que tenía como jefe a Pinares. Hice toda la Invasión cargando un fusil ametralladora Browning.
¿Qué no se le ha olvidado de aquellos días?
La gran capacidad de Camilo para dirigir esa invasión. A veces sin práctico, sin conocer el terreno, el enemigo emboscándonos constantemente, caminando de noche, ciclones, el hambre, los mosquitos.
Recuerdo que en una ocasión teníamos tanta hambre que Camilo ordenó matar a una yegua. En el momento de estar preparándola para asarla, nos informaron que se estaban acercando los guardias. No podíamos prender candela. Nos la comimos cruda.
En un encuentro con la columna del Che cambiamos caballos por camiones.
Al poco tiempo tuvimos que abandonar los vehículos porque el terreno estaba en muy malas condiciones.
Camilo, a pesar de su juventud, independientemente de su carácter afable, risueño, dicharachero; era un gran jefe. ¡Tremendo guerrillero! Muy inteligente. La gente lo respetaba y quería mucho.
¿Qué tareas le dieron al triunfo de la Revolución?
Me hicieron responsable de una compañía que se llamaba de Aseguramientos y Servicios, en Columbia. El jefe del regimiento era Pinares. También cuando se produjo un problema en Isla de Pinos —hoy Isla de la Juventud— me mandaron para allí un tiempito.
Además participé en la lucha contra bandidos, en la zona del Escambray, bajo las órdenes del comandante Lizardo Proenza. Peleamos muy duro.
Cuando se crearon las fuerzas Tácticas de Occidente designaron a Pinares como su jefe y me fui con él para Guanito, en Pinar del Río. Siempre seguí con Pinares.
Él tenía una gran confianza en mí porque lo único que hacía es lo que he hecho en toda mi vida: trabajar. Pinares era una gente extraordinaria. Valiente. Siempre con una gran disposición. Sus hombres lo respetábamos y queríamos. Muy ocurrente. Bromista. Un perfecto jodedor cubano.
¿Estuvo en el Congo?
Eso fue en 1965. En esos momentos me encontraba pasando el segundo curso básico superior en La Cabaña. Tenía los grados de capitán. Posteriormente me ascendieron a comandante.
Fui citado a una reunión. Desconocía el motivo. Éramos un grupo pequeño. Al llegar me encontré con el Comandante en Jefe, quien nos explicó el objetivo de la misión.
¿En qué consistía?
Viajar a la República del Congo con la encomienda de asentarnos en Brazaville, la capital. Era la primera vez que salía del país.
¿Con qué rango?
Como Jefe Militar. El compañero Jorge Risquet era el responsable de la Dirección Política. En total llegamos a concentrarnos alrededor de doscientos cincuenta cubanos que cumplían diversas misiones.
¿Cuál era el objetivo?
Estar listos para incorporarnos a la columna del Che, que estaba en Leopoldville (Kinshasa).
También teníamos la responsabilidad de combatir al lado de los congoleses si se producía algún ataque desde el exterior. Igualmente, organizar y entrenar a los batallones de milicias, y a combatientes del Movimiento Popular para la liberación de Angola (MPLA).
¿Quién era el Presidente?
Alphonse Massemba Debat y Ambroise Noumazalay, el Primer Ministro. Por cierto, en un viaje que hizo el presidente congolés a Madagascar, se produjo una sublevación militar.
¿Qué hicieron ustedes?
Los cubanos nos opusimos al golpe. Tomamos la entrada del aeropuerto, la principal emisora, controlamos los cruces de camino, los puntos neurálgicos, y de esa manera logramos impedirlo.
En la acción antigolpista también participaron Risquet, Rodrigo Álvarez Cambras, Rodolfo Puente Ferro, Julián Álvarez, Manuel Agramonte y otros combatientes cubanos. Se logró sin que se produjera ninguna pérdida de vida.
¿Cumplió alguna otra misión internacionalista?
Tuve la responsabilidad de organizar el regimiento presidencial en Angola. Estábamos bien preparados.
Cada tanque tenía una tripulación de tres cubanos y un angolano. Nuestra misión principal era cuidar el Palacio Presidencial, evitar cualquier intentona militar.
Ya conocía a Agostinho Neto de la misión del Congo. Allí hicimos muy buena amistad. Era un hombre introvertido, inteligente, de enorme cultura.
¿Mantuvo relaciones con el Presidente José Dos Santos?
Sí. También nos llevábamos excelentemente. Conversábamos todos los días. Él, igual que Neto, sentía una gran admiración, respeto y agradecimiento hacia los cubanos.

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