Sábado, 4 junio 2016, 08:46 |
Esnilda Romero Maña
Las Tunas.- Mayelin Suárez Tristá tiene 41 años de edad y entre los
recuerdos más gratos y vivos de su infancia, guarda el ir y venir por
los pasillos y las largas horas en cuerpo de guardia de policlínicos y
hospitales, con la enfermera Idolina, su mamá.En ese andar brotó su vocación por la Medicina.
Desde lo siete años quiso ser médica y cuando cursaba la secundaria ya tenía inclinación por la cirugía. Con no pocos escollos, como ha de suponerse, conquistó su sueño y ya lleva casi dos décadas realizándolo. Hacer lo humanamente posible y hasta lo imposible por la vida, anima cada una de sus jornadas.
Lo hace sin pretensiones de ningún tipo, ni siquiera a cambio del agradecimiento de pacientes o familiares porque atenderlos con toda la ternura y profesionalidad que alberga es obligación sagrada.
Para Mayelin esa es una regla diaria que se esmera en cumplir y tal vez por eso no entiende la insistencia marcada de una de sus pacientes en agradecerle y decir a cuantas personas se les paran en frente lo buenísima que es su doctora.
Mariela, con la gratitud eterna
Mariela Ávila Díaz sabe muy bien de la pasión del team de cirugía del Hospital General Docente Ernesto Guevara de la Serna, de Las Tunas, al que pertenece Mayelin.Llegó hasta ellos para ser operada de un fibroma uterino y aunque compleja, agradece a esa circunstancia, haberla hecho parte de una historia que al amparo de las más humanas de las profesiones, la unirá por siempre a sus médicos.
«Cuando oí a la doctora defender mi turno quirúrgico me quedé muy admirada, no lo podía creer, era como si estuviera haciéndolo para un familiar muy allegado o una amiga de toda la vida y yo acababa de conocerla». Así explica Mariela porque considera a Mayelin la mejor doctora y cuando lo dice es como si todos los elogios del mundo se agolparan en su memoria y entonces habla y habla sin parar.
«Yo solo la había visto una o dos veces antes y de pasada, caí en sus manos sin recomendación de nadie, sin darle nada a cambio y asumió mi caso como si fuera uno de sus seres más queridos.
«Me opere hace un mes más o menos y ya perdí la cuenta de las veces que ha venido a mi casa a ocuparse hasta por el más mínimo detalle de mi salud después de su duro trabajo en el hospital. Eso conforta tanto o más que el mejor medicamento que me pudieran dar, nadie puede negarlo ella si es una doctora de verdad».
Ejemplo multiplicado
En la sala A-3 o cualquier otro sitio donde ejercen Mayelin y los demás integrantes de su equipo, de seguro habrán muchas personas que como Mariela tendrán vivencias similares que contar.El esmero y la ternura en la atención de salud es patrimonio compartido por igual entre todos los miembros del grupo básico de trabajo número cuatro, del servicio de cirugía del hospital provincial, lo mismo ante el quirófano que en el post-operatorio, en la sala o en la casa a donde llevan la asistencia, no importa si es de día o de madrugada, si hay sol o si llueve.
De Yosbel Domínguez Creo, residente de segundo año de cirugía general y alumno de Mayelin, también se dan las mejores referencias.
«Trato a mis pacientes como a mi propia familia, por ejemplo Mariela es como mi hermana. El día que fui a retirarle la sonda de drenaje abdominal, un proceder en ocasiones doloroso, casi la enamoré, le dije que me había afeitado y puesto bonito especialmente para ella, lo cual es cierto, y así entre jarana y mucho cariño, logré que no sintiera ni la más mínima molestia, al menos eso me confesó y se lo cuenta a todos con tanto orgullo, con lo cual me hace sonrojar».
Para este joven no hay nada de extraordinario o sobresaliente en el actuar de él y sus compañeros. Es solo verdadera y completa vocación por la medicina.
«Ayudando desinteresadamente, de todas las formas posibles, a cambio de nada, haciendo el bien desde el cultivo de la infinita sensibilidad y el amor que llevamos dentro los profesionales de la salud y nuestros pacientes, ganamos todos como personas, crecemos como mejores seres humanos. Ser buen médico o médica así como dice y le gusta a Mariela no cuesta nada, ¿verdad?».
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