Más joven, más necesario que nunca, así veo al Che Guevara a sus 88 años de vida.
Así está él, advirtiéndonos que la construcción del Socialismo no es tarea fácil y que deberán de sortearse muchos obstáculos para desandar ese camino.
Diciéndonos que “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”, una esencia que nos mantiene y nos mantendrá intactos ante un mundo que parece hundirse entre las guerras, el consumo irrefrenable y las conjuras mediáticas.
Ahí está Guevara, alertándonos y también criticándonos ¿por qué no? de los errores cometidos en estos años de Revolución, poniendo barreras al burocratismo, a la corrupción, a la falta de eficiencia, al inmovilismo.
Lo veo en los sueños realizados y por realizar.
Está en aquel cubano o el turista que llega desde cualquier latitud para rendirle homenaje en la Plaza santaclareña y llorar ante él, y hacerle promesas, o establecer compromisos, o colocarle flores, e incluso para hablarle ante su nicho, para que él pueda escucharlo.
Porque él, constructor de una sociedad nueva, es como esa esperanza a la que necesitamos asirnos todos los buenos del planeta, como certeza de que es posible pensar en un mundo mejor, a pesar de que soplen vientos adversos.
Con más de ocho décadas, ahí está, en la Loma del Capiro, o liberando pueblos, descarrilando el tren blindado de la dictadura, librando la Batalla de Santa Clara, asegurando a los jóvenes que son ellos la arcilla fundamental de nuestra obra.
En estos tiempos convulsos y de crisis, el hombre que avizoró el siglo XXI vuelve a calzar sus botas por esta América nuestra de Bolívar, de Martí, de Sucre, de O’Higgins, de Hugo Chávez, porque aquí en nuestro continente, y él lo sabe, todavía queda mucho por hacer.
Ahí está él, con esos sueños de libertad, irradiando su optimismo y su fe, en estos tiempos de cambios, repitiendo en nuestros oídos, como para no olvidarlo nunca, que “al imperialismo no se le puede dar ni un tantico así”, y confirmándonos que las fórmulas para el triunfo son y serán siempre la defensa de las ideas, la ejemplaridad sin tacha, la moral, y la decisión de entregarlo todo, hasta la vida, por la libertad, la igualdad y el respeto a los seres humanos.
Así, con 88 años de juventud, celebra el Che Guevara un nuevo aniversario de su natalicio, vuelve al camino con la adarga al brazo, sobre el costillar de Rocinante, con ese ejemplo que no han podido borrar ni el tiempo ni los años duros, porque él siempre será ese estandarte inmenso que mira desde mi Plaza al Sur, con su traje de guerrillero y su fusil al hombro, para seguir apuntando al futuro. (Tomado de CMHW)
Así está él, advirtiéndonos que la construcción del Socialismo no es tarea fácil y que deberán de sortearse muchos obstáculos para desandar ese camino.
Diciéndonos que “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”, una esencia que nos mantiene y nos mantendrá intactos ante un mundo que parece hundirse entre las guerras, el consumo irrefrenable y las conjuras mediáticas.
Ahí está Guevara, alertándonos y también criticándonos ¿por qué no? de los errores cometidos en estos años de Revolución, poniendo barreras al burocratismo, a la corrupción, a la falta de eficiencia, al inmovilismo.
Lo veo en los sueños realizados y por realizar.
Está en aquel cubano o el turista que llega desde cualquier latitud para rendirle homenaje en la Plaza santaclareña y llorar ante él, y hacerle promesas, o establecer compromisos, o colocarle flores, e incluso para hablarle ante su nicho, para que él pueda escucharlo.
Porque él, constructor de una sociedad nueva, es como esa esperanza a la que necesitamos asirnos todos los buenos del planeta, como certeza de que es posible pensar en un mundo mejor, a pesar de que soplen vientos adversos.
Con más de ocho décadas, ahí está, en la Loma del Capiro, o liberando pueblos, descarrilando el tren blindado de la dictadura, librando la Batalla de Santa Clara, asegurando a los jóvenes que son ellos la arcilla fundamental de nuestra obra.
En estos tiempos convulsos y de crisis, el hombre que avizoró el siglo XXI vuelve a calzar sus botas por esta América nuestra de Bolívar, de Martí, de Sucre, de O’Higgins, de Hugo Chávez, porque aquí en nuestro continente, y él lo sabe, todavía queda mucho por hacer.
Ahí está él, con esos sueños de libertad, irradiando su optimismo y su fe, en estos tiempos de cambios, repitiendo en nuestros oídos, como para no olvidarlo nunca, que “al imperialismo no se le puede dar ni un tantico así”, y confirmándonos que las fórmulas para el triunfo son y serán siempre la defensa de las ideas, la ejemplaridad sin tacha, la moral, y la decisión de entregarlo todo, hasta la vida, por la libertad, la igualdad y el respeto a los seres humanos.
Así, con 88 años de juventud, celebra el Che Guevara un nuevo aniversario de su natalicio, vuelve al camino con la adarga al brazo, sobre el costillar de Rocinante, con ese ejemplo que no han podido borrar ni el tiempo ni los años duros, porque él siempre será ese estandarte inmenso que mira desde mi Plaza al Sur, con su traje de guerrillero y su fusil al hombro, para seguir apuntando al futuro. (Tomado de CMHW)
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