Por Arthur González.
Fue evidente que el secretario general de la OEA, Luis Almagro, siguió
órdenes del Departamento de Estado de los Estados Unidos, al lanzarse a
solicitar la aplicación la Carta Democrática contra Venezuela.
Estados Unidos con su acostumbrada prepotencia pensó que podría presionar a los gobiernos de Latinoamérica como hizo en 1962 contra Cuba, pero el contexto es bien diferente y le salió el tiro por la culata, dejando mal parado a su peón que terminó enfangado y tildado de títere yanqui.
La falta de consenso obligó a los yanquis a usar a la Argentina para
presentar la fórmula del diálogo y de esa forma abrirle camino a la
canciller Susana Malcorra, nombrada hace unos meses por el presidente
Mauricio Macri, la que aspira al puesto de secretaria general de la ONU,
lo que resultaría de alto interés para Estados Unidos.
Esa maniobra dejó a las claras como se movió el escenario de la reunión y
las fuertes presiones ejercidas por funcionarios del Departamento de
Estado en los pasillos, para alcanzar los resultados deseados por
Washington.
El despliegue de funcionarios y especialistas en la sede de la OEA y las
acciones de los embajadores estadounidenses acreditados en las
capitales de América Latina, hicieron recordar a algunos observadores el
comportamiento de los yanquis en la antigua Comisión de Derechos
Humanos de la ONU, cuando presionaban a diestra y siniestra para tratar
de condenar a Cuba.
Estados Unidos al convencerse de que resultaba imposible la condena a Venezuela, no tuvo otra alternativa que sumarse a los que expresaron que el diálogo era la solución más sensata.
Se asegura por medios de prensa que poseen fuentes con acceso al
Departamento de Estado, que el mismo secretario de Estado, John Kerry,
dejó a un lado sus gestiones para buscar una solución negociada en Siria
y llamó personalmente a José Luis Rodríguez Zapatero, ex presidente de
España, para respaldarlo en el cabildeo de promoción del dialogo entre
el Gobierno venezolano y la oposición financiada y orientada por los
yanquis.
En su patraña, Estados Unidos solo logró sumar el apoyo de Paraguay para
la aplicación de la Carta Democrática solicitada por Almagro, la que
intentaba ejercer una contundente presión diplomática del hemisferio,
que obligara al Gobierno de Nicolás Maduro a convocar el referendo
revocatorio que desesperadamente desean aplicarle a Venezuela.
Mientras, Estados Unidos continua con la guerra económica para que el
pueblo venezolano se lance a las calles y se sume a los actos de
violencia provocados por la oposición, vieja táctica que en Cuba no les
dio resultados, pero como perros hueveros insisten en su empeño.
A esta acción se unen las campañas mediáticas de guerra psicológica
diseñada por especialistas de la CIA y la USIA, con palabras claves para
reforzar la matriz de opinión de que en Venezuela existen “violaciones”
del orden democrático y constitucional.
Quienes tenían dudas del accionar mal sano del ex canciller uruguayo
Luis Almagro, y su relación secreta con el Departamento de Estados y
quizás hasta con la CIA, solo deben leer la caracterización que la
prensa yanqui hizo de él, cuando afirmó:
“Almagro, es una voz valiente sobre Venezuela, es la excepción
extraordinaria en el deplorable historial diplomático de los países
latinoamericanos en la cuestión venezolana”.
Para recalcar lo que piensan de aquellos que dignamente no se prestaron
para la sucia patraña cocinada en Washington, algunos medios
estadounidenses calificaron como “una cobardía y crasos cálculos
políticos de los miembros del Consejo Permanente de la OEA (los
embajadores de los 34 países) que culminaron en hacer otra llamada
anodina al diálogo”.
Así se fabrican las cruzadas mediáticas en los medios de prensa, cuando
pretenden satanizar a un gobierno o líder inaceptable para los planes de
Estados Unidos, sin tener en cuenta que los tiempos cambiaron, y los
pueblos han aprendido a leer y a escribir para poder sacar sus propias
conclusiones, pues como dijo José Martí:
“Leer es una manera de crecer”