En mayo de 1971 el Instituto de Medicina Veterinaria registró los primeros casos de cerdos enfermos en el municipio de Boyeros, en La Habana. El 17 de junio fue diagnosticada la presencia de la enfermedad en un cebadero ubicado en Bauta, pero después se extendió a otras regiones. El 23 de junio las autoridades cubanas dieron a conocer públicamente que había aparecido la fiebre porcina africana. Como se propagaba a un ritmo sorprendente y acarreaba la mortalidad masiva de animales, para controlarla fue necesario sacrificar medio millón de cerdos. Las pérdidas económicas que ocasionó la introducción de este virus fueron millonarias.
El 9 de enero de 1977, un cable de la agencia cablegráfica UPI, en Washington, informó: “Una fuente no identificada de la CIA reveló a Newsday que a principios de 1971 se le entregó un recipiente que contenía virus en Fuerte Gulick, base del Ejército de Estados Unidos en la zona del Canal de Panamá, también utilizada por la CIA, y que el mismo fue llevado en un pesquero a agentes que operaban clandestinamente en Cuba. Era la primera vez que la enfermedad se manifestaba en el hemisferio occidental”.
En el transcurso de las investigaciones, un grupo de especialistas del Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (Censa), dirigido por la doctora Rosa Elena Simeón, descubrieron dos cepas virales aisladas en aves migratorias muertas que pertenecían al virus de la fiebre porcina africana. Después llegaron a la conclusión de que este germen específico de los cerdos se había adaptado artificialmente para “vehiculizarlo” por medio de aves, y alertaron que este resultado científico solamente se podía lograr de forma intencional y con técnicas depuradas de ingeniería genética y biotecnología.
En 1979 reapareció la fiebre porcina africana, y se pudo conocer que la reinfección había tenido su origen en los alrededores del poblado de Caimanera, muy cerca de donde se encuentra la ilegal Base Naval norteamericana en Guantánamo. En esta ocasión hubo que sacrificar 296 537 animales, y se identificaron otras dos cepas modificadas en laboratorio que eran diferentes a las del virus anterior.
En mayo de 1979 el asesor del viceministro primero del Ministerio del Azúcar, Orlando Argudín López, el agente “Rolando” de los Órganos de la Seguridad del Estado, se entrevistó en París con un oficial de la CIA que respondía al seudónimo de “Bernardo”, del cual le llamó la atención la forma en que se refirió a los medios que estaban empleando contra Cuba, entre ellos, enfermedades que habían sido introducidas para atacar a personas y animales. “Rolando” recordaba que el oficial de la CIA se sentía optimista con los resultados que esperaban obtener de esas acciones. En octubre de ese mismo año, el sobrecargo de la compañía Cubana de Aviación Ignacio Rodríguez-Mena Castrillón, el agente “Isidro”—uno de los cubanos que la CIA creía haber reclutado en 1966— se entrevistó en el hotel Sideral, de Madrid, con otro oficial de la CIA que se hacía llamar “Nicolás”, quien se interesó en conocer si las aeronaves cubanas estaban transportando pesticidas y otros productos para combatir la fiebre porcina.1
“A fines de enero de 1980 fue detectada la presencia de la fiebre porcina africana en el municipio de Baracoa, provincia de Guantánamo. Según un estudio epizootiológico retrospectivo se pudo conocer que la enfermedad se inició en 1979 a través de focos que fueron confundidos con otras enfermedades en los municipios Niceto Pérez, Guantánamo, Caimanera, El Salvador, San Antonio del Sur e Imías. Como resultado de movimientos de animales, la enfermedad penetró en Santiago de Cuba y Holguín”. […] “Se pudo comprobar la aparición de dos cepas diferentes del virus introducido, una variante modificada en laboratorio, de baja patogenicidad, que se incrementaba a medida que daba pases dentro de los animales susceptibles. La segunda cepa, con una gran virulencia, afectó al municipio de Imías en cerdos del sector privado. 2 Al igual que en la ocasión anterior, las afectaciones económicas por las pérdidas de animales, pagos por indemnizaciones a criadores privados, gastos de campaña, y pérdidas en transacciones de comercio exterior, fueron considerables. Pero más grave fue la afectación al desarrollo perspectivo del rebaño porcino y de una rama de importancia estratégica en el aseguramiento alimentario de la población”. 3
El 15 de septiembre de 1981, al inaugurar la 68 Conferencia Mundial de la Unión Interparlamentaria en el Palacio de Convenciones de La Habana, Fidel denunció que el Gobierno de Estados Unidos estaba utilizando armas biológicas para agredir a Cuba y añadió que en los últimos tres años habían introducido cinco plagas o enfermedades, y entre estos males volvió a mencionar la fiebre porcina.
En marzo de 1984, durante un juicio que tardó cinco semanas, celebrado en Nueva York, el asesino a sueldo Eduardo Arocena Pérez, conocido por sus vínculos con la CIA y el crimen organizado, y cabecilla de la organización terrorista Omega-7, reveló: […] “la misión del grupo encabezado por mí era la obtención de ciertos gérmenes e introducirlos en Cuba”.4 Por esta revelación Arocena no fue juzgado ni las autoridades norteamericanas realizaron investigación alguna.
Las agresiones biológicas del Gobierno de Estados Unidos y sus agencias de subversión y espionaje contra Cuba, constituyen una larga sucesión de hechos que han sido enfrentados con eficiencia por nuestras instituciones científicas especializadas, con los recursos humanos y tecnológicos adquiridos y desarrollados por la Revolución bajo la dirección de Fidel, y con el apoyo de nuestro pueblo.
*Investigador del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado
1 La Guerra de la CIA contra Cuba, José Luis Morera y Rafael Calcines, Agencia de Información Nacional, La Habana, 1988, pp. 44 y 45.
2 Informe Central del Primer Secretario del CCPCC, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz al V Congreso del Partido, periódico Granma, 29 de octubre de 1997, p.11.
3 Demanda del pueblo cubano contra el gobierno de Estados Unidos por los daños económicos ocasionados a Cuba, Editora Política, La Habana, 2000, p.76.
4 Declaración del terrorista de origen cubano Eduardo Arocena Pérez ante el Tribunal Federal de la ciudad de Nueva York, p.2189, 1984. Exp.2 FBINY 185-1009.
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