Fidel, Raúl, Vilma, Celia y otros dirigentes estuvieron presentes en el desfile y, en áreas aledañas al aeropuerto, el jefe de la Revolución les dirigió la palabra.
Ese día, en otras muchas ciudades del país, también recibieron sus armas los batallones de milicianos que se preparaban, resueltamente, para enfrentar la agresión militar contra Cuba proyectada por el gobierno de Eisenhower.
Esa tarde, desde Santiago de Cuba, el Comandante en Jefe se dirigió a Guantánamo para sostener un encuentro muy especial con los obreros cubanos que trabajaban en la Base Naval.
TENER SUFICIENTE VALOR Y SUFICIENTE INTELIGENCIA
En horas de la noche, en el local del Instituto de Segunda Enseñanza de Guantánamo, al iniciar su amena charla, Fidel afirmó: “Hacía mucho tiempo que tenía la idea de celebrar una reunión con ustedes, los obreros de la Base Naval de Caimanera. En realidad, como tenemos mucho trabajo, habían ido transcurriendo los meses y no había podido venir a cumplir este propósito. Por fin hoy, haciendo un esfuerzo y pidiéndoles, al mismo tiempo, la excusa por la hora en que hemos llegado, decidimos hacer el viaje aquí y organizar, discretamente, esta reunión”.1
El líder de la Revolución quería conversar solamente con ellos. Por eso, casa por casa, los obreros de la base fueron citados pocas horas antes del encuentro.
Fidel les aclaró que lo hizo porque no quería que se armara agitación alrededor de su visita y de la reunión. Su preocupación no era que se supiera el contenido de la reunión sino que fuera una reunión tranquila, para analizar con tranquilidad cuestiones de interés para esos trabajadores.
En primer lugar, el Comandante en Jefe se refirió a que, en todo lo relacionado con la base naval norteamericana en Guantánamo, el gobierno cubano se consideraba en la obligación de actuar con mucho cuidado, pues Estados Unidos podría tomarla como un pretexto para crear conflictos al Gobierno Revolucionario.
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