Eduardo García Lavandero, bravo revolucionario y opositor de
Fulgencio Batista en sus dos “gobiernos”, nació el 5 de ese mes en 1922
y, moriría brutalmente asesinado, el día 23 también de junio, pero en
1958
Elena Milián Salaberri
elenams18081966@gmail.com
La bravura de ciertos
seres humanos rebasa los límites del tiempo que, entre otras cosas sirve
para traernos a la mente la estela de los imprescindibles. Junio, se
empeña y logra, ser un mes insoslayable para la historia de Artemisa y
de Cuba: Eduardo García Lavandero, bravo revolucionario y opositor de
Fulgencio Batista en sus dos “gobiernos”, nació el 5 de ese mes en 1922
y, moriría brutalmente asesinado, el día 23 también de junio, pero en
1958.
Si bien desde muy pequeño se trasladó junto a la familia a la ciudad de Artemisa, su tierra natal es la localidad de San Cristóbal. Historiadores de esa demarcación sostienen que radicaban en una casa cercana al parquecito infantil; mas, ahondar en la búsqueda de las raíces locales del mártir, se torna desafío para los investigadores.
Su quehacer de joven, después de residir en Artemisa, sí resulta muy estudiado. Allí llegó a presidir la Asociación de Alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza, etapa en la cual también militaba en la organización Acción Revolucionaria Guiteras. Más tarde se incorporó al partido Auténtico, como parte del cual, junto con Evelio Prieto Guillaume, en diciembre de 1956 estaba encargado de custodiar un alijo de armas enviado desde Estados Unidos por el derrocado presidente Carlos Prío Socarrás.
Al apartamento donde las guardaban (en la calle 12, frente al Vedado Tenis) se había mudado José Antonio Echeverría, presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios y secretario general del Directorio Revolucionario, que estaba urgido de conseguir armas porque sus miembros habían asumido la vía insurreccional como único modo de solucionar los problemas de la nación.
APOYO DECISIVO
Convencidos de que el único objetivo de Prío era aparentar que se preparaba para enfrentar al régimen que lo había depuesto, Eduardo y Evelio entregaron las armas al Directorio y engrosaron sus filas.
Esa decisión fue contribución clave, por cuanto Eduardo poseía la experiencia de haber participado en la lucha contra el primer Gobierno de Fulgencio Batista, y ante el Golpe de Estado promovido por este el 10 de marzo de 1952 se lanzó de nuevo al combate, sin escatimar en el sacrificio que representaba la separación familiar, incluida su esposa, y abandonar el cultivo y venta de tabaco, negocio al cual se dedicaba por entonces.
Pese a proceder del desacreditado Partido Auténtico, su honestidad y audacia le agenciaron la simpatía de los demás miembros del Directorio, y se identificó totalmente con la vía insurreccional y el sentido unitario, lineamientos fundamentales de esa organización.
Abogaba por la unidad, lo que explica su presencia en los mítines organizados por Fidel para recaudar fondos con destino a la expedición armada que preparaba en México.
Eduardo estaba convencido de que la única opción para Cuba era llevar a cabo transformaciones radicales que pusieran fin al ineficaz régimen impuesto desde la instauración de la república neocolonial.
PRIMERA ACCIÓN CON EL DIRECTORIO
Tuvo lugar a las 11:00 de la mañana del 13 de enero de 1957, cuando participó en la quema de unos siete carros patrulleros de la policía, guardados en la agencia Ambar Motors, en 23 y P, en La Rampa. A fines de ese propio mes intervino en un infructuoso intento de ajusticiar al tristemente célebre teniente Jacinto Menocal, en Bauta. Al regreso, pasaron frente a la casa del jefe del Buró de
Investigaciones, coronel Orlando Piedra, en Quinta Avenida y 84, en Miramar, se percataron de que se disponía a salir y decidieron ultimarlo, pero solo lograron herir a dos de los escoltas.
No participó en las acciones contra el Palacio Presidencial y la emisora Radio Reloj por encontrarse en Estados Unidos, con la misión de activar el envío de armas a Cuba; sin embargo, allí recibió a los sobrevivientes llegados a ese país, con los cuales redobló las actividades proselitistas y de recaudación de fondos.
En febrero de 1958 integró la expedición del Scapade, encabezada por Faure Chomón Mediavilla, que arribó al país por las costas de Nuevitas el 8 de febrero de 1958. Al mes siguiente se trasladó a la capital como jefe nacional de acción de su organización.
SU MUERTE
Más de medio centenar de proyectiles disparados por sicarios del régimen de Fulgencio Batista troncharon su vida, cuando apenas contaba 36 años de edad. Una delación los llevó hasta la tintorería situada en Vapor No. 70, donde había buscado amparo en la tarde del 23 de junio de 1958, luego de resultar herido en un ocasional intercambio de disparos.
Cuando fue descubierto, Eduardo había llegado hasta el fondo del local; arrinconado por los esbirros, se batió contra ellos con fiereza, hasta la última bala y, al final, les lanzó su pistola como un proyectil y los enfrentó desarmado. Muy joven le aseguró a su madre que “moriría como un hombre” y lo cumplió.
Si bien desde muy pequeño se trasladó junto a la familia a la ciudad de Artemisa, su tierra natal es la localidad de San Cristóbal. Historiadores de esa demarcación sostienen que radicaban en una casa cercana al parquecito infantil; mas, ahondar en la búsqueda de las raíces locales del mártir, se torna desafío para los investigadores.
Su quehacer de joven, después de residir en Artemisa, sí resulta muy estudiado. Allí llegó a presidir la Asociación de Alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza, etapa en la cual también militaba en la organización Acción Revolucionaria Guiteras. Más tarde se incorporó al partido Auténtico, como parte del cual, junto con Evelio Prieto Guillaume, en diciembre de 1956 estaba encargado de custodiar un alijo de armas enviado desde Estados Unidos por el derrocado presidente Carlos Prío Socarrás.
Al apartamento donde las guardaban (en la calle 12, frente al Vedado Tenis) se había mudado José Antonio Echeverría, presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios y secretario general del Directorio Revolucionario, que estaba urgido de conseguir armas porque sus miembros habían asumido la vía insurreccional como único modo de solucionar los problemas de la nación.
APOYO DECISIVO
Convencidos de que el único objetivo de Prío era aparentar que se preparaba para enfrentar al régimen que lo había depuesto, Eduardo y Evelio entregaron las armas al Directorio y engrosaron sus filas.
Esa decisión fue contribución clave, por cuanto Eduardo poseía la experiencia de haber participado en la lucha contra el primer Gobierno de Fulgencio Batista, y ante el Golpe de Estado promovido por este el 10 de marzo de 1952 se lanzó de nuevo al combate, sin escatimar en el sacrificio que representaba la separación familiar, incluida su esposa, y abandonar el cultivo y venta de tabaco, negocio al cual se dedicaba por entonces.
Pese a proceder del desacreditado Partido Auténtico, su honestidad y audacia le agenciaron la simpatía de los demás miembros del Directorio, y se identificó totalmente con la vía insurreccional y el sentido unitario, lineamientos fundamentales de esa organización.
Abogaba por la unidad, lo que explica su presencia en los mítines organizados por Fidel para recaudar fondos con destino a la expedición armada que preparaba en México.
Eduardo estaba convencido de que la única opción para Cuba era llevar a cabo transformaciones radicales que pusieran fin al ineficaz régimen impuesto desde la instauración de la república neocolonial.
PRIMERA ACCIÓN CON EL DIRECTORIO
Tuvo lugar a las 11:00 de la mañana del 13 de enero de 1957, cuando participó en la quema de unos siete carros patrulleros de la policía, guardados en la agencia Ambar Motors, en 23 y P, en La Rampa. A fines de ese propio mes intervino en un infructuoso intento de ajusticiar al tristemente célebre teniente Jacinto Menocal, en Bauta. Al regreso, pasaron frente a la casa del jefe del Buró de
Investigaciones, coronel Orlando Piedra, en Quinta Avenida y 84, en Miramar, se percataron de que se disponía a salir y decidieron ultimarlo, pero solo lograron herir a dos de los escoltas.
No participó en las acciones contra el Palacio Presidencial y la emisora Radio Reloj por encontrarse en Estados Unidos, con la misión de activar el envío de armas a Cuba; sin embargo, allí recibió a los sobrevivientes llegados a ese país, con los cuales redobló las actividades proselitistas y de recaudación de fondos.
En febrero de 1958 integró la expedición del Scapade, encabezada por Faure Chomón Mediavilla, que arribó al país por las costas de Nuevitas el 8 de febrero de 1958. Al mes siguiente se trasladó a la capital como jefe nacional de acción de su organización.
SU MUERTE
Más de medio centenar de proyectiles disparados por sicarios del régimen de Fulgencio Batista troncharon su vida, cuando apenas contaba 36 años de edad. Una delación los llevó hasta la tintorería situada en Vapor No. 70, donde había buscado amparo en la tarde del 23 de junio de 1958, luego de resultar herido en un ocasional intercambio de disparos.
Cuando fue descubierto, Eduardo había llegado hasta el fondo del local; arrinconado por los esbirros, se batió contra ellos con fiereza, hasta la última bala y, al final, les lanzó su pistola como un proyectil y los enfrentó desarmado. Muy joven le aseguró a su madre que “moriría como un hombre” y lo cumplió.
el artemiseño
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