Siendo
muy joven, Aracelio ocupó cargos en las organizaciones obreras y se
ganó el respeto de los veteranos por su disposición ante el trabajo y
por su temperamento rebelde
Era un negro alto y flaco, coinciden en afirmar los viejos
portuarios; muy mal hablado, pero con los patronos. Con nosotros era
alegre y fraternal, agregan. Según algunos testimonios, Carlos Prío y
Aracelio Iglesias se conocían desde los años 30, cuando el primero era
un estudiante rebelde contra la injusticia; pero en 1946, Prío era
ministro del Trabajo del gobierno de Ramón Grau San Martín, ya había
perdido sus juveniles arrestos revolucionarios.
En medio de una discusión sobre mejoras salariales en la que los portuarios y su líder no transigían, Prío le dijo: “Ven acá, ¿tú te crees que eres el dueño de los muelles o qué?”, a lo que el sindicalista replicó: “¿Y tú te crees que eres el dueño de Cuba o qué c…?.
Aracelio Iglesias Díaz había nacido en Consolación del Sur, provincia de Pinar del Río, el 22 de junio de 1901. A los 13 años quedó huérfano y se fue a vivir a Regla con unos parientes. Muy joven entró a laborar como bracero en los muelles del puerto de La Habana. A pesar de su corta edad, se ganó el respeto de los veteranos por su disposición ante el trabajo y por su temperamento rebelde. Muy joven ocupó cargos en las organizaciones obreras.
Ya militante comunista, se opuso a la tiranía Caffery-Batista-Mendieta (el embajador yanqui, el militarote, el títere). Una delación llevó a los agentes del Servicio de Inteligencia Militar a su pequeño cuarto en La Habana Vieja y allí le encontraron algunos textos marxistas. Luego le “plantaron” armas y explosivos. El Tribunal de Urgencia lo sancionó a varios años de prisión en la Isla de Pinos.
Con la amnistía de 3 000 presos políticos en la llamada “apertura democrática“de 1937 recuperó la libertad. Sus compañeros lo eligieron para cargos en el sindicato de estibadores y en 1940, para secretario general, responsabilidad que asumió hasta su muerte. Logró unificar a todos los obreros del sector en una sola organización sindical. Gracias a su gestión puso fin a ciertos privilegios y estableció las Listas Rotativas. Hizo cumplir las tarifas salariales y el respeto al descanso retribuido.
“Era el alma obrera del puerto”, solían decir los viejos portuarios. Uno de ellos confesó a un periodista: “Lo asombroso era su facilidad de discutir.
Razonaba con argumentos sólidos y con la verdad por delante desenmascaraba a los patronos. No apelaba a la violencia, sino al análisis riguroso de cada situación. Verlo actuar era como asistir a una lección cotidiana”.
“Aracelio era un hombre con visión de futuro. Cuando murió, ya tenía la idea de incorporar mujeres a toda una serie de labores en el puerto, nos atendían algunos médicos y funcionaba una escuela”.
Cuentan que por aquellos días de 1948 un estibador se acercó preocupado a Aracelio Iglesias para preguntarle si había visto el reportaje aparecido en una publicación entonces muy cercana políticamente al gobernante Partido Auténtico. Con un gran retrato del líder portuario como ilustración, en el trabajo se le calificaba como “El Zar Rojo del puerto”. En realidad era la reproducción de un texto publicado días antes por The New York Times. Tras su lectura, un silencio se hizo entre los portuarios. Para nadie era un secreto que aquello implicaba una sentencia de muerte.
Después de asumir como presidente el 10 de octubre de 1948, Prío enarboló demagógicamente la bandera de la “cordialidad” entre todos los cubanos.
“Si es verdad lo que dice, que se propone respetar y cumplir la constitución y las leyes, va a tener que demostrarlo sin evasivas”, dijo Aracelio.
El nuevo Ministro del Trabajo declaró que se entrevistaría con los obreros. Incluso afirmó que respetaría “la voluntad democrática de la mayoría de los trabajadores en los Sindicatos”. La réplica de Aracelio no tardó: “Vamos a explicarle al Ministro las arbitrariedades cometidas, al imponernos dirigentes oficiales en las organizaciones marítimas y portuarias, al atropellar las disposiciones legales”, declaró el líder sindical.
El 17 de octubre, Aracelio se hallaba en el local del Sindicato de Obreros Portuarios de la Empresa Naviera de Cuba para debatir con otros líderes sindicales del gremio el documento que le entregarían al Ministro. Finalizada la reunión, conversaba con algunos portuarios cuando matones a sueldo entraron silenciosos al local y lo atacaron a balazos.
Al ser conducido hacia la Casa de Socorros del Muelle de Luz, con cuatro balazos en el cuerpo, declaró: “Por si acaso muero, escriban ahí que pude ver a los que me tiraron”, y los señaló por sus nombres.
Aracelio Iglesias murió en la madrugada del lunes 18 de octubre de 1948. Según relatara luego un viejo portuario, “Lázaro Peña vino a darnos la noticia de su muerte y los patronos abrieron los micrófonos llamando a los obreros al trabajo, para evitar que lo escucháramos, pero nadie hizo caso del llamado”.
En medio de una discusión sobre mejoras salariales en la que los portuarios y su líder no transigían, Prío le dijo: “Ven acá, ¿tú te crees que eres el dueño de los muelles o qué?”, a lo que el sindicalista replicó: “¿Y tú te crees que eres el dueño de Cuba o qué c…?.
Aracelio Iglesias Díaz había nacido en Consolación del Sur, provincia de Pinar del Río, el 22 de junio de 1901. A los 13 años quedó huérfano y se fue a vivir a Regla con unos parientes. Muy joven entró a laborar como bracero en los muelles del puerto de La Habana. A pesar de su corta edad, se ganó el respeto de los veteranos por su disposición ante el trabajo y por su temperamento rebelde. Muy joven ocupó cargos en las organizaciones obreras.
Ya militante comunista, se opuso a la tiranía Caffery-Batista-Mendieta (el embajador yanqui, el militarote, el títere). Una delación llevó a los agentes del Servicio de Inteligencia Militar a su pequeño cuarto en La Habana Vieja y allí le encontraron algunos textos marxistas. Luego le “plantaron” armas y explosivos. El Tribunal de Urgencia lo sancionó a varios años de prisión en la Isla de Pinos.
Con la amnistía de 3 000 presos políticos en la llamada “apertura democrática“de 1937 recuperó la libertad. Sus compañeros lo eligieron para cargos en el sindicato de estibadores y en 1940, para secretario general, responsabilidad que asumió hasta su muerte. Logró unificar a todos los obreros del sector en una sola organización sindical. Gracias a su gestión puso fin a ciertos privilegios y estableció las Listas Rotativas. Hizo cumplir las tarifas salariales y el respeto al descanso retribuido.
“Era el alma obrera del puerto”, solían decir los viejos portuarios. Uno de ellos confesó a un periodista: “Lo asombroso era su facilidad de discutir.
Razonaba con argumentos sólidos y con la verdad por delante desenmascaraba a los patronos. No apelaba a la violencia, sino al análisis riguroso de cada situación. Verlo actuar era como asistir a una lección cotidiana”.
“Aracelio era un hombre con visión de futuro. Cuando murió, ya tenía la idea de incorporar mujeres a toda una serie de labores en el puerto, nos atendían algunos médicos y funcionaba una escuela”.
Cuentan que por aquellos días de 1948 un estibador se acercó preocupado a Aracelio Iglesias para preguntarle si había visto el reportaje aparecido en una publicación entonces muy cercana políticamente al gobernante Partido Auténtico. Con un gran retrato del líder portuario como ilustración, en el trabajo se le calificaba como “El Zar Rojo del puerto”. En realidad era la reproducción de un texto publicado días antes por The New York Times. Tras su lectura, un silencio se hizo entre los portuarios. Para nadie era un secreto que aquello implicaba una sentencia de muerte.
Después de asumir como presidente el 10 de octubre de 1948, Prío enarboló demagógicamente la bandera de la “cordialidad” entre todos los cubanos.
“Si es verdad lo que dice, que se propone respetar y cumplir la constitución y las leyes, va a tener que demostrarlo sin evasivas”, dijo Aracelio.
El nuevo Ministro del Trabajo declaró que se entrevistaría con los obreros. Incluso afirmó que respetaría “la voluntad democrática de la mayoría de los trabajadores en los Sindicatos”. La réplica de Aracelio no tardó: “Vamos a explicarle al Ministro las arbitrariedades cometidas, al imponernos dirigentes oficiales en las organizaciones marítimas y portuarias, al atropellar las disposiciones legales”, declaró el líder sindical.
El 17 de octubre, Aracelio se hallaba en el local del Sindicato de Obreros Portuarios de la Empresa Naviera de Cuba para debatir con otros líderes sindicales del gremio el documento que le entregarían al Ministro. Finalizada la reunión, conversaba con algunos portuarios cuando matones a sueldo entraron silenciosos al local y lo atacaron a balazos.
Al ser conducido hacia la Casa de Socorros del Muelle de Luz, con cuatro balazos en el cuerpo, declaró: “Por si acaso muero, escriban ahí que pude ver a los que me tiraron”, y los señaló por sus nombres.
Aracelio Iglesias murió en la madrugada del lunes 18 de octubre de 1948. Según relatara luego un viejo portuario, “Lázaro Peña vino a darnos la noticia de su muerte y los patronos abrieron los micrófonos llamando a los obreros al trabajo, para evitar que lo escucháramos, pero nadie hizo caso del llamado”.
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